jueves, 27 de mayo de 2010

El Puente de San Martín - Toledo


El puente de San Martín en Toledo tiene cinco arcos. El central tiene una dimensión casi doble que los que lo flanquean. Durante las luchas entre Pedro 1 y Enrique de Trastamara, cuando las tropas del segundo asediaban la ciudad, sus defensores destruyeron ese arco central para impedirles la entrada.

Se cuenta que, pasados treinta años de la destrucción del arco central en aquella guerra fratricida, el obispo Tenorio decidió financiar la reconstrucción y que, para ello, mandó buscar al mejor constructor del reino, que acudió a Toledo dispuesto a emprender una obra deseada por todo el pueblo. En poco tiempo, pues la rapidez había sido una de las condiciones impuestas por el arzobispo, el arco estaba reconstruido y se esperaba el secado de los materiales mientras unos andamios sostenían toda la estructura. Ya se había previsto la inauguración de la obra para fecha inmediata cuando el arquitecto, un día, acudió solo a efectuar comprobaciones de última hora.

Regresó a casa demudado, silencioso, con un rostro que no podía ocultar que algo muy grave estaba sucediendo. La esposa del arquitecto se dio cuenta de aquella actitud extraña, que contrastaba con la alegría con que se habían llevado a cabo las obras hasta entonces, y trató de saber qué sucedía. Asediado por sus preguntas, el constructor le confesó su tragedia: en su visita a las cimbrias se había dado cuenta de que había cometido un terrible error de cálculo, que el arco estaba mal construido y que en el momento en que se quitase el andamio el arco se hundiría. En su terror, se estaba imaginando ya el día previsto para la inauguración: el puente se encontraría abarrotado de gente, que caería irremisiblemente al agua entre los cascotes del derrumbe, provocando una catástrofe irreparable.

La esposa se dio cuenta de que la confesión de su error traería al arquitecto tanto desprestigio como el silencio y el desastre que sobrevendría. Pero tuvo la sangre fría de plantearse a sí misma que aquella situación exigía una respuesta rápida y sin esperas. Llegó la noche y se desató una terrible tormenta. Entonces la mujer, sin decirle nada a su esposo, tomó una tea encendida y salió camino del puente bajo el aguacero y los truenos. A riesgo de que el agua apagase la tea, se acercó a las cimbrias y la dejó entre cuerdas y maderos. Casi inmediatamente, el fuego prendió por toda la estructura y, al poco tiempo, un terrible estruendo avisó al pueblo de que el puente de San Martín se había venido abajo.

Todo el mundo pensó que un rayo había sido el causante de aquel desastre. Pero dispuesto a que por nada se interrumpiera el proyecto, el arzobispo ordenó que se comenzase todo de nuevo. Así, el arquitecto pudo corregir sus errores sin que nadie llegara a enterarse y, aunque con retraso, el puente pudo ser inaugurado con todas las garantías algún tiempo después.

La mujer que era muy piadosa y no soportaba el peso de la mentira, acudió al obispo Tenorio y le contó la verdad bajo confesión. El obispo la absolvió: no vio aquella acción como pecado, sino como acto de valentía por el cual salvó el honor de su marido y muchas vidas humanas que de otro modo se habrían perdido.

Por eso, sin decir a nadie la causa, hizo que una efigie de la esposa fiel y valiente fuera colocada en un nicho que todavía la luce en la clave central del arco.

Casa Carbonell - Alicante


Dice la leyenda que el empresario textil alcoyano Enrique Carbonell Antolí pretendía trasladarse a Alicante por motivos de salud ya que el benévolo clima de la ciudad era beneficioso para curar la enfermedad de su hija.

En una ocasión, se desplazo hasta Alicante don Enrique sufriendo un inconveniente en el trayecto y llegando sucio y harapiento al lujoso Hotel Palace para hospedarse y asearse.
En el hotel le negaron alojamiento por su aspecto y en venganza el empresario mando construir una casa tan grande y lujosa que eclipsara al vecino hotel.

Así sobre los solares que ocupaban las dos plazas del viejo mercado, se construiría la llamada casa Carbonell, confiando al arquitecto Juan Vidal que levantara los planos. Y el seis de mayo de 1921, presentó la solicitud al Ayuntamiento.

La casa Carbonell, de acuerdo con los planos, ocupa una superficie de ochocientos ochenta y un metros cuadrados y una fachada modernista rematada por varias torretas y cupulas.

martes, 11 de mayo de 2010

La leyenda de Parella - Menorca


Menorca no es ajena a estas leyendas y tiene una que personalmente es una de las que más me agrada escuchar cada vez que puedo. Siempre me ha sorprendido y es de mis preferidas. Por ello es que compartiré con quien no la conozca, la leyenda de Parella, una ciudad encantada en la isla de Menorca.

Según la tradición, el día de San Juan hacia Poniente, se puede divisar en el mar una ciudad que asoma por allí aunque jamás queda visible del todo. Se trata de la ciudad encantada de Parella, que según la historia, fue sumergida tras un encantamiento producido por una ciudad rival que en un ataque de celos, provocó su desaparición.

La misma leyenda también dice que existen dos formas de que obtenga la redención. Una, que siete Juanas se encuentren en la costa con siete Juanes (obviamente, sin estar de acuerdo entre sí) y la segunda, si una persona de noble corazón ingresa en ella tres veces consecutivas.

