miércoles, 27 de febrero de 2008

Isla de San Borondón (Canarias)


En el siglo V, y a la vista del poco éxito que entre las gentes de Irlanda encontraban sus predicaciones, san Brandán o Brendano, que en las islas Canarias es recordado con el nombre de san Borondón, por consejo de san Barinto y en compañía de siete compañeros ermitaños -hay quien dice que fueron catorce--, se embarcó para abandonar aquella isla y viajar en busca de otras donde sus prédicas fuesen bien aceptadas. En especial buscaba la famosa isla Deleitosa, la isla paradisíaca que se ha conocido también con el nombre de Encubierta, Non Troubada, Encantada o Perdida, donde se asegura que viven los "niños de agua", niños maltratados a quienes las hadas adoptaron, vigilados por la señora "Seteharalomismoquetuhiciste" y premiados los días de fiesta por su hermana, la señora "Hazloquetegustariaquetehicieran".


Hay narradores que dicen que san Borondón llegó a encontrar aquella isla, pero muchos otros aseguran que no fue así, sino que el santo y sus compañeros de tripulación, tras un viaje lleno de tribulaciones y accidentes, y de arribar a diferentes islas y abandonarlas, avistaron una isla hermosísima, cubierta de vegetación espesa y refulgente entre la que brillaban miles de flores, sobrevolada de pájaros con plumas de todos los colores.


Imaginando que se trataba de la isla que con tanto ahínco habían ido buscando, los santos viajeros atracaron junto a ella su embarcación, buscaron leña para preparar un buen fuego con que secar sus ropas empapadas y se dispusieron a celebrar la misa de la Pascua de Resurrección, que aquel mismo día se conmemoraba.Cuando estaban en medio de la misa, el suelo empezó a moverse bajo sus pies y los santos navegantes descubrieron, horrorizados, que la aparente isla no era sino un gigantesco animal marino, el pez que llaman jasconio, el primero de los que nadaron en el mar, que debía de llevar dormido muchísimo tiempo, tanto como para hacer posible la fructificación de aquella espléndida vegetación sobre su piel, pero al que sin duda había despertado la gran hoguera encendida por los recién llegados.


Sin perder la esperanza, san Borondón pidió a Dios que paralizase de nuevo al monstruo que empezaba a despertar y Dios se avino a sus ruegos.Fuese isla fija o monstruoso animal, el hecho es que la isla descubierta por san Borondón acabó incorporándose al archipiélago de las Canarias, ya desde tiempos muy antiguos conocidas como islas Afortunadas, como la octava de ellas, aunque con la milagrosa particularidad de que solamente se hace visible en algunas circunstancias.


Están documentadas sus apariciones al menos desde el siglo xv y se han preparado expediciones en su busca que, tras avistarla, no han podido arribar a ella por el mal tiempo. La última expedición infructuosa en busca de la isla de san Borondón fue ordenada por el capitán general de las Canarias, don Juan de Mur, en 1721.


El 10 de agosto de 1958 el periódico madrileño ABC reprodujo una fotografía de esa isla mágica.

La Torre del Oro (Sevilla)


La famosa torre Sevillana, que tiene un gran prestigio en la tradición y la leyenda, conserva el recuerdo de sus airosas formas morunas, como las de la sultana que aguardaba una cita amorosa en la ribera del Guadalquivir. Toma el nombre de Oro porque de ese color eran los cabellos de la bellísima dama, a quien el rey Don Pedro tuvo encerrada en la torre, aprovechando la ocasión de que el marido de la dama se encontraba guerreando con sus soldados.


La dama de los cabellos de oro, por guardarse de las tentaciones del mundo, se había encerrado en un convento aguardando la vuelta del esposo para dejar la clausura.


Sucedió que el rey, para el cual no había clausura en los conventos, vio un día a la señora de la cabellera de oro, cuyas trenzas, por lo abundantes, no podía ocultar en la toca monjil, y se enamoró de ella. Era una santa la monja, y se consideró perdida porque Don Pedro era un hombre que lo que quería hacía, y valiéndose de la fuerza que le daba ser el rey, la sacó del convento encerrándola en la torre.


