miércoles, 29 de septiembre de 2010

La Reina Loba - Figueirós (Orense)

En Galicia se habla mucho de la reina Loba- pero nadie sabe exactamente quién fue. Ni exacta ni aproximadamente. Sólo se sabe que vivió hace muchísimo tiempo. Se habla de ella acá y allá, un poco en todas partes, y la historia que se cuenta es más o menos la misma.


El pueblo de Galicia, cuya estructura y temperametpo feudal se manifiesta en múltiples detalles apreciables para quien posea verdadero sentido histórico, no por eso se ha doblegado nunca a los abusos señoriales. Siempre tuvo la tendencia a rebelarse contra los malos usos y contra las serventías injustificadas. La que llaman "revolución comunal" duró allí más que en ninguna parte, y los gallegos sostuvieron con sus señores largos pleitos, guerras y golpes de mano- Una historia de éstas es la de la reina Loba.


En el pueblo de Figueirós, no muy distante de Orense, dominaban las turbas de la reina Loba. Era ésta una mujer siniestra y terrible. (No deja de parecerse a otra reina que presenta Maeterlinck en La mort de Tintagiles.) Vivía en su castillo, huraña y soberbia, y era muy difícil llegar hasta ella.


Para su manutención y la de su corte, los súbditosfueron obligados a entregarle cada día una vaca y un carnero. Los vasallos se turnaban en
este servicio, correspondiendo hoy a una casa o fuego -hogar o familia-proporcionar las reses, y mañana a otra. Tal tributo era considerado como indebido y odiado por todos los súbditos de la Reina Loba porque los rebajaba a la condición de pecheros. Mas pasaron muchoa años pagándole religiosamente, sin resistencia ni protesta; se limitaban a la
murmuración en voz baja y a tragarse su ira, por temor a la reina que infundía en todos gran miedo, porque sus severas y crueles órdenes se
cumplían siempre en forma inexorable, sin que sirvieran de nada las súpilcas, las alegaciones ni la fuga. Las turbas de la reina Loba perseguían a los vasallos caídos en desgracia con un celo y un ensañamiento sin igual. De aquí el terror que la reina infundía.


Por fin le tocó el turno para empezar a contribuir para la mesa de la reina al pueblo de Figueirós. Pero los vecinos de este pueblo eran gente altiva y cuidadosa de sus derechos, que no estaba dispuesta a consentir en pagar como pecheros lo que no les correspondía. Por ello se pusieron de acuerdo y determinaron negarse al pago del tributo.


Mas su resolución no era suficiente, pues la reina Loba enviaría a sus hombres de armas, a sus sayones y sicarios, y las casas serían saqueadas; el pueblo, incendiado; los rebeldes, perseguidos a muerte; las mujeres y los niños serían pasados a cuchillo, y los hombres tendrían que defenderse en el bosque y acabar por ser muertos uno a uno, o rendidos por hambre, para sufrir suplicio infamante. Era preciso precaverse contra tan terrible suerte, y lo mejor era adelantarse, tomar la ofensiva, ir en seguida en contra de la reina, lo más pronto posible, para poder cogerla desprevenida.


En efecto, se armaron lo mejor que pudieron y marcharon contra el castillo de la reina Loba.


Fiada en el terror que inspiraba, la reina Loba no estaba preparada para la defensa. Los de Figueirós eran los primeros en atreverse con ella, y ella nunca hubiera contado con que tal cosa pudiera suceder.


El combate fue breve. Los de Figueirós asaltaron el castillo, se apoderaron de la persona de la reina Loba, le dieron muerte y arrojaron el cadáver desde lo alto de la muralla ante la multitud de gentes de otros pueblos que se habían agolpado al rumor de la hazaña.


Así terminó para siempre el odioso tributo, y los pueblos quedaron libres de la tiranía de aquella reina malvada.


Los vasallos de la reina Loba, agradecidos, compusieron esta copla, que todavía se repite en toda la comarca:


Mataste a reina Loba,
pueblo de Figueirós,
mataste a reina Loba,
fidalgo quedaste vos.


(según Vicente García de Diego en "Leyendas de España")

martes, 7 de septiembre de 2010

San Virila - Leire

Santo cuya fiesta se celebra el 3 de octubre, junto a la de San Francisco de Borja. Nacido en Tiermas (Zaragoza) en 870 y, si no se atiende a la leyenda que se cierne sobre su persona, debió morir en el Monasterio de Leire en 950.

