Pero siempre ha habido por parte de las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, intención de controlar, reglamentar o cristianizar festejos que rezuman creencias y ritos paganos imposibles de acallar. Así, la siguiente cuarteta define el sentir de generaciones de sorianos durante siglos.
"Podrá faltarnos el pan
y podrá secarse el Duero,
pero arde Soria primero
si no hay fiestas de San Juan"
Así de claro lo tiene el pueblo de Soria desde tiempo inmemorial. Porque las Fiestas de San Juan o de la Madre de Dios representan el clímax anual de la vida en la ciudad, y hasta en la provincia. No en balde eran fechas donde se daba banquete franco en abundancia a pobres y forasteros asistentes, además de ofrecer corridas de toros y otros lances.
Como quiera que sea, las fiestas de las Calderas de Soria, que así eran también conocidas, son antiquísimas. Ya se habla de ellas y de los jurados de cuadrilla en el Fuero de Soria (otorgado por Alfonso VIII en el siglo XII), donde se consignaba que mientras duraran las fiestas de Santa María, no se podía citar a nadie a juicio. Siglos después, tras multitud de intentos por encauzar o reprimir tan primigenios festejos solsticiales, toro, sol y vino siguen despertando el ancestral rito en el alto llano numantino.
Guía de Soria
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