Extraños cráteres de bordes escarpados y hasta 100 metros de profundidad salpican el monte de los Palancares, 22 kilómetros al sureste de la ciudad de Cuenca. No son volcanes. Ni impactos de meteoritos. Son torcas, antiguas cavernas formadas por la disolución de la roca caliza cuyos techos han acabado por desplomarse, creando este campo de golf para gigantes. Hay una treintena de ellas.
Cerca están las lagunas de Cañada del Hoyo. Se trata también de torcas, pero en este caso se han anegado al alcanzar el manto freático con aguas de todos los verdes imaginables: esmeralda, botella, cardenillo…Pese a su aspecto tentador, está prohibido el baño desde 2007, cuando la Junta de Castilla-La Mancha las declaró monumento natural para proteger su ecosistema acuático, de gran valor y fragilidad.
El País
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