La dama no pensó jamás en quitarse la vida, pero sí en sacrificar su hermosura. Lo primero que hizo fue cortarse la espléndida cabellera de aquel oro tan codiciado por el rey, y después pensó en arrojarse a la cara un frasco de vitriolo. La hermosa estaba tan bien custodiada en la torre, que le fue imposible adquirir el vitriolo, y como se valiera de una mujer que estaba a su cuidado para conseguirlo, ésta, en lugar de proporcionárselo, se lo contó todo al rey Don Pedro. El monarca se puso furioso al conocer las horribles resoluciones de su prisionera. Abusó de la pobre dama indefensa, devolviéndola luego al convento. Pero ella no esperó el regreso de su esposo, sino la muerte, que no tardó en llegar, siendo más humana y piadosa que Don Pedro.


Su esposo no llegó a verla ni viva ni muerta. Agravado y ansioso de venganza, fue a reunirse con "El Bastardo", un hermano de Don Pedro, cuando los dos hermanos estaban enzarzados en una guerra de exterminio.


El fin de Don Pedro fue desastroso como todos sabemos.

El Santo Grial


El propio Wagner, al localizar el escenario del castillo de Montsalvat, donde se encontraba el Santo Grial o Graal, la milagrosa copa capaz de conceder la inmortalidad, que utilizó Jesucristo en la Última Cena y en la que José de Arimatea recogió su sangre cuando estuvo en la cruz, aludió a las «montañas septentrionales de la España gótica».

Parece no haber dudas de que ese lugar es San Juan de la Peña y parece que Anfortas, (el «rey pescador) de la leyenda artúrica, no sería otro que Alfonso I el Batallador, en quien al parecer se cumplen todas y cada una de las características del rey del Grial, incluso la de haber contraído matrimonio con una princesa orgullosa - que sería la leonesa doña Urraca - y no dejar descendencia.

Como se sabe, el Santo Grial había sido trasladado a Roma por san Pedro para que sirviese de cáliz en la primera sede episcopal del cristianismo. Durante la cruel persecución de Valeriano, que pretendía hacerse con todos los tesoros de la Iglesia, el papa Sixto, antes de ser martirizado, encargó al diácono Lorenzo que guardase bien el Grial. Lorenzo, que era de Huesca, lo envió secretamente a su ciudad natal.

La invasión árabe obligó al obispo Acisclo a huir de Loreto, Huesca, con la sagrada reliquia, que estuvo escondida en una cueva, antes de pasar por varios monasterios pirenaicos, y llegar, a principios del siglo XI, a la catedral de Jaca. Un obispo trasladó el Grial desde Jaca a San Juan de la Peña, y allí permanecía la reliquia cuando pasó el caballero Parsifal, aunque no llegó a verlo por carecer de los méritos necesarios.

A finales del siglo XIV el rey Martín el Humano se llevó el Grial a Zaragoza, donando a cambio un precioso cáliz a San Juan de la Peña. La reliquia pasaría más tarde a la capilla real de Barcelona, pero el rey Alfonso V la trasladaría a Valencia, y Juan II se la entregaría al cabildo catedralicio de la misma ciudad, que le consagró una capilla especial y es su actual depositario.
También hay quien señala que el Grial de Valencia no es el verdadero, pues el caballero Parsifal, tras haberse purificado en las cruzadas, habría regresado a San Juan de la Peña para hacerse con el sagrado vaso, que habría trasladado a algún lugar de Oriente, donde ha de quedar oculto por los siglos de los siglos, hasta el fin de los tiempos.

martes, 26 de febrero de 2008

La Cruz de Caravaca


En la iglesia de la Vera Cruz de Caravaca, Murcia, se conserva una cruz de forma patriarcal elaborada con pedazos de la auténtica madera empleada en el suplicio y muerte de Cristo, cuya aparición milagrosa dio origen a la erección del templo. La iglesia se encuentra dentro del castillo, que fue templario,aunque sus cimientos sirvieron antes de asentamiento a una fortaleza árabe.


