viernes, 21 de marzo de 2008

Pero Pardo de Cela (Galicia)


Per treyzón tamén vendido

Jesús, nosso Redentor,

e por aquestes treydores,

Pero Pardo, meu señor.

(Lamento de Frouseira)


Del noble mariscal Pero Pardo de Cela Aguiar y Ribadeneyra cuenta la leyenda cosas diferentes a las que refieren Vasco de Aponte y otros historiadores.


Señor de la Torre de Cela, de la Frouseira y otros lugares, Pero Pardo era uno de los más poderosos señores feudales del obispado de Mondoñedo,. poder que hacían más digno de cuenta su parentesco con la casa de Saavedra y su matrimonio con doña Isabel de Castro, de la casa de Lemos y descendiente de don Fadrique, hermanastro de don Pedro el Cruel. Por todo ello, hacía sombra a la mitra mindoniense, en cuyos titulares tuvo siempre encarnizados enemigos.


Quiere la leyenda que Pero Pardo se pusiese al frente de los famosos Hermandinos, enarbolando el conocido estandarte con el lema Deus fratresque Gallæciæ, y que, guiando a aquellas huestes armadas con bisarmas, espadas, hoces y mallas, de un modo semejante a los husitas de Bohemia, se dedicase a derribar los castillos de sus enemigos y rivales, a incendiar sus campos y apoderarse de sus cosechas. ejercitando de este modo una despiadada justicia popular.


Otros dicen que tomó el partido de la infanta doña Juana la Beltraneja, llamada la Excelente Señora, y de su esposo, el rey don Alfonso de Portugal. Y, por fin. hay quien pretende que su intención era alzarse por rey independiente de Galicia, en contra de los Reyes Católicos de Castilla.

El caso es que don Fernando y doña Isabel decidieron reducirlo (inducidos principalmente - dice una versión muy extendida - por el obispo y cabildo de Mondoñedo), y fue entonces cuando enviaron a Galicia a Acuña y Chinchilla, con un cuerpo de tropas francesas mercenarias al mando de un aventurero llamado Luis Manso Mudarra.


Pero Pardo se resistió y se sostuvo durante años, hasta que Mudarra, después de muchos fracasos, consiguió encerrarlo en la fortaleza de la Frouseira. Todavía se defendió allí bravamente el mariscal: tanto, que Mudarra veía ya la empresa perdida. Entonces acudió a la traición. Alfonso de Santa Mariña y otros criados de Pero Pardo fueron sobornados mediante cierta suma de dinero para que entregasen a su señor.


En efecto, los traidores facilitaron a las gentes de Mudarra la entrada en la Frouseira; pero el mariscal se había trasladado a la de Castro d'Ouro, que pertenecía a su parcial y pariente Pedro de Miranda.


Allí lo siguió la traición: cuando compartía sus planes con el señor de Castro d'Ouro, se encontraron rodeados, en el mismo salón de la casa, por los soldados de Mudarra. Fueron hechos prisioneros Pero Pardo, su hijo, de veintidós años, y Pedro de Miranda. Conducidos a Mondoñedo, fueron juzgados y condenados a muerte como rebeldes.


La esposa del mariscal, doña Isabel de Castro, con algunos de los suyos, marchó, reventando caballos, a entrevistarse con la reina católica, y obtuvo el indulto de su esposo y de su hijo, así como del señor de Miranda.


Pero no contaba con la enemistad del obispo y cabildo de Mondoñedo. Noticiosos éstos de lo que pasaba, por sus espías en la corte, se ingeniaron para que el indulto no llegase la tiempo.
Amaneció, por fin, el día en que había de ejecutarse la sentencia. Doña Isabel de Castro se acercaba a uña de caballo y debía llegar aquella mañana misma. Si se daba lugar a que llegase, trayendo de su mano la carta real, estaba todo perdido. Entonces, tres canónigos de Mondoñedo, disfrazados, salieron a esperarla a la entrada de la villa, donde hay un puente sobre el río. Al llegar la dama, hiciéronle gran acatamiento, confiáronle fingidos secretos, ofreciéronle viandas, y de este modo se ingeniaron para entretenerla, hasta que cuando la desgraciada señora se quiso dar cuenta de su tardanza, doblaban a muerto las campanas de todas las iglesias por los que acababan de ser ejecutados.


