En pleno casco antiguo de Valencia, frente a la Lonja de la Seda, se encuentra la iglesia de los Santos Juanes, coronada por el pardalot. Acerca de la esfera que sostiene el águila acompañante de San Juan Bautista corre una negra leyenda, que Vicente Blasco Ibáñez recogió de boca de los comerciantes en su novela su novela Arroz y Tartana. Habla sobre una época pasada en las que los agricultores aragoneses llegaban a la ciudad en busca de un trabajo como criados para sus hijos más pequeños. Todo era cuestión de suerte, pero si la jornada no se terciaba según lo esperado, ambos solían caminar hasta detenerse frente a la escalinata de la Lonja. «¡Mira qué pájaro! ¡Cómo se menea», decía el padre, quien aseguraba que de un momento a otro el águila soltaría el pardalot. Y cuando el zafio se cansaba de observar la bola que nunca caía, se giraba para comprobar que su progenitor ya cruzaba las puertas de Serranos, engrosando una macabra tradición familiar que coleó durante años en la ciudad.
Las Provincias
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