En el año 1231, cuando en Castilla reinaba Fernando III y en Aragón Jaime I, en la España musulmana, desaparecido el califato de Córdoba, el poder estaba dividido en más de veinte reinos, y era rey de Murcia Abu Zeit.Con ocasión de las escaramuzas libradas contra los cristianos, y contra los otros reinos árabes, o por puras razones de policía, en la mazmorra de la fortaleza de Caravaca había muchos presos, y un día el rey Abu Zeit se dispuso a identificarlos para conocer la condición de cada uno y calcular el rescate que podía pedir por la liberación de los más notables. Uno de los cautivos era un sacerdote llamado Chirinos, que había sido encarcelado por recorrer el reino predicando la doctrina cristiana.Abu Zeit era buen creyente musulmán, y sabía que Alá y Dios son el mismo ser, y también que Jesucristo había sido un profeta de Dios.


Después de conocer su profesión, llamó a Chirinos a sus aposentos y tuvo con él una larga plática sobre la religión cristiana y los ritos que en ella se celebraban, que nunca había presenciado, y el significado que los creyentes cristianos les daban.Las explicaciones del cura Chirinos fueron tan precisas que Abu Zeit sintió crecer su curiosidad, y le propuso al cura que celebrase una misa para que él pudiese comprender con certeza lo que aquél le contaba. El cura le aseguró que lo haría gustoso, pero que le faltaban los objetos litúrgicos y las vestimentas apropiadas. El rey ordenó entonces que le indicase cuáles eran tales objetos y vestiduras, que él se ocuparía de conseguirlas, y el cura se lo dijo.


Unos días después, los emisarios que el rey Abu Zeit había enviado en busca de lo necesario para la misa llegaron con ello, y el cura Chirinos tuvo que preparar un pequeño altar y revestirse para la misa. Y estaban ya encendidas las velas sacramentales y todo dispuesto para comenzar la ceremonia, cuando descubrió que, por inadvertencia suya o por descuido de los encargados, faltaba la cruz que debía presidir el altar. Así se lo hizo saber al rey árabe, que unos pasos más atrás contemplaba los preparativos en silencio.En aquel mismo momento, un fuerte resplandor iluminó la estancia desde una de las ventanas superiores del muro e inmediatamente descendió, sostenida por dos ángeles, hasta posarse en el altar, la cruz que Chirinos necesitaba para decir su misa.El milagro fue doble, pues la cruz era la que había pertenecido a santa Helena, la madre del emperador Constantino, y que tras largas vicisitudes había llegado a poder de Federico II Hohenstaufen, emperador de Alemania y rey de Sicilia, que por incumplir la promesa de tomar parte en la santa cruzada fue excomulgado por el Papa Inocencio IV.


Una de las consecuencias de la excomunión fue que la sagrada cruz desapareció de sus manos para ser trasladada en aquel mismo momento a la misa del cura Chirinos.Abu Zeit se convirtió y fue bautizado con el nombre de Vicente Bellvís.

Santa Comba


Cuenta la Leyenda que, en un islote de unos 110 metros de largo y 90 metros de ancho, al cual solo se puede acceder por unas escaleras de madera de reciente construcción, y que hoy es la playa de Santa Comba, apareció hace muchos años la imagen de una Virgen tallada en madera que, al parecer, llegó a aquel lugar flotando en una pila de piedra, cuyo peso es casi incalculable. Allí se quedó varada y todavía se conserva en perfectas condiciones.


Al islote no se tiene acceso por ninguna de sus caras, formadas por acantilados de tipo mediano. La pila de piedra con la imagen de la Virgen llegó a la isla en una noche en que la mar, embravecida y en marea alta, la depositó en aquel lugar, según cuenta la historia. La talla corresponde a la Virgen de Santa Comba, de ahí que se le diese el nombre a la playa donde se encuentra el islote. Actualmente, Santa Comba es la patrona del pueblo de Cobas y está en la Iglesia Nueva.


Los vecinos de la aldea, en honor a la Virgen, construyeron años mas tarde una ermita a su Patrona, que fuese lugar de culto y peregrinaje. La ermita, de 15 metros de largo por seis de ancho, fue construida en piedra por los propios aldeanos y en la actualidad el pueblo recauda fondos para su conservación y mantenimiento.


El día de Santa Comba se celebra el último domingo de Agosto. La Virgen es llevada en procesión desde la iglesia hasta la ermita, donde se celebra una misa y oficios en su honor. Ese domingo es celebrado en el pueblo con diversas fiestas y actos programados. Es el día de su Patrona, el de la Virgen de Santa Comba.

lunes, 25 de febrero de 2008

Orígenes de Montserrat (Cataluña)


"Montserrat, muntanya santa
la muntanya de cent cims."


