En el recorrido de la Axarquía malagueña, Sedella es una de las escalas obligatorias y uno de las mejores ocasiones para descubrir el pasado árabe de esta comarca, cuajada de pequeños pueblos que convierten el paisaje en una versión andaluza del norte de África. El impoluto caserío se extiende a los pies de sierra Tejeda, bajo la atenta vigilancia del pico de la Maroma, que se levanta a más de 2.000 metros.
En el interior del pueblo, llaman la atención los agudos desniveles del terreno, que han forzado el escalonamiento de las casas y las calles, estrechas y retorcidas, en las que siempre hay un hueco para una parra o un pequeño patio con flores. Cuando el viajero se pierde en este entramado, es inmediata la evocación de algunos rincones de Xauen y otros pueblos marroquíes, con sus blancas casas y sus zócalos de colores.
En lo alto se encuentra la mínima plaza, presidida por la iglesia de San Andrés, hecha sobre la primitiva mezquita. Muy cerca, la Casa del Torreón muestra sus adornos de esgrafiados, característicos de la arquitectura mozárabe, que dejó también otras huellas en esta región ocupada por los moriscos hasta que, en 1610, Felipe III decretó su expulsión.
(Pequeños pueblos medievales)
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