domingo, 27 de septiembre de 2009

La Cueva de Hércules (Toledo)

Según la leyenda, Hércules edificó un palacio encantado cerca de Toledo, construido con jade y mármol, y ocultó en su interior las desgracias que amenazaban a España. Puso un candado en la puerta y ordenó que cada nuevo rey añadiera uno, ya que las amenazas se cumplirían el día en que uno de ellos fuera curioso y entrara. Según la leyenda, Don Rodrigo fue ese rey, y del palacio sólo queda la actual cueva que ocultaría maravillosos tesoros, entre ellos la famosa Mesa de Salomón.

En los últimos años, buscadores de tesoros investigan por las cuevas y subterráneos de Toledo, dando por hecho que el verdadero tesoro de los reyes visigodos nunca fue encontrado ni abandonó la capital.

Pese a que es cierto que fue a esa ubicación donde descendieron los bragados enviados por el Cardenal Silíceo que más tarde morirían, estudios más rigurosos basados en antiguos escritos no ubican las cuevas de Hércules dentro de Toledo, sino que sitúan allí la entrada (que se encuentra desaparecida), mientras que las cuevas se encontrarían en las afueras de la ciudad.

La tradición popular cuenta que, durante la Guerra Civil, muchas personas huyeron a través de esas cuevas desde Toledo, saliendo a través una bóveda hundida cerca de la vecina población de Mocejón.

Allí, existen unas enigmáticas cuevas construidas por el hombre y datadas en el 4000 a. C. a las que se accede a través de la bóveda derruida, desde la que se llega a una planta tan grande como la Catedral de Toledo, laberíntica, con salas de reunión, mesas donde se supone han realizado sacrificios, etc. Desde esta planta se pasa a otras salas y a otras galerías que se orientan hacia Toledo, pero que 100 metros más adelante se encuentran cegadas por el paso de los años.

Lamentablemente, las cuevas se encuentran en una finca privada y en un estado de conservación deplorable y peligrosísimo (en todo ese cerro se observan hundimientos y accesos adicionales a galerías cegadas). Esto, especialmente que no se trate de patrimonio nacional, ha impedido realizar una investigación oficial.

jueves, 24 de septiembre de 2009

El Caballero de Olmedo - Valladolid


En Medina del Campo se oye aún un cantar que dice:

De noche le mataron
al caballero;
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.

Dice la leyenda que nació este cantar del hecho de que hubo en Oimedo un caballero apuesto y galán como pocos, valiente y audaz entoda clase de juegos de armas y muy particularmente en el más arriesgado de los toros.
Amaba este cavallero y era profundamente amado de una dama de Medina que por su extremada hermosura llamaban todos la Dama del Alba, que aseguraban que cuando ella aparecía, veíase a su alrededor como un resplandor de amanecer.

En las fiestas de Medina organizáronse justas y torneos y una fiesta de toros en la plaza en la que tomaron parte los más nobles y arrogantes caballeros.
Acudió también el de Olmedo. En la tribuna principal estaba su amada, la Dama del Alba, quien, al aparecer en la liza don Alonso, así se llamaba el apuesto joven, le lanzó una encendida rosa, qu prendió en el broche que cerraba su rico vestido.

Lucióse y triunfó Alonso de Olmedo en todos los juegos en que tomó parte; muy especialmente, como de costumbre, en el de los toros, matando a cuantos echaron a la plaza.

Terminada la fiesta, saludó a su dama, que le despidió lanzándole un beso con la punta de sus delicados dedos, y encaminóse a Olmedo para dar cuenta a sus padres del resultado de la fiesta. Éstos, que no tenían otro hijo, le esperaban con ansia cada vez que salía para tomar parte en tan peligrosos juegos.

Anochecía ya cuando emprendió el camino, y el caballero estuvo tentado de quedarse en Medina para pasar allí la noche; pero, pensando en la ansiedad de sus padres, espoleó a su caballo y dlrigióse resuelto hacia su casa.

Iba absorto en el recuerdo de la belleza y las gracias de su du hermosa Dama del Alba, cuando vio venir hacia él, por el mismo camino, un caballero en todo parecido a él y con un vestido exacto al suyo. Sorprendido, preguntóle Alonso de Olmedo quién era y de donde venía. Contestóle su doble con voz lúgubre que era el caballero Alonso de Olmedo, a quien unos desalmados acababan de asesinar en aquella cuesta. Y señaló una pendiente cercana por la que debía pasar el caballero para llegar a su casa.

Se alejó el desconocido, a quien hubiérase podido tomar propia sombra de Alonso de Olmedo, y el caballero quedóse un momento pensativo sin saber qué hacer.

Un extraño presentimiento apoderóse de su ánimo, y tenlado estuvo de volver grupas y encaminarse de nuevo a Medina. Pero otra vez el recuerdo y la ansiedad de sus padres, que creerían, sin duda, que había parecido víctima de un toro en la fiesta le impulsó a continuarsu camino.

No habría andado veinte pasos, cuando oyó una voz de mujer, clara y fresca, que cantaba esta copla:

De noche le mataron
al caballero;
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.