Así dijo de Montserrat el poeta Joan Maragall. El hecho es que, en un tiempo muy antiguo, la mole que hoy forma el macizo de Montserrat no estaba en la superficie de la tierra, sino bajo ella: eran los cimientos de una montaña sobre la que se elevaba una ciudad tan grande y fastuosa como llena de pecado.

La ira de Dios obligó a la enorme masa montañosa a girar súbitamente sobre sí misma, dejando la infame ciudad para siempre sepultada y al aire las ciclópeas raíces de lo que antes estaba hundido en lo profundo de la tierra.

Se dice que los ángeles divinos fueron luego tallando y serrando las formas de las rocas hasta darles el aspecto que determinó su nombre, aunque en esto no coinciden todos los narradores, pues hay quien señala otros orígenes milagrosos para las formas, aparentemente caprichosas, de algunas rocas concretas. De una serie de ellas se dice que son unos frailes petrificados por honrar a un compañero que no lo merecía. Hay un gran peñasco del que se asegura que es un gigante nocturno, hechizado por la luz solar y convertido en roca.

Sobre el monasterio se puede contemplar una especie de gigantesco alvéolo donde encajaba un peñasco inmenso que un demonio hizo al parecer desplomarse para destruir el santo edificio; el monasterio pudo salvarse gracias a la intervención celestial, y el demonio quedó preso bajo el peñasco desplomado.

De otra roca se asegura que un día fue un caballo ofrecido por el diablo a un campesino a cambio de su alma, y convertido en piedra por un milagro de Nuestra Señora cuando el campesino se arrepintió de haber concertado el espantoso pacto.

El caso es que las grandes peñas de Montserrat, una vez que todo el macizo montañoso dio la vuelta en el cataclismo con que fue castigada la ciudad construida un día en su cima, han conocido la lucha entre las potencias del bien y del mal, y siguen impregnadas de sentido sagrado. Durante muchos siglos, antes incluso de que existiese el conocido monasterio, sus cuevas y abrigos naturales sirvieron de refugio a santos ermitaños dedicados a la oración por las almas de los pecadores y pecadoras que vivieron en la ciudad sepultada y por la redención de todos los pecados del mundo.

José María Merino

La Serrana de la Vera (Garganta la Olla)

No se sabe exactamente cuándo sucedió la historia de la Serrana de la Vera, que algunos autores del Siglo de Oro llevaron a la escena. Lo seguro es que la Serrana era de Garganta la Olla, en la Vera de Plasencia, Cáceres, y los narradores han dicho que procedía de gente labriega y pastora. Era hermosa -«blanca, rubia, ojimorena», dicen los romances- y despertó el apetito de un hidalgo que la sedujo, apoyando la conquista en promesas matrimoniales que olvidó tan pronto como pudo disfrutar de sus encantos fisicos.

La muchacha se sintió tan humillada por la actitud de aquel falso enamorado que huyó a lo más escondido de la sierra y desde entonces se dedicó a vivir en soledad, alimentándose de lo que cazaba con ayuda de una ballesta y salteando a los viajeros y caminantes de un modo peculiar, pues los llevaba a su guarida, les invitaba a un opíparo banquete, se entregaba a ellos amorosamente y, por fin, los mataba.


El romancero cuenta cómo fue descubierta la Serrana por un viajero o pastor que logró escapar de su mortífera hospitalidad. Los romances, con distintas versiones, narran, en la voz del superviviente, lo que despertó sus sospechas una vez que estuvo dentro de la cueva de la Serrana:


"...Diome yesca y pedernal para que lumbre encendiera,
y al resplandor de la llama vi un montón de calaveras.

-¿Cuyos son aquestos huesos?¿Cuyas estas calaveras?
-Hombres fueron que he matado por esos montes y sierras.
Tú alégrate, caminante,buena noche nos espera.

De perdices y conejos sirvióme muy rica cena,
de pan blanco y de buen vino y de su cara risueña.
Si buena cena me dio poco pude comer de ella;
si buena cena me dio,muy mejor cama me diera..."

El caso es que el caminante o pastor, con sus canciones, acaba consiguiendo adormecer a la Serrana, escapar de su cueva, salvarse de su persecución y denunciar el caso.

