La competición y la fuerza han estado siempre muy presentes en la mitología vasca. Las leyendas y los héroes vascos lucían el hacha como el símbolo del poder y la fuerza. Leñadores ancestrales como David vencían a gigantes y enamoraban a diosas; por tanto, no es de extrañar que ambos valores sean muy apreciados en la tradición de un pueblo que se ha desarrollado en las duras condiciones que impone su entorno físico. Los juegos y deportes populares vascos vienen de los quehaceres cotidianos
Los vascos son los maestros de la recreación lúdica y competitiva.
El arte de cortar troncos es antiquísimo. El origen de este duro deporte lúdico surge del trabajo vinculado a la tierra recordando a los legendarios leñadores que tuvieron que talar grandes superficies de bosques para garantizar los pastos, los «aizkolariak», cortadores de troncos. Hoy, muchas generaciones después, sus descendientes se enfrentan con las hachas a los troncos de haya y al reloj. Cuentan que cuando los canteros vascos llegaron a Madrid para construir el monasterio de El Escorial, una de las primeras costumbres que introdujeron para llenar sus ratos de ocio fue el principal juego de su tierra: el corte de troncos. De aquella época fueron célebres Pedro de Tolosa, Martín Nakuiza, Zelaya y otros que en el siglo XIX no tenían nombre propio como el hijo de la casa Gorrizu, el cuadrillero de Neurbe o el del caserío de Beunza. Pronto empezaron a sonar nuevos ídolos que astillaban sus troncos luchando con el cronómetro como Arróspide, Pedro María Otaño, Eceiza, Arria y Astibia.
Las diversas modalidades de deporte rural de Euskadi suelen realizarse en las fiestas patronales de los pueblos o barrios. Los duelos de aizkolaris o corte de troncos suelen ir acompañados de otras demostraciones, como las txingas o transporte de pesas; la zakua o sprint con un saco de 80 kilogramos al hombro; el segalariak o corte de hierba con guadaña; y la arapaña o corte de tronco con tronzadoras manuales.
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