Cerca del río Tirón se asienta también otro de los núcleos amurallados que formaron parte de la línea defensiva del reino de Castilla desde el siglo IX, eso sí, cambiando de manos con bastante frecuencia. En el siglo XIII se levantó su castillo, que perteneció al conde de Nieva y más tarde a Diego López de Zúñiga, virrey del Perú en tiempos de Felipe II.
Aún hoy, la fortaleza, que continúa en manos privadas, es el principal tesoro arquitectónico de la villa y un buen exponente del gótico, adornado por un bello jardín cubierto de tupidos árboles.
El núcleo urbano, muy cuidado, atesora un buen conjunto de casonas y palacios de cantería, algunos blasonados, que se reparten por un entramado de calles bien diseñadas, sobre las que destaca el templo parroquial, a caballo entre el románico tardío y el gótico.
Para acceder a éste se cruza por el Arco y en su interior vale la pena detenerse ante el retablo renacentista y sobre todo, la bonita talla gótica de la Virgen de la Antigua, de estilo gótico.
Uno de los muros de la iglesia utiliza parte de la muralla, de la que únicamente se conservan algunos lienzos, aunque en tiempos el pueblo estuvo amurallado en su totalidad.
(Pequeños pueblos medievales)
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