La leyenda nos menciona que una vez esta segunda opción casi sucede, debido a que un joven logró ingresar dos veces en Parella. ¿El motivo? El amo de este joven, le envió para afilar un arado a la Ciutadella, pero al volver lo hizo con uno de plata.

Sorprendido, le envió nuevamente con una guadaña de hierro, regresando con una de oro. Su amo sorprendido le envía con el arado más grande que poseía pero esta vez, comienza a seguirle, observando que no toma el camino a Ciutadella, sino que va hacia Cala Blanca pero al llegar exclama “Parella ha desaparecido“.

Allí, su amo recordó la leyenda de Parella y comprendió que sucedía pero el joven no pudo ingresar por tercera vez pues la avaricia de su amo le impidió lograrlo.

(Marcelo Ferrando Castro)

Origen de la Familia Meneses


El obispo Don Tello Téllez de Meneses fue famoso en la Palencia del siglo XIII.por su sabiduría y su valor. Sobre el origen de su familia se cuenta la siguiente historia:

Había hace cientos de años un rey de León que tenía una hija muy hermosa. Cuando la princesa cumplió los 18 años el rey la llamó y le dijo:

- Querida Clara, hasta ahora has sido la alegría de mis días, pero ha llegado el tiempo de casarte y he decidido conceder tu mano al conde Ordoño. Me llena de tristeza pensar que vas a separarte de mí, pero, a cambio, sé que vas a hacer un buen matrimonio.

- Pero, señor, dijo Clara, el conde vive muy lejos, apenas podré veros, y además no me gusta, es gordo y violento y no creo que me ame.

- Una joven debe obedecer a su padre en estos casos. He dado mi palabra al conde, ¡no se hable más del asunto!

El monarca salió enfurecido y sus pisadas sonaron con fuerza sobre el suelo de piedra. Clara se marchó a sus habitaciones pensando en lo injusto que era el que los padres eligieran los maridos para sus hijas.

Estaba tan enfadada que apenas pudo dormir esa noche. Al amanecer había tomado una arriesgada decisión: se marcharía del castillo antes de que el conde Ordoño viniese a buscarla para casarse con ella. De cualquier forma, iba a tener que separarse de su padre y de sus amigos, así que prefería escapar a tener que casarse con aquel hombre horrible.

Al preparar su marcha, Clara comprendió que si tenía que irse sola más valía que no dijese a nadie que era una princesa. Buscó en las cocinas del castillo, aquí y allá, hasta que tuvo lo necesario para vestirse de aldeana.

Y una noche, cuando apenas faltaba una semana para el día de su boda con el conde, la princesita salió, sin que nadie la viera, por una puerta secreta del castillo; se alejó valientemente caminando hacia el sur.

Al verla nadie hubiera imaginado quién era. Iba vestida con las ropas humildes de las aldeanas y en su hatillo había metido algunas cosas para comer durante su viaje. De todas sus antiguas pertenencias sólo había conservado el anillo de oro que su padre le regalara al cumplir 15 años.

Recorrió caminos y pueblos, y llegó a un lugar llamado Meneses de Campos. Vivía allí un labrador que se llamaba Tello y tenía una hermosa casa de piedra y muchas tierras en las que cultivaba trigo. Clara pidió trabajo en esta casa honrada, explicó que se había quedado huérfana y fue admitida enseguida.

La princesa tuvo que aprender a trabajar y esto no siempre le fue fácil, pero ella era alegre y decidida, así que se ganó en poco tiempo el aprecio de todas las gentes de Meneses.

Tello se enamoró de aquella joven tan especial, y lo mismo le ocurrió a Clara, de modo que, pasado un tiempo, se casaron.

Habían transcurrido los años y una tarde apareció en Meneses el rey de León. Se había perdido yendo de caza y buscaba refugio para pasar la noche a la espera de que sus hombres lo encontrasen.
Los habitantes de Meneses llevaron al rey a casa de Tello porque era la mejor del pueblo y les parecía la más adecuada para tan importante personaje.

El rey fue recibido por Tello con respeto y sencillez. Al sentarse a cenar se sorprendió al ver que le servían una "malasada" que era una clase de tortilla que a él le gustaba mucho, pero su sorpresa fue mayor cuando, dentro de la tortilla, encontró el anillo que había regalado a su hija Clara por su cumpleaños.

Hacía ya mucho tiempo que el rey se había resignado a creer que había perdido para siempre a su hija querida. A veces se había arrepentido de su dureza con ella, y ahora, al encontrar aquel anillo, el buen rey sintió que la esperanza volvía a nacer en su corazón. Con la voz entrecortada por la emoción pidió que trajeran a su presencia a la persona que había preparado su cena. Apareció Clara sonriendo en la puerta de la habitación y su padre la reconoció al instante.
Después de los abrazos vinieron las explicaciones. Clara contó a todos los presentes lo que le había sucedido desde la noche en que salió de su castillo, y así supo Tello que se había casado con una princesa.

El rey no tuvo más remedio que reconocer que Clara había heredado su carácter resuelto y su presencia de ánimo, y decidió que debía perdonarla, ya que no está mal que los hijos se parezcan a sus padres.

Concedió a Tello el señorío de la villa de Meneses como premio a su honradez y, a partir de aquel día, Clara y su marido fueron aún más felices de lo que habían sido hasta entonces.