Los arrieros eran personajes del entorno rural que con sus mulas cargaban productos del campo y diversas mercancías para comercializarlas en otro lugar, establecieron rutas naturales y directas de ingreso hacia diversas poblaciones. Debido a esto la arriería fue un agente económico y social importante para el siglo XIX, que contribuyó colateralmente con otras actividades, como la construcción de los mesones, lugares donde pernoctaban los arrieros, quienes contaban ahí con un cuarto para descansar y un corral para dejar a sus bestias.
La palabra arriería se deriva del vocablo arría, que significa recua o conjunto de animales destinados al transporte de mercaderías; esta voz proviene a su vez, de la interjección ¡arre!, que se empleaba para avivar el paso de las bestias.
Según se cuenta, los que transportaban el pescado desde Galicia a Madrid, lo hacían por rutas naturales destinadas a este servicio, haciendo noche en las zonas más altas de las montañas, para aprovechar la nieve, donde disponían de neveros, en los que conservaban el pescado, que metían en balas de paja y posteriormente introducían en la nieve, para que se mantuviera fresco. Una de esas noches en un mesón, organizaron una juerga, estos transportistas, desentendiéndose de las sardinas que llevaban, estropeándose éstas, al llegar a Madrid, al encontrarse en mal estado, las sardinas, y aprovechando una fiesta que organizaron los nobles enterraron las sardinas, tradición que todavía continua en nuestros días, conociéndose como el entierro de la sardina.
También se cuenta que el reloj que se encuentra en la puerta del sol, el que se utiliza la noche de fin de año para dar las doce campanadas y celebrar el año nuevo, fue regalado por un arriero que poseía mucho dinero, llamado Cordero, según parece este señor jugando a la lotería ganó tal cantidad de dinero, que la única manera que encontraron para pagarle fue dándole los terrenos donde actualmente se encuentra la puerta del sol.
Restaurante El Arriero
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