domingo, 25 de diciembre de 2011

El Tió de Nadal


El Tió de Nadal es un personaje mitológico catalán y relata una tradición de Navidad en Cataluña (España). Esta tradición también se puede encontrar en Occitania bajo el nombre Cachafuòc o Soc de Nadal, y en Aragón como Tronca de Nadal o Toza, todos ellos antiguos territorios de la Corona Aragonesa.

En el día de la Inmaculada Concepción (esto es, el 8 de diciembre), se empieza a dar de comer cada noche al Tió (un tronco), y se tapa normalmente con una manta para que no pase frío durante la noche. Se le alimenta hasta la Nochebuena, y entonces el tió, golpeado con bastones por los niños, "cagará" regalos para estos.

El Tió nunca defeca objetos grandes (estos ya los traen los Reyes Magos) sino chucherías, barquillos y turrones para los más pequeños. Según la comarca defeca higos secos y cuando deja de defecar (porque ya no le queda nada) defeca un arenque salado, un ajo, una cebolla, o se orina en el suelo.

Es común que lleve una barretina y una cara sonriente en uno de los extremos y que se sostenga con dos o cuatro patas.

(Resumen de  Wikipedia)

jueves, 22 de diciembre de 2011

La Guaixa

La Guaxa es otro ser mitológico que junto a la Güestia, el Güercu y el Carru de la Muerte se ocupa de predecir la muerte de las personas.
Es un ser dañino que es el causante de enfermedades, y si no se pone remedio incluso de la muerte.
Normalmente es invisible a los humanos, que perciben su presencia a través de enfermedades, muerte o desapariciones de personas, aunque a veces se aparece a ellos según algunos testigos que sostiene opiniones dispares: unos que no tiene una figura determinada, otros que es una mujer con aspecto de bruja de pelo blanco con un sólo diente muy afilado, la cara arrugada y llena de verrugas, extremadamente delgada y feísima, aunque también se le relaciona con las curuxas (ya que son aves nocturnas), especialmente con una llamada Currucha que en sus cantos parece pronunciar la palabra Guax, de plumas blancas, ojos fijos y finísimas garras para poder abrir las arterias de los niños mientras duermen. La Guaxa es insistente y no se irá hasta que acabe con ellos, a menos que alguien la eche con un amuleto o conjuro.
Por allí por donde pueda pasar el aire, la Guaxa también pasará. Habitualmente se cuela en las casas a través de la cerradura de las puertas, donde los niños o los jóvenes están durmiendo, les clava su único diente y los va desangrando. Así cuando alguien se va consumiendo poco a poco o simplemente desaparece sin dejar ningún tipo de rastro se dice : Paez que lu tragó la Guaxa.
Debido a estos relatos, la Guaxa es utilizada comúnmente para meter miedo a los niños para que sean obedientes, como el Papón o el Home del Untu.
Se  la compara con La Guajona de Cantabria y con la Xuxona de Galicia ya que las tres comparten el gusto por la sangre de las personas jóvenes.
Hay un dicho popular frecuente en lo que a desapariciones de cosas y personas se refiere: ¡Lo comió la Guaxa!

El platero Pedro Alvarez - León

Conozcamos hoy el curioso episodio del célebre platero Pedro Alvarez conforme lo narra Raimundo Rodríguez Vega, capellán que fue del convento de la Concepción y archivero de la Catedral durante muchos años. Hablaba del platero Pedro Alvarez por documentos del siglo XV.


Parece ser que por aquellas calendas el platero en cuestión, Pedro Alvarez, trabajaba los encargos que le hacía el Cabildo, cuyos señores capitulares eran celosos de que la catedral de León tuviese los adecuados objetos sagrados que solemnizan el culto.


Así las cosas, el canónigo tesorero encargó al afamado artista la confección de unos hermosos candelabros de plata para el altar. Al efecto le entregó el preciado metal necesario, a fin de culminar la obra conforme a lo que previamente se había estipulado. Y nuestro protagonista, al igual que en anteriores ocasiones, poniendo a gala, una vez más, su rara habilidad de maestro orfebre, fue preparando los moldes, utensilios y herramientas para que su trabajo llegara a feliz término lo más brevemente posible.


Pero la tentación es muy mala consejera. El platero, reunió sus cosas, hizo un petate, cerró su casa, y con el montón de plata, más o menos trabajada, huyó un anochecer de León y huyó a Portugal.


Atrás quedaba todo: el trabajo honrado y reconocido, la tranquilidad de vida, la obligación contraída, el honor de su profesión y de su persona. En adelante, pese al montón de plata, era un fugitivo de la sociedad y de la justicia.