Precisamente esta leyenda nos cuenta que cierto día primaveral, el abad Virila decidió dar un paseo por los bosques cercanos al monasterio, mientras meditaba sobre el gozo de la eternidad. En ello, un ruiseñor le distrajo hacia una fuente donde se quedó dormido. Al despertar, encontró el camino de vuelta al monasterio tras una larga búsqueda, pero quedó contrariado al ver que el tamaño de la iglesia y otras dependencias era mayor a las que él había abandonado esa tarde. Cuando entró en él, nadie supo reconocerlo ni él pudo identificar a ninguno de los monjes que ahora ocupaban Leire, así que decidieron buscar en el archivo del cenobio y descubrieron que se trataba del abad Virila, desaparecido en el bosque trescientos años antes.
Tras la expectación inicial, decidieron celebrar un Te Deum para dar gracias a Dios, en el que Éste habló al abad y le dijo: "Virila, tú has estado trescientos años oyendo el canto de un ruiseñor y te ha parecido un instante. Los goces de la eternidad son más perfectos."
 Un ruiseñor penetró en aquel momento en la iglesia portando un anillo en el pico y lo colocó en su dedo, por lo que volvió a ser abad de Leire hasta que Dios quiso que viera la eternidad que tanto le había intrigado.
(Guía de leyendas españolas de Juan G. Atienza)

El cantero y el oso de Arbás

La leyenda se centra en la época en que se estaba construyendo el hospital de peregrinos. El emplazamiento elegido, en medio del puerto, exigía grandes esfuerzos por parte de los constructores, que tenían que acarrear las piedras desde lejanas canteras. Para facilitar su trabajo, habían dispuesto yuntas de bueyes que recogían la carga de piedras en el lugar donde se extraían y la transportaban hasta las inmediaciones de la obra, donde eran talladas y esculpidas.

De noche, los bueyes eran encerrados en apriscos un poco alejados del lugar donde dormía la cuadrilla de canteros.
Una noche, uno de ellos despertó sobresaltado al oír en la lejanía el doloroso mugido de un buey. Pensando que algún animal habría saltado al aprisco, corrió y llegó a él con el tiempo justo de sorprender a un enorme oso que había atacado a uno de los bueyes y, después de matarlo, se disponía a comérselo. El cantero se abalanzó sobre el oso y luchó con él hasta vencerlo.
Una vez probada su superioridad sobre la fiera, se sintió generoso y en lugar de darle muerte tomó el yugo y unció parejos al oso y al otro buey que quedaba de la yunta. Hasta que se concluyó la obra, el oso y el buey condujeron juntos sus cargas correspondientes de piedras desde la cantera a la obra.

El Trasgu

El Trasgu es un duende o gnomo de figura diminuta y simpática, viste blusa de bayeta colorada y gorro del mismo color.

Es duende casero, penetra en las casas cuando el fuego está encendido. Normalmente se preocupa de hacer las labores domésticas y trabaja colocando todo en su sitio, pero si está de mal humor, rompe los cacharros, esconde objetos, revuelve la ropa y da voces y gritos espantando al ganado.
Cuando por sus continuas travesuras, quieren deshacerse de él, y ya que presume de tenerlo todo muy ordenado y limpio (cuando está de buen humor), le extienden por el suelo linaza o mijo y se lo mandan recojer - el Trasgu tiene la mano con un agujero-, también le mandan blanquear la pelleja de un carnero negro, o traer un cesto lleno de agua, cosas imposibles de realizar por él.
El Trasgu, picado en su amor propio abandona la casa para no volver. conocido en todo el mundo (duendes, gnomos, pucks, ...), es pequeño, enano, de no más de 80 cm de estatura, tiene la piel negra u oscura, las piernas torcidas, con grandes uñas en las manos, la boca descomunal, la nariz aplastada, los ojos brillantes y pequeños, cuernos y rabo; es muy delgado y cojo, pero aun así se mueve con rapidez asombrosa y suele dar asombrosos saltos, su rostro tiene casi siempre una expresión burlona, a no ser que se le moleste y enfade; suele vestir con gorra y blusón coloradas, también tiene un agujero en la palma de su mano izquierda
Perteneciente a la clase de duendes domésticos, se puede comportar de forma contradictoria, unas veces ayudando a los habitantes de la casa en la que habita, colaborando en las tareas del hogar y otras veces, tirando, ensuciando, ocultando las cosas y comiendo glotonamente lo que encuentra en la cocina.
Puede pasar de un estadio a otro sin ninguna razón aparente; su presencia llega a ser muy molesta, tanto que algunos, para deshacerse de él se mudan de casa, pero él les sigue y dice:
"ya que todos vais de casa mudada, también vengo yo con la mi gorra encarnada"