La historia de la pequeña localidad de Valverde del Fresno se encuentra condicionada por su situación fronteriza con Portugal, y es que este municipio ha sido testigo de innumerables sucesos protagonizados por contrabandistas, guardias civiles y guardiñas portuguesas.
El horrendo crimen del que nos hacemos eco se encuentra recogido en el libro "Memoria popular de la infamia en Extremadura" escrito por Luis Martínez Terrón.
El horrendo crimen del que nos hacemos eco se encuentra recogido en el libro "Memoria popular de la infamia en Extremadura" escrito por Luis Martínez Terrón.
Los hechos acaecidos son los siguientes, cierto día de mayo de 1852 el párroco de Valverde del Fresno , Pedro Berrio Picado se dirigió con uno de sus monaguillos a la ermita del Espíritu Santo, dos kilómetros al noroeste del municipio junto al arroyo Castaño . El camino a priori no entrañaba peligros y caminaban charlando tranquilos y despreocupados, pero en un momento dado dos personas los asaltaron al pie de la vereda, todo pasó muy rápido y tras una violenta actuación redujeron al sacerdote invitando al monaguillo a conseguir dos mil quinientos reales si quería volver a ver al religioso con vida. El intercambio se realizaría a una hora determinada en un paraje situado a unos cinco kilómetros al suroeste de la localidad, conocido actualmente como "Fuente del Cura".
El joven rápidamente se dirigió al pueblo y puso el tema en conocimiento de las autoridades. Sin mucho tiempo que perder, y gracias a la buena voluntad de los vecinos, consiguieron no con poco esfuerzo reunir la cantidad solicitada. Con el dinero del rescate, el padre del monaguillo se prestó voluntariamente para realizar el intercambio. El hombre marchó solo con el dinero recaudado tomando dirección hacia el lugar elegido para la entrega, pero parece que lejos de entregar el rescate se apropió de él y volvió al pueblo informando que había realizado la entrega pero que no habían liberado al sacerdote. Unas horas más tarde un grupo de vecinos volvieron al lugar donde se debía realizar el intercambio y horrorizados pudieron contemplar el cuerpo sin vida del religioso, lo habían degollado.
La localidad se encontraba conmocionada, los vecinos atribuyeron la autoría del asesinato a "Siso" y "Cervato", dos fugitivos de la justicia que solían frecuentar los alrededores. El caso fue puesto en conocimiento de la Guardia Civil que informó a las fuerzas de seguridad portuguesas. Un grupo de guardias civiles, carabineros y escopeteros voluntarios peinaron la zona en busca de los fugitivos. No tardaron mucho en darles caza, el 19 de junio de ese mismo año el II Capitán de la Guardia Civil, Nemesio Figuerola y algunos de sus hombres procedieron a la detención de "Siso" y "Cervato".
Los supuestos criminales tuvieron que ser escoltados por las fuerzas de seguridad hacia la prisión municipal, pues el pueblo enardecido buscaba lincharlos , los vecinos clamaban a las autoridades su ejecución inminente, pero la justicia decidió juzgarlos antes, a pesar de que fueron declarados culpables . El cadalso no se levantó en la vieja picota aún existente si no en la "Cruz de los Términos", un pequeño cerro donde ya existía un antiguo crucero de piedra, pretendían que todo el pueblo pudiera contemplar la ejecución.
Aquel día, hombres y mujeres con niños de la mano se dirigían a contemplar el macabro espectáculo, la asistencia a estos actos se tomaba como ejemplarizante. Momentos antes de la ejecución, cuando los reos se encontraban con el frio collarín del garrote junto a la garganta uno de ellos comenzó a murmurar algo, parece ser que se quiso delatar a otras personas implicadas, pero ante el clamor de la voz popular que pedía justicia el verdugo actuó con rápido truncando sus vidas para siempre y dejando ahogadas sus últimas palabras. El pueblo entusiasmado celebró con bullicio y alboroto la aplicación la pena capital.
Aquel día, hombres y mujeres con niños de la mano se dirigían a contemplar el macabro espectáculo, la asistencia a estos actos se tomaba como ejemplarizante. Momentos antes de la ejecución, cuando los reos se encontraban con el frio collarín del garrote junto a la garganta uno de ellos comenzó a murmurar algo, parece ser que se quiso delatar a otras personas implicadas, pero ante el clamor de la voz popular que pedía justicia el verdugo actuó con rápido truncando sus vidas para siempre y dejando ahogadas sus últimas palabras. El pueblo entusiasmado celebró con bullicio y alboroto la aplicación la pena capital.
Extremadura Misteriosa
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