El oficio de dulero. No podemos definir mejor este oficio que haciendo una comparativa, tal vez impropia pero ajustada a la realidad, el dulero era para los animales de tiro y carga lo que una o un “canguro” es para nuestros hijos.
El dulero recogía a los animales del pueblo y se los llevaba a pastar y disfrutar al monte sin perderlos de vista. A cambio de ello y, por supuesto, de su estipendio que solía ser en especie, los propietarios gozaban de un día de asueto en el que no estar pendientes de los animales, que como todo el mundo sabe, comen todos los días y necesitan atención a diario.
Por lo general se trataba de caballos, mulas y asnos, animales de carga y tiro que tenían como día de descanso el mismo que sus dueños. No en todas las épocas del año había días de asueto, en los momentos de máxima actividad agrícola no había descanso, ni para animal, ni para hombre.
El dulero prestaba sus servicios para todo el municipio. Para ello se efectuaba una llamada a toque de corneta y la gente del pueblo acudía para dejar sus animales en manos del dulero. Era lo que se llamaba “tocar a dula”.
De vuelta, el dulero entregaba a los animales en el municipio para ser recogidos por sus dueños, eso sí, ya venían alimentados del monte, lo que también suponía un ahorro para los propietarios. Por cierto, al parecer, los asnos eran los más traviesos de la “guardería”, capaces de alterar a los sobrios caballos y mulas y al propio dulero con sus continuos juegos y escarceos.
Guadarramistas
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