jueves, 18 de julio de 2019

El rabel

El origen del rabel es, como se ha dicho, remoto. Las primeras documentaciones de algún símil con el rabel datan de principios del siglo X, en Asia.
En España, y con bastante asiduidad, empezamos a encontrar algunas ilustraciones, grabados y escritos en las que aparece el rabel a partir de la Edad Media (s. XII Y XIII), como pueden ser en algunas pinturas de “Las Cantigas” de Alfonso X El Sabio o en el arco de la portada central de la fachada sur de la Catedral de León donde, hay una talla en piedra del ‘Rey Músico’ portando un rabel (s. XIII). Pero sabemos que su origen es más remoto ya que es un instrumento con ascendencia morisca.
El rabel, a partir de aquí tuvo su evolución en dos vertientes diferentes:
Una, la vertiente noble, por el uso que hacían de el los trovadores (s. XII), que pertenecían a la más alta nobleza.
Estos componían e interpretaban diferentes poesías y romances que por lo general trataban sobre temas amorosos o de la guerra.
La segunda vertiente, la popular, a través de los juglares.
Ellos eran trotamundos que recorrían los diferentes pueblos y aldeas y que se ganaban la vida entreteniendo a las gentes del pueblo a cambio de dinero o comida.
El término rabel desciende de algunas palabras árabes como “rebec” y su definición tradicional es “instrumento pastoril de cuerda frotado con un arco que se utiliza para acompañar a la voz en los distintos romances y coplas”.
Hay dos formas tradicionales de tañer el rabel: Una vertical, para lo cual tenemos que estar sentados que es la que se emplea en la provincia de León, y otra horizontal y al brazo, en la cual se puede estar de pie cuando se toca y es muy común su uso en la zona de Cantabria y sobre todo en la comarca de Toledo donde los rabeles son mucho más pequeños. Los rabeles pueden llevar tres, dos o una sola cuerda dependiendo de la cantidad de notas que le queramos sacar.
El principal material que se emplea para fabricarlo es la madera.
Dependiendo de la zona geográfica, para las tapas se utilizan otros materiales como pueden ser pieles, hojalata o la propia madera.
Para las cuerdas del rabel se pueden emplear algunas tripas de animales aunque hoy existen diferentes cuerdas metálicas que nos proporcionan mejor sonido y una más fácil afinación.
Para el arco tradicionalmente se busca una vara, que se pueda curvar, y para las cuerdas se emplean crines de caballo.
En la actualidad las crines se pueden sustituir por nailon muy fino que una vez enresinado hace muy buena frotación.
Los tamaños de los rabeles también dependen un poco de la zona geográfica y las diferentes formas que se le dan van relacionadas con la imaginación y creatividad del autor.
Diferentes evoluciones del rabel son los rabeles de calabaza, de caña, de cuerno o uno muy tradicional es el rabel de vejiga que se confeccionaba en la época del año que se hacían matanzas.
Tenemos que nombrar también el tradicional rabel zurronero que recibe este nombre por ser un pequeño rabel que los pastores llevaban en su zurrón para entretenerse en las largas jornadas que hacían con los rebaños y cuya tapa solía ser de hojalata.
Otro rabel que hemos encontrado es el rabel de madreña más popular en algunas comarcas francesas y conocido como sabot.

Música Antigua 

EVOLUCIÓN
El peor momento de este instrumento es nuestra época, en la que casi llegó a desaparecer fruto de la poca evolución que le hemos dado al rabel para conservarlo prácticamente como era en la Edad Media y con este timbre musical que tiene tan inconfundible.
Son pocas las provincias en la península donde el rabel ha llegado hasta nuestros días en sus diferentes facetas, formas y tamaños como Cantabria, Palencia, León (sobre todo en la zona de la Montaña), Zamora, Toledo, La Rioja y Asturias.
Por suerte son varias las personas que se han interesado por el estudio de este instrumento en los últimos años y a través de la creación de las Escuelas Musicales del Rabel que hoy tenemos hará que este instrumento resurja con más fuerza y no desaparezca.

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