Galicia es el gran paraíso de la Prehistoria. Sirvan de testimonio los dólmenes y castros extendidos por las altiplanicies y las vertientes litorales. Por ello, muchas de las fiestas gallegas tienen su origen en el culto pagano de los primeros pueblos ibéricos, aunque en muchos casos se han recubierto de influencias cristianas.
Pastoriza es, precisamente, uno de esos lugares donde la cultura engarza raíces en sus gentes y aún confieren ciertos poderes a las construcciones megalíticas de sus antepasados. Este paraje privilegiado está situado a unos siete kilómetros de La Coruña y debe su renombre social a la conservación de un antiquísimo dolmen al que la tradición popular ha atribuido poderes mágicos. En este lugar, durante la invasión de los moros se ocultó una imagen de la Virgen que apareció cuando empezó la Reconquista. Fue entonces cuando la Iglesia construyó una ermita a la Virgen de Pastoriza justo al lado del dolmen. Sus fieles y devotos han escogido el mes de octubre para rendir homenaje a la Virgen. Entonces acuden al santuario todos los domingos del mes para celebrar el rito. La ceremonia ritual consiste en arrastrarse para pasar por debajo del dolmen y conseguir así los favores de la Virgen. Después dan la vuelta a la ermita para realizar sus ofrendas, promesas de rodillas y encender una vela.
Pese a que casi todas las celebraciones gallegas suelen ir acompañadas de la danza de rigor, en Pastoriza no se baila porque los fieles no tienen sitio para hacerlo, ya que tanto el dolmen como la ermita están situados en un cerro al que se accede ascendiendo por una ladera.
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