sábado, 21 de septiembre de 2019

La ruta de las Atalayas

La ruta de las atalayas. La sierra de Guadarrama, como parte del Sistema Central, es una barrera orográfica que delimita, de forma natural, las mitades norte y sur peninsulares. La barrera montañosa determina la climatología y el régimen de precipitaciones deteniendo, en la vertiente sur, los vientos ábregos que fluyen desde el suroeste, o haciendo frente a las borrascas cantábricas que quedan en parte frenadas, en la cara norte segoviana.
Al estar ubicada en el centro peninsular, la sierra de Guadarrama siempre ha sido lugar de paso obligado en el tránsito entre norte y sur, por lo que en épocas de conflictos bélicos, el control de sus pasos era fundamental para el desarrollo de las contiendas. Ejemplo de ello son la Guerra de la Independencia contra los ejércitos napoleónicos o la más reciente Guerra Civil.
Remontándonos mucho tiempo atrás, allá por los siglos IX y X, la España que conocemos no era más que un proyecto. La mitad sur era de domino musulmán, mientras que la mitad norte era cristiana. En el centro, una vez más, la sierra de Guadarrama marcaba un límite, una especie de raya bien visible por la que unos u otros tenían que “asomar”, necesariamente, si querían hacerse con los territorios del enemigo. No es de extrañar que las tierras aledañas a la sierra fueran zonas deshabitadas, peligrosas y, por supuesto, las primeras en recibir la visita inesperada del rival.
Las proximidades a las montañas, o lo que es lo mismo, toda la rampa serrana de lo que actualmente es la provincia de Madrid, formaban parte de la denominada “marca media”, es decir, la línea del “no pasarán”. En este territorio madrileño el dominio era musulmán. Por ello, los ejércitos de emires y califas que durante los siglos IX y X ejercían su poder estaban muy atentos a las posibles incursiones cristianas desde las tierras del norte.
Para ejercer este control, los musulmanes crearon una red de atalayas, palabra que procede del árabe -talala, pequeña torre-. Estaban situadas estratégicamente en una línea de promontorios desde donde se controlaba visualmente  cualquier incursión cristiana. A la vez servían para vigilar los desmanes y revueltas que dentro del propio territorio pudieran producirse.
Si desde una de esas atalayas se divisaba al enemigo, el hecho se comunicaba desde la parte superior de la edificación haciendo señales luminosas con objetos reflectantes, señales de humo, o encendiendo hogueras en lo alto, si el acontecimiento se producía en la noche. Desde Talamanca del Jarama, centro neurálgico de todo este sistema de comunicaciones con alcance visual a las señales, se tomaban las medidas necesarias para organizar a los ejércitos y preparar la defensa o el ataque.
Las atalayas que actualmente perduran en Madrid se encuentran distribuidas por las proximidades de lo que es hoy la autovia A-1, a unos 50 Km de Madrid capital. Se conservan en razonable estado las de Venturada, Arrebatacapas en Torrelaguna, Torrepedrera en El Berrueco y El Vellón. Ha desaparecido otra existente en El Molar.
Estas torres de vigilancia tenían y tienen forma circular, con unos gruesos muros de mampostería de unos 2 m de anchura. Su estructura interna se compone de tres partes. La primera es la sólida base que arranca del suelo y puede alcanzar los 3 metros de altura. Sobre ésta se eleva una segunda planta en la que está situada la entrada, que a simple vista parece una ventana. Realmente es la entrada, situada por encima de los 3 metros para hacer más difícil el posible acceso del enemigo al interior. De hecho para  acceder se necesitaba una escala de cuerdas o un agarramanos. Hoy día, las vemos a una altura inferior, ya que debido a la acumulación de tierra y materiales geológicos, el terreno está más elevado que lo estaba cuando se construyeron.
Todas ellas fueron declaradas, en 1983, Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento, y en torno a ellas se articula la denominada “ruta de las  atalayas” que discurre entre los municipios en las que se encuentran situadas: El Vellón, Venturada, El Berrueco y Torrelaguna.

Guadarramistas

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