Parecióle que la voz salía de detrás de unos matorrales que había junto del camino, y desvióse para ver quién era el que había cantado. Dio vueIta a las matas, y no pudo ver a nadie. Miró por todos aque!los alrededores; mas no vio un alma.
Estuvo tentado de volver a Medina, y de nuevo el pensamiento de los ancianos le obligó a seguir adelante. Espoleó a su caballo, y a todo galope dirigióse hasta la cuestecilla que su sombra le señalara como el lugar donde había sido asesinado.
Jamás se supo qué había pasado exactamente. Sólo que al día siguiente, al amanecer, unos pastores le encontraron agonizante, con un cuchillo clavado en el pecho. No pudo decir más que al llegar a la cuesta unos caballeros se echaron encima de él y le acuchillaron. Y allí, en aquella misma cuesta, murió Alonso de Olmedo.

(según Leyendas de España de Vicente García de Diego)

jueves, 3 de septiembre de 2009

El origen de Madrid


Entre los pocos supervivientes que huyeron despavoridos al finalizar la guerra de Troya se encontraba el príncipe Bianor, el cual, tratando de evitar la masacre, se dirigió al puerto buscando alguna nave con la que abandonar el país. Al no encontrarla, se abrió camino hacia Grecia y después a Albania, donde fundó un reino. A su muerte, su hijo Tiberis, le sucedió en el trono. Tiberis tenía dos hijos, Tiberis y Bianor. El primero, legítimo de su matrimonio y el segundo engendrado con una bella aldeana llamada Mantua.

Tratando de evitar los problemas de sucesión en el reino, Tiberis dotó de una fabulosa riqueza a la aldeana Mantua y a su hijo Bianor, expulsándolos del reino rumbo a Italia.
Una vez en Italia, y en la región del norte, esta aldeana fundaría la ciudad de Manto, hoy conocida por Mántova.

Cuando Bianor alcanzó la madurez, se vio influenciado por un sueño, donde el dios Apolo le aconsejaba rehusar al reino que le ofrecía su madre, tomando la decisión de partir con sus huestes en dirección a la tierra donde muere el sol.

Antes de la partida, aconsejado por su madre, se puso el prenombre de "Ocno", cuyo significado era "el don de ver el porvenir en los sueños".

El viaje, que duró aproximadamente diez años, quedó interrumpido una noche, en la que de nuevo se le volvió a manifestar el dios Apolo, indicándole que, en ese mismo lugar debería fundar una nueva ciudad a la que tendría que ofrendar su vida.

Cuando Ocno despertó, pudo ver con sorpresa un terreno hermoso, apacible, rico en vegetación de encinas y madroños, con abundante agua. Cerca de este lugar, pastoreaban con sus rebaños unas gentes de carácter bondadoso y amable, llamados "Carpetanos" ó "Los sin ciudad", los cuales esperaban una señal de los dioses que les indicase donde asentar su patria.

Ocno les contó su sueño y allí mismo empezaron a construir una muralla, casas, un palacio y un templo. Cuando la ciudad estuvo acabada y se dispusieron a consagrarla a los dioses, surgió nuevamente el conflicto, ya que, mientras que unos eran partidarios del dios Apolo, otros no lo eran.

Ocno volvió a convocar a Apolo en uno de sus sueños, suplicándole que diera una respuesta a este conflicto.

Apolo volvió a aparecer y le indicó dos cosas importantes: la primera, que la ciudad debería consagrarse a la diosa "Metragirta", llamada también "Cibeles", diosa de la tierra, hija de Saturno, y la segunda, que había llegado el momento de ofrecer su propia vida para que cesara la discordia y se salvase la ciudad.
Al despertar, Ocno transmitió el sueño a sus gentes y mandó cavar un pozo profundo. Cuando estuvo terminado, se introdujo en el mismo y taparon la boca con una enorme losa tallada.
Todo el pueblo se sentó alrededor mientras oraban y entonaban cantos fúnebres, hasta que, la última noche de aquella luna, se desató una terrible tormenta y de las cumbres de Guadarrama, descendió en una nube la diosa Cibeles, que arrancó a Ocno de su tumba y lo hizo desaparecer.
Desde entonces, la ciudad se llamó con el nombre de la diosa "Metragirta". Después, pasó a ser "Magerit" y de aquí a Madrid, "La ciudad de los hombres sin patria".

¡Dejadme solo!


Un ameno reportaje de Angeles Villarta nos lleva a la curiosa estampa del Madrid del año 1418. Está en la urbe Juan II de Castilla y lidia un toro en presencia de cortesanos y pueblo..«El primero que mató un toro en Madrid fue su majestad don Juan II, rey de Castilla. Entonces, el primero que salía al ruedo que era cuadrado, (perdonen ustedes el disparate), era el toro. Los toreros estaban en el graderío. Miraban al cornúpeta, y si les parecía que podían con él bajaban a la arena, y si no, se quedaban tan tranquilos comentando con los compadres todos los castillos, alcázares y alcazabas que les habían quitado a los moros.

»Sacaron el primer novillo y probablemente fue don Juan II quien, por primera vez, pronunció la frase:

—Dejadme solo.

»Acababa de contraer matrimonio con doña Marta de Aragón y quería lucirse ante su joven esposa. Como todavía no era costumbre, no le brindó la muerte del novillo. Lo mató con un puñal.

»Parece que era un becerrete de pocas carnes y cortos cuernos; pero como quien le dio muerte fue el rey, los cortesanos dirían que había sido un toro de muchas arrobas.»

(Texto tomado de "¿Por qué es Madrid la capital de España...?" de Federico Bravo Morata)