Las fiestas en honor a la Virgen de la Candelaria, a finales de agosto, tienen en el diablo uno de sus mayores atractivos.
Cada año y en la madrugada del 7 de septiembre, encajado en un armazón de 100 kilos de fibra de vidrio, se abre paso en la plaza del pueblo una figura diabólica envuelta que deslumbra a los asistentes con fuegos artificiales y música en directo.
Los verbeneros, que llevan horas bailando, nunca saben por cuál de los accesos a la plaza entrará ese demonio de enormes ojos rojos, lo que añade emoción a la noche y a la fiesta.
Cada año y en la madrugada del 7 de septiembre, encajado en un armazón de 100 kilos de fibra de vidrio, se abre paso en la plaza del pueblo una figura diabólica envuelta que deslumbra a los asistentes con fuegos artificiales y música en directo.
Los verbeneros, que llevan horas bailando, nunca saben por cuál de los accesos a la plaza entrará ese demonio de enormes ojos rojos, lo que añade emoción a la noche y a la fiesta.
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