Tras la conquista de México comienzan a circular rumores sobre la existencia de otros imperios ricos y poderosos ubicados al norte del continente. Los aztecas afirmaban también que el oro utilizado en sus monumentos provenía de aquellas regiones, eso sin contar que por allí se ubicaba su tierra de origen, la mítica isla de Aztlán ("lugar de blancura" o "lugar de las garzas"), que durante décadas dividió a los historiadores entre quienes defendían o refutaban su posible existencia.
La leyenda medieval de las Siete Ciudades comienza a fusionarse con la historia del Nuevo Mundo cuando los cuatro náufragos de la fracasada expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida (1528) difunden en México el rumor sobre la supuesta existencia de grandes ciudades ubicadas al norte del virreinato. Uno de los sobrevivientes de aquella saga fue Álvar Núñez Cabeza de Vaca, quien escribió un libro llamado Naufragios, en el cual narraba la larga travesía a pie que habían realizado desde Florida hasta la costa de Sinaloa atravesando todo el continente. Otro de los supervivientes de esta expedición fue un esclavo negro llamado Esteban, conocido popularmente como Estebanico.
El virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, decidió comprobar la veracidad de la historia organizando una expedición de reconocimiento dirigida por el fraile franciscano Marcos de Niza. Estebanico formaría parte de dicho contingente sirviendo como guía. Estebanico finalmente murió asesinado por los indios
Así fue, que sin ninguna prueba contundente más allá de los relatos de Estebanico, Fray Marcos de Niza se convenció de que aquellas ricas poblaciones realmente existían y que no podían ser otras más que las fabulosas Siete Ciudades que habrían sido originalmente establecidas por aquellos legendarios obispos que habían huido desde la península ibérica tras la invasión de los moros. Nacía de esta manera la leyenda americana de las Siete Ciudades de Cíbola y Quivira.
El fraile Marcos de Niza regresó a la ciudad de México narrando que había continuado la exploración después de la muerte de Estebanico y que había llegado a avistar a lo lejos una ciudad más grande que la gran Tenochtitlan (hoy ciudad de México) y que los nativos de allí usaban vajillas de plata y oro, decoraban sus casas con turquesas y usaban perlas gigantescas, esmeraldas y otras joyas más.
Al escuchar esas noticias, el virrey Antonio de Mendoza no perdió el tiempo y organizó una gran expedición militar para tomar posesión de aquellas riquísimas tierras que el fraile le había narrado con profusión de detalles.
Al mando de la misma quedó un amigo del Virrey, Francisco Vázquez de Coronado, quien llevaba como guía al fraile Marcos de Niza. Coronado atravesó el actual estado de Sonora y entró en el actual estado de Arizona. Allí comprobó que las historias de Marcos de Niza eran falsas al no encontrar ninguna riqueza de las que el fraile había mencionado. Asimismo resultó falsa la aseveración del fraile que desde aquellas tierras se podía ver el mar, ya que como le dijeron los nativos a Coronado y lo comprobó él mismo, el mar se encontraba a muchos días de camino.
Wikipedia
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