Las versiones sobre el fin de la Serrana son contradictorias: unas quieren que fuese perseguida como una alimaña y salvajemente aniquilada; otras que se la condujese a Plasencia, donde sería ajusticiada tras un proceso; y hasta hay quien asegura que el rey la indultó y perdonó sus crímenes.

El Puente del beso - Luarca


En la edad media, los mares españoles estaban infestados de piratas. El más famoso y poderoso se llamaba Cambaral. Causaba terror apoderándose de las naves que traspasaban sus aguas. A los pasajeros les robaba sus pertenencias, les torturaba y finalmente les asesinaba. Cambaral raptaba a las doncellas y después las vendía en los mercados. Nadie se atrevía traspasar sus aguas y la gente se estaba muriendo de hambre porque no ir a pescar por el gran temor que tenían.

El gobierno tomó parte en este asunto y envió naves de guerra varias veces para capturar a Cambaral, pero fue inútil porque Cambaral terminaba por derrotarlos a todos.

Un caballero noble que se llamaba Hidalgo y vivía en Luarca se propuso capturar a Cambaral por su propia cuenta. Preparó sus hombres y las naves y emprendió la misión. Hidalgo finalmente encontró a Cambaral y estalló una sangrienta batalla. Hidalgo venció y Cambaral resultó gravemente herido y fué preso.

Hidalgo regresó a Luarca con Cambaral y decidió curarlo antes de entregarlo a la justicia. Cambaral fue atendido en el palacio de Hidalgo por su hija, Asturiana. Las atenciones de la bella joven hicieron que Cambaral se enamorara profundamente de ella y ella de él. Los dos descubrieron sus sentimientos y tramaron huir a donde nadie se opusiera a su dicha.
Una noche, se citaron a la orilla del mar para fugarse. Asturiana esperó a que su padre se durmiera y después se dirigió al lugar del encuentro. Asturiana llegó al lugar y allí estaba esperando Cambaral con la nave en la que iban a huir.

El pirata recibió en sus brazos a la doncella y se dieron un beso apasionado. En ese instante Hidalgo sorprendió a los enamorados y ciego de ira mató a los dos amantes de un solo tajo en las cabezas con una espada afilada.

Los cuerpos quedaron abrazados fuertemente, rodaron hacia el mar y finalmente se perdieron en él. En su memoria, se construyó un puente en el sitio del suceso y se llamó el Puente del Beso. Este monumento y sus recuerdos todavía se conservan hoy en día.

domingo, 24 de febrero de 2008

A la luna de Valencia (Valencia)



Antiguamente, Valencia estaba amurallada. Cada día, cuando se ponía el sol, cerraban las puertas de la muralla para seguridad de sus habitantes. Si los viajeros que iba a Valencia llegaban tarde, se encontraban con las puertas cerradas y tenían que pasar la noche fuera de sus muros, sin conseguir - ni aún temporalmente - llegar al lugar hacia donde se dirigían.

Por este motivo se inventó la expresión "quedarse a la luna de Valencia", que significa quedársele a uno frustradas las esperanzas que tenía en alguna cosa.

La Virgen de Nájera (La Rioja)


Un día cualquiera, allá por el año del Señor de 1044, el rey don García sale de caza…...

Una perdiz voló de pronto y fue lanzado un ágil azor contra ella. La perdiz volaba y volaba sin ser alcanzada por la impetuosa ave de altanería. El rey y sus sirvientes picaron espuelas y fueron por los caminos, entre robles y hayedos, siguiendo el vuelo de la valiente perdiz que de tal manera burlaba a la mejor de las aves cetreras del monarca.

La perdiz, sintiendo cerca el ave enemiga, atravesó el río Najerilla y se metió por el profundo y umbrío boscaje que en la orilla occidental de ese río había. El neblí seguía como una flecha a su presa y se vio a uno y a otro entrar en una cueva. Detrás llega el Rey y penetra también en la cueva en busca de las aves, avanza con sigilo, cuándo percibe una extraña melodía…..

Al fin, en lo hondo de la cueva, el monarca encuentra una preciosa imagen de Nuestra Señora; a sus pies, una jarra con azucenas perfuma el ambiente, arde una lámpara, descansa una campana silenciosa, y la perdiz y el azor se muestran serenos y reconciliados.

