El inmueble de la Intendencia de Rentas, denominado también de la Real Aduana, está situado en la avenida de La Marina, a donde da su fachada principal, mientras que la posterior mira a la calle Real.
Se levanta en 1768 bajo la dirección de Pedro Martín Cermeño y García de Paredes. En su interior se celebraron los festejos por la aclamación del monarca Carlos III. Su fachada muestra por ambos lados que es piedra de cantería, con aspectos arquitectónicos de carácter jónico.
En la plaza que se forma a su entrada principal de La Marina, hasta la rasante con las demás casas pasaba en tiempos la muralla de la Pescadería y en su centro se abrían dos amplios portones de madera para dar paso a las mercancías que procedentes de los barcos surtos en la bahía entraban para su registro y luego salían por la que da a la calle Real, camino de los depósitos, almacenes o tiendas de los comerciantes instalados en la ciudad coruñesa o que incluso reexpedían sus mercancías a otros destinos, cuya plaza era conocida como de la Aduana.
La historia de la instalación de las Rentas Reales en la Coruña se hace en 1761, cuyo organismo se instala primero en una casa en alquiler que hacía frente a la Marina y también a la calle Real en su fachada posterior. Pero lo ideal del lugar hace pensar a los responsables de la Aduana de hacer trato con los dueños de los inmuebles, tanto los que tenían en alquiler como los contiguos, para llevar a efecto la compra de todas aquellas parcelas a fin de ejecutar el proyecto diseñado del nuevo inmueble de la Aduana Real y hacer una plaza con frente a dicho organismo.
Los rigores económicos en que vivía el país hará fracasar los acuerdos precisos, siete años más tarde será cuando den comienzo las obras, pero para entonces solo se había logrado adquirir a duras penas las tres parcelas en las que finalmente se llevaría a cabo la fábrica de la Aduana, bajo mandato del capitán general del reino Pedro Martín Cermeño y García de Paredes, que a su vez será el promotor de la reforma de toda la fachada del puerto de la ciudad, por lo que la Aduana Real, debía ser la puerta de entrada en puerto de las naves que recalasen en su bahía.
Dicho edificio contaba con un sótano, planta baja, dos altas y otra tipo buhardilla. Su fábrica es de piedra de granito y basada en el estilo neoclásico, figurando en armonía con el conjunto denominado de las casas de Paredes levantadas también en piedra. La pretensión era que fuese el emblema de la fachada atlántica de La Coruña, el deseo quedará solo en lo que hoy se puede contemplar y que necesita de urgente restauración, tan preciso como necesario es su mantenimiento. Dichas Rentas Reales quedan sujetas a mediados del siglo XX, en acoger el Gobierno Civil de la provincia coruñesa y hoy es sede de la Subdelegación del Gobierno.
Las Casas de Paredes, por su parte, son un conjunto de dos edificios de cantería dedicados a viviendas y bajos comerciales que en 1779 se edifican en la hoy avenida de La Marina.
Se levantaron por mediación del entonces gobernador del Reino de Galicia. Es un conjunto de viviendas de estilo neoclásico y con soportales corridos en su planta baja, con frontones sobre las ventanas del primer piso siendo su fachada de cantería, el objeto de esta edificación estaba basado en un proyecto inicial que suponía la continuación de las obras con la Real Aduana y juntar ambos inmuebles, ya que entre los mismos quedaba una plaza, a la vez de seguir toda la línea de la Marina hasta el Cantón Grande.
Por motivos de los diferentes problemas que aparecieron tanto de índole económica como de expropiación de las parcelas necesarias y la falta de caudales para llevarlo a efecto, harán fracasar este gran proyecto urbanístico de la Coruña.
La obra da comienzo por iniciativa del capitán general del reino y gobernador de la plaza, Pedro Martín Cermeño y García de Paredes, a la sazón ingeniero militar, su pretensión era hacer una magnífica fachada atlántica sobre la bahía de La Coruña, ya que las obras del relleno del arenal de la propia bahía en su punto de La Marina, crea una faja costera sobre aquella fachada de las casas traseras de la calle Real, las cuales antes daban al mar y puerto.
El rey autoriza en 1779 que se construya en dicho punto, proyectándose levantar desde la calle del Agar hasta el Cantón Grande, lo que suponía una extensión de unos 300 metros lineales de costa dedicados a viviendas de este tipo, con sus soportales arqueados y como protagonista principal de todo su conjunto se situaba a la Real Aduana.
Este hermoso plan no podrá llevarse a cabo debida a la profunda crisis que arrastraba el sector comercial con las colonias de Ultramar, así como los escasos fondos con que entonces se contaba para acometer dicha empresa por lo que esta acabó en fracaso, haciéndose solo los inmuebles que en la actualidad existen en la Marina.
Pero la parte más importante del proyecto era el que arrancaba de la Real Aduana hasta los Cantones, quedando de este modo sin abordar más allá de lo contenido en sus planos.
El Ideal Gallego