La estética es fundamental y más para cualquier ciudad que busca impactar desde el minuto 1 a cualquier visitante. A Madrid le faltaba eso, una primera impresión que rebosara siglo XXI y con la T4 lo consiguió. Por mucho que suene frivolo, los pequeños fallos prácticos que se le atribuyen se eclipsan con ese arcoiris cálido que diseñó Richard Rodgers apoyado por el estudio local Lámela. Y sobre todo esa utilización de grandes ventanales donde la luz natural le resta artif icialidad a las horas de espera. A veces resulta desangelado, sí, pero es difícil que no llegue a resultar acogedor.
Travelers
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