Bajar a esta playa es sumergirse en el parque natural de Corrubedo y lagunas de Carregal y Vixán. Tras acudir a los centros de recepción de visitantes y de interpretación aledaños, aparcamos a 300 metros, junto al bar donde preparan bocadillos de calamares. Desde aquí, bien por un sendero, bien por una pasarela, llegamos en cinco minutos a Vilar: abierta al océano, albina, cegadora.
Una de las rutas autoguiadas que organizan en el parque natural incluye este arenal, en el que está prohibido pisar la vegetación dunary donde se balizan las zonas de cría del chorlitejo patinegro, ave playera por excelencia. La arena es fina, y la entrada al Atlántico, sin escalones, si bien se trata de un litoral muy inseguro con marejada. Rige por ello la bandera de aviso que ondea en el puesto de los socorristas. La zona donde quitarse el bañador está entre la última pasarela y la desembocadura de la marisma de Carregal. No hay que dejar de visitar la duna gigante.
(El País)
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