Sorprendido por un hallazgo de estas características que el rey tomó al instante como un favorable presagio, maduró la conquista de Calahorra, la cual llevó a cabo al año siguiente con toda brillantez. Y tan profundo fue su agradecimiento a este favor que le había dispensado la Virgen que, con el botín capturado a sus enemigos, decidió construir pegado a la cueva, y como una prolongación más de ésta, el más bello templo que vieron los siglos.

Un templo que se convertiría en lo sucesivo en centro de sus devociones e ilusiones. Lo elige como panteón real y en él instituye la Orden de la Jarra o de la Terraza (la orden de caballería más antigua de toda España).

En Nájera, desde 1.969, se celebran anualmente unas representaciones teatrales con la finalidad de dar a conocer los hechos históricos alusivos a la Ciudad y al monasterio de Santa Maria la Real.

Los Picuezos (La Rioja)


No puede mencionarse Autol, sin una referencia a esas joyas de la Naturaleza, a esas maravillas geológicas que admiran a los extraños y enorgullecen a los Catones: sus PICUEZOS.

Los mágicos cinceles del tiempo, en una labor de siglos, han moldeado esas misteriosas esfinges, protectoras de los Catones, mudos testigos de la historia, al pie del guerrero castillo y a orillas del río Cidacos.

¿Por qué se llaman PICUEZOS?. Nadie conoce la causa de esos extraños nombres. Se pierde en la noche de los tiempos, dando pie a que la imaginación popular haya tejido extrañas leyendas.

Al más alto se le da carácter varonil, por su 42 metros de altura y se le llama PICUEZO y al compañero, quizás por su menor tamaño, 28 metros, se le da calidad femenina y el nombre de PICUEZA. Hay a su lado una forma redondeada y plana, conocida con el nombre de TORTA O HARINOSA y se dice que fue la causa de su conversión en dura roca por negarse esta pareja a compartir su pan con un pobre.

No obstante, la leyenda más difundida es la que cuenta que el Señor del castillo poseía una viña muy especial que daba unas uvas exquisitas, que alguien estaba robando. Una noche, el guarda sorprendió a una pareja que ocultaba algo en una cesta; les requirió que lo mostraran, sospechado que eran las uvas, a lo que la pareja se negó y tentó al diablo diciendo: "que nos volvamos piedra, si son uvas lo que aquí llevamos".

Y la maldición cayó sobre ellos por mentir, pues eran las uvas del Señor lo que ocultaban.

Cualquiera que fuera la causa de su conversión en piedra, esto pareja de enamorados sigue guardándose eterno amor y, en ocasiones, nocturnos paseantes los han sorprendido susurrando suaves palabras de amor. ¿O quizás es el viento?.

Nadie lo sabe; como nadie sabe su origen o quién les dio esos extraños nombres. Pero ahí están, sus nombres y sus formas, ambos extraordinarios.

El Cristo de la Vega (Toledo)


Había en Toledo dos amantes: Diego Martínez e Inés de Vargas. Habían mantenido relaciones prematrimoniales y ella, ante el conocimiento que de tal hecho tenía su padre, exige a su joven enamorado que reponga su honor contrayendo matrimonio. Él le contesta que debe partir para Flandes, pero que a su vuelta, dentro de un mes, la llevará a los altares.

Inés, no muy segura de las intenciones del mozo, le pide que se lo jure. Diego se resiste hasta que ella consigue llevarlo ante la imagen del Cristo de la Vega y que en voz alta y tocando sus pies jure que al volver de la guerra la desposará. « Pasó un día y otro día, un mes y otro mes y un año pasado había, mas de Flandes no volvía Diego, que a Flandes partió".

Mientras, Inés se marchitaba de tanto llorar, ahogándose en su desesperanza y desconsuelo, desesperando sin acabar de esperar, aguardando en vano la vuelta de¡ galán. Todos los días rezaba ante el Cristo, testigo de su juramento, pidiendo la vuelta de Diego, pues en nadie más encontraba apoyo y consuelo.

