Poco a poco, a lo largo de los siglos XVI y XVII, a partir de este tipo de casa se irá configurando un modelo paradigmático de la arquitectura tradicional del campo de Cantabria, que adquiere toda su notoriedad a finales de este último siglo, cuando fragüe un modelo de la arquitectura tradicional de la región que continúa siendo dominante en nuestros días. Se trata de una casa de planta rectangular, con cubierta a dos aguas y caballete paralelo a la fachada, la cual, orientada al mediodía o al saliente, se hallará preferentemente en uno de los lados mayores. El balcón o solana, cubierto por un alero prolongado, se apoya en poderosos cortafuegos de sillería que enmarcan un soportal o estragal.
El balcón y el soportal se convertirán en espacios fundamentales de la casa campesina, tanto por su contribución a la realización de los quehaceres domésticos como por su función de canalización de la socialbilidad.
Este tipo de casa se presenta en la actualidad extendido por las tierras bajas y medias de la región, combinado en ocasiones con diversas variantes, entre las que destacan las casas abuhardilladas, las casas de balcón entre muros cortafuegos de ménsulas molduradas, las casas en las que el balcón se apoya sobre machones laterales y las casas de balcón volado. En este último caso, el estragal desaparece, convirtiéndose el espacio que se halla bajo la balconada en un zaguán abierto. En el siglo XIX se introdujo en el campo de Cantabria una novedad, compatible con todos los tipos anteriores, consistente en transformar las balconadas en galerías acristaladas, tomando como referencia los modelos imperantes en espacios urbanos y semiurbanos.
El Diario Montañés
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