Zaragoza en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX comienza a vivir una expansión urbanística sin precedentes.
Nuevas zonas de ensanche nacen, debido al crecimiento de la industria y de la población, a partir de las vías de comunicación marcadas por las carreteras y por las líneas de tranvía que sirven de enlace entre el centro y los barrios surgidos en la periferia.
En el último tramo del paseo de Sagasta, entre la acequia de San José que daba acceso al camino de las Torres y al comienzo de la subida de Cuéllar, se ubicaba la casa del escultor Carlos Palao en el actual número 76 y la desaparecida litografía de Portabella, que estaba ubicada en la esquina con el paseo de Ruiseñores y frente a la avenida del Siglo XX, que era como se conocía al actual andador del parque de Pignatelli.
En esta nueva zona de expansión los edificios combinaban el modernismo con los eclecticismos historicistas y regionalismos a la moda del gusto de la burguesía de la época.
Gobierno de Aragón
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