Dos años pasaron y las guerras en Flandes acabaron; pero Diego no volvía. Sin embargo, Inés nunca desesperó, siempre aguardaba con fe y paciencia la vuelta de su amado para que le devolviera la honra que con él se había llevado. Todos los días acudía al Miradero en espera de ver aparecer al que a Flandes partió. Uno de esos días, después de haber pasado tres años, vio a lo lejos un tropel de hombres que se acercaba a las murallas de la ciudad y se encaminaba hacia la puerta de¡ Cambrón. El corazón le palpitaba con fuerza a causa de la zozobra que la embargaba mientras se iba acercando a la puerta. Al tiempo que a ella llegó, la atravesaba el grupo de jinetes. Un vuelco le dio el corazón cuando reconoció a Diego, pues él era el caballero que, acompañado de siete lanceros y diez peones, encabezaba el grupo. Dio un grito, en el que se mezclaba el dolor y la alegría, llamándole; pero el joven la rechazó aparentando no conocerla y, mientras ella caía desmayada, él, con palabras y gesto despectivos, dio espuelas a su caballo y se perdió por las estrechas y oscuras callejuelas de Toledo.

¿Qué había hecho cambiar a Diego Martínez? Posiblemente fuera su encumbramiento, pues de simple soldado, fue ascendido a capitán y a su vuelta el rey le nombró caballero y lo tomó a su servicio. El orgullo le había transformado y le había hecho olvidar su juramento de amor, negando en todas partes que él prometiera casamiento a esa mujer. "¡Tanto mudan a los hombres fortuna, poder y tiempo!». Inés no cesaba de acudir ante Diego, unas veces con ruegos, otras con amenazas y muchas más con llanto; pero el corazón de¡ joven capitán de lanceros era una dura piedra y continuamente la rechazaba. En su desesperación, sólo vio un camino para salir de la situación en que se encontraba, aunque podía ser un peligro, pues era dar a luz pública su conflicto y deshonor; pero en realidad las murmuraciones en la ciudad no cesaban y todo el mundo hablaba de su caso.

Tomada la decisión acudió al Gobernador de Toledo, que a la sazón lo era don Pedro Ruiz de Alarcón, y le pidió justicia. Después de escuchar sus quejas, el viejo dignatario le pidió algún testigo que corroborase su afirmación, mas ella ninguno tenía. Don Pedro hizo acudir ante su tribunal a Diego Martínez y al preguntarle, éste negó haber jurado casamiento a Inés. Ella porfiaba y él negaba. No había testigos y nada podía hacer el gobernador. Era la palabra de¡ uno contra la de¡ otro.

En el momento en que Diego iba a marcharse con gesto altanero, satisfecho después de que don Pedro le diera permiso para ello, Inés pidió que lo detuvieran, pues recordaba tener un testigo. Cuando la joven dijo quién era ese testigo, todos quedaron paralizados por el asombro. El silencio se hizo profundo en el tribunal y, tras un momento de vacilación y de una breve consulta de don Pedro con los jueces que le acompañaban en la administración de justicia, decidió acudir al Cristo de la Vega a pedirle declaración.

Al caer el sol se acercaron todos a la vega donde se halla la ermita. Un confuso tropel de gente acompañaba al cortejo, pues la noticia de¡ suceso se había extendido como la pólvora por la ciudad. Delante iban don Pedro Ruiz de Alarcón, don lván de Vargas, su hija Inés, los escribanos, los corchetes, los guardias, monjes, hidalgos y el pueblo llano. «Otra turba de curiosos en la vega aguarda", entre los que se encontraba Diego Martínez «en apostura bizarra".
Entraron todos en el claustro, "encendieron ante el Cristo cuatro cirios y una lámpara" y se postraron de hinojos a rezar en voz baja. A continuación un notario se adelantó hacia la imagen y teniendo a los dos jóvenes a ambos lados, en voz alta, después de leer "la acusación entablada” demandó a Jesucristo como testigo: "¿Juráis ser cierto que un día, a vuestras divinas plantas, juró a Inés, Diego Martínez por su mujer desposarla?"

Tras unos instantes de expectación y silencio, el Cristo bajó su mano derecha, desclavándola del madero y poniéndola sobre los autos, abrió los labios y exclamó: -Sí, juro».

Ante este hecho prodigioso ambos jóvenes renunciaron a las vanidades de este mundo y entraron en sendos conventos.