Albéitar y herrador, antiguos oficios. Con este nombre tan extraño nos estamos refiriendo a un antiguo oficio similar en algunos aspectos al que actualmente desempeñan los veterinarios. Dicho todo ello con reservas, ya que los veterinarios actuales son titulados universitarios con una preparación científica que no tiene nada que ver con la de aquellos hombres.
Los pueblos árabes fueron quienes introdujeron el concepto, de hecho la palabra albéitar proviene del árabe al-béitar, que podemos traducir, precisamente, como veterinario.
El albéitar era un sabio herrador de caballos, que dada su especialización y contacto con los equinos, conocía perfectamente su anatomía, carácter, necesidades y también debilidades. Pero claro, no todo herrador llegaba a adquirir tales conocimientos. Solamente los más preparados tenían la condición de albéitar, en concreto los maestros herradores que eran elegidos en una especie de concurso-oposición por otros abéitares o maestros herradores de reconocido prestigio. Fueron los Reyes Católicos, en el año 1500, quienes crearon esta especie de oposición. Y no es de extrañar, ya que el caballo no solamente era elemento indispensable en el trabajo agrícola, lo era también en la guerra.
Los albéitares, además de herrar convenientemente a los caballos, se ocupaban de sanar sus enfermedades, desparasitarlos, castrarlos e incluso practicarles pequeñas intervenciones quirúrgicas. No eran veterinarios al modo de los actuales, pero si constituían el selecto grupo profesional capaz de intervenir en la salud de los preciados equinos.
En el escalafón inferior al de albéitar se encontraban el herrador. Sin competencias veterinarias de prestigio reconocidas, su función era la de herrar a los animales de carga y tiro fabricando las herraduras en la fragua. A fuerza de roce con el ganado equino, el herrador también poseía algunos conocimientos sobre enfermedades y dolencias, lo que motivaba que los vecinos, por un módico precio, también le consultaran o le confiaran sus animales enfermos.
Guadarramistas
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