Entre la rúa do Franco y la rúa Nova, esta calle protegida por misteriosos soportales que alojan notables instituciones, galerías de arte y los restos de un comercio tradicional con mucho encanto, sigue representando la esencia de ese Santiago que en el siglo XIX dejó de ser un burgo medieval y se acicaló para terminar convirtiéndose en capital de Galicia.
(El Periódico)
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