El Cabildo catedralicio supo de inmediato la misteriosa desaparición de Pedro Alvarez con aquel botín. Y lo admirable es que no se sorprendió de la noticia; no se extrañó del hecho. Los señores canónigos sabían de las flaquezas humanas. y el robo lo tomaron con filosofía. Una tentación ocurre a cualquiera. Sin dar mayor publicidad al asunto, el Cabildo, pues, siguió como antes, como siempre, y tuvo, además, la elegancia humana y de no dar parte a la justicia del robo cometido.


Los señores capitulares, con gran dignidad ante lo sucedido, encargaron a otro platero el trabajo de nuevos candelabros. Y: ¡Aquí, señores, no ha pasado nada.


Pasó el tiempo. Y al cabo de un par de años, cuando ya todo se encontraba arrinconado en el desván del olvido, aparece nuevamente en León el orfebre Pedro Alvarez, el afamado artista huido y robador. Su presencia atrajo la curiosidad de las gentes. Arrepentido y avergonzado se presentó, inesperadamente, al tesorero catedralicio para devolverle lo que se había llevado a Portugal.


El caso es sorprendente, asombroso. De ello se entera toda la ciudad. Pedro Alvarez no había dilapidado nada de su robo, de aquel montón de plata que tenía depositado en su taller de León para hacer los famosos candelabros. Cuenta a los señores canónigos toda su odisea y quiere restituir lo que no es suyo. Ese era el fundamento de su regreso, y que sea lo que Dios quiera. El Cabildo le escucha estupefacto. Posiblemente más confuso y turbado que el propio Pedro Alvarez.


¿ Qué ocurrió entonces con el contrito platero leonés? Hubo la regañina de rigor, pero Pedro Alvarez no fue perseguido: "Lo pasado, pasado". Y lo más asombroso de todo, lo más increíble de todo, fue que Pedro Alvarez, el gran platero leonés, el consumado maestro de la orfebrería, rehabilitada su vida, siguió trabajando para la Catedral como... ¡platero de confianza del Cabildo!


En las actas capitulares de la «Pulchra Leonina», del siglo XV, se encuentra toda la historia de Pedro Alvarez, el famoso platero de León. Una historia que parece una novela


(Resumen de "Tradiciones leonesas" de Máximo Cayón Waldaliso.)

·El pastor de la Albufera

Cerca de la albufera valenciana, hace ya muchos años, un pastorcillo iba todos los días a apacentar sus cabras.
Era casi un niño y cuenta la leyenda que viva solo en una pobre cabaña entre la laguna y el mar. Todos los días paseaba por la dehesa sin mas compañía que su ganado, entre los pinos y las zarzas y cuando el sol calentaba el pastorcillo se sentaba al pie de un recio arbusto para solazarse con el sonido melódico de su flauta. Al eco de la música acudía siempre una pequeña culebra que permanecía junto al muchacho largo rato haciéndole compañía.
Tan solícito era el reptil que día tras día fueron estrechando una extraña amistad que hasta llegó a inquietar sus vecinos.
Deseoso de poder llamarla de alguna forma le puso por nombre Sancha, y tanta fidelidad le demostró que llego a agradecerle su visita como si se tratase de una amiga, el reptil por su parte en cuanto oía la flauta seguía alegre el ritmo de la melodía.
Así fue transcurriendo el tiempo y los dos extraños e insólitos compañeros se sintieron aliviados en su soledad. Pero el pastor cumplió la edad para prestar sus servicios a la patria y no tuvo mas remedio que dejar sus cabras, su flauta y lo que más le dolía la compañía de su amiga Sancha,
Pasaron diez años lejos de la dehesa y se hizo un hombre y encontró nuevos amigos, pero el recuerdo de Sancha y su compañía en sus días de soledad no lo había olvidado nunca.
Deseoso de volver a verla y evocar su juventud decidió volver a la Albufera y se fue a caminar un buen rato entre zarzas y matorrales, y llego al pie del arbusto donde se sentaba a tocar la flauta, llamó entonces a Sancha y, tras un rumor de hojas secas, la culebra apareció ante él; pero ya no era el pequeño reptil, sinó que su cuerpo había crecido en tal proporción que el militar se asusto y quiso huir, pero no le fue posible, porque Sancha más rápida se abalanzo para abrazarle y sé enrosco alrededor de su cuerpo, el joven pálido de terror noto que se estrechaba hasta dificultarle la respiración, mas no tuvo defensa alguna. Sancha emocionada estrujándole cada vez con mas calor, le quebró los huesos y acabo asfixiando con su viscoso cuerpo a su gran amigo.


(texto de "La velleta verda")