En efecto, en la plaza de Mondoñedo acababan de caer las tres nobles cabezas de Pedro de Miranda, del joven hijo del mariscal y de Pero Pardo de Cela. La cabeza de éste, al rodar sobre el cadalso, dio tres botes y profirió tres palabras: «¡Credo! ¡Credo! ¡Credo!». No faltan quienes afirmen que lo que la cabeza gritó fué: «¡Clero! ¡Clero! ¡Clero!» para indicar quienes eran los causantes de su desgracia.


La fortaleza de la Frouseira fue arrasada. A doña Isabel de Castro le fueron devueltos todos los bienes de ella y de su esposo. Pero el lugar de la sepultura de éste y de su hijo se ignora. En el Museo Provincial de Lugo se conserva una larga y pesadísima cadena de enormes eslabones, que se dice fue la que sujetó los pies de Pardo de Cela en su prisión, y que por ello es llamada la Mariscala. El puente donde se frustró el indulto se llama aún hoy Ponte do Pasatempo.

Los corporales de Daroca (Zaragoza)


Corría el siglo XIII, durante la reconquista de Valencia por Jaime I, cuando las tropas aragonesas libraron una dura batalla, en la que finalmente consiguieron la victoria.


El ejercito moro, se preparaba para atacar el castillo de Chio, una de las fortalezas, conquistada por los cristianos en la batalla.Se produjo una alarma de ataque enemigo, y las tropas cristianas, enteradas de la maniobra, decidieron celebrar una misa, en la que comulgarían los seis capitanes, en representación de todas las tropas.Mientras se celebraba la eucaristía, se produjo el ataque enemigo y el sacerdote celebrante, que era Mosén Mateo Martínez y natural de Daroca, hubo de suspender la celebración y decidió introducir las seis Formas en los Corporales y esconderlos en lugar seguro.


Una vez que los cristianos obtuvieron la victoria en la localidad valenciana de Luchente, el sacerdote volvió al lugar, para recuperar las formas y notó con estupor, que las seis hostias habían sangrado quedando grabadas en la blanca tela que las envolvía.


Cuando el ejercito sarraceno, volvió a atacar, el sacerdote enarboló los Corporales como bandera, y persiguió a los moros hasta el lugar donde se edificó el convento de Corpus Christi.Posteriormente surgió un disputa entre los mandos de los ejércitos cristianos, para decidir en qué lugar serían guardados los Corporales.Al no llegar a ningún acuerdo, se optó por introducir las reliquias en una pequeña arca de plata, y depositarlas en los lomos de una mula que nunca hubiera estado por esas tierras.La mula siguió su camino hasta Daroca, haciendo oídos sordos a las viandas que le eran ofrecidas en las diferentes localidades por las que pasaba, hasta que el día 7 de marzo del año 1239, el animal cayó muerto en la ciudad, como se encarga de recordar la lápida existente en la Iglesia de la Trinidad de Daroca.


Como se puede observar, al igual que en otras leyendas, se entremezcla la historia con la tradición, siendo difícil delimitar dónde comienza una y dónde termina la otra.

La monja alférez


A los cuatro años el padre de Catalina Erauso "La monja alférez" la recluyó en un convento, de donde escapó a los quince, tras ser víctima de un abuso sexual por parte de otra monja.
Recorrió gran parte de España vestida de hombre hasta embarcar con rumbo a las Américas. Allí fue soldado y debido a su valor fue ascendida a alférez. Mató en duelos y reyertas a muchos hombres, entre ellos a un hermano suyo.


Cuando finalmente fue detenida en el Perú herida tras una de sus peleas y le amenazaba el ajusticiamiento, pidió el amparo del obispo y le explicó que era mujer.


Recibió del rey Felipe IV una pensión como premio a su valor. Obtuvo permiso del Papa para llevar ropas de hombre.


Viajó a México, donde instaló un negocio de arriería y vivió como hombre hasta su muerte.

martes, 18 de marzo de 2008

César Borgia (Navarra)


Cesar Borgia nació en Roma el 13 de septiembre de 1475 y falleció en la localidad Navarra de Viana el 12 de marzo de 1507. Hijo de Rodrigo Borgia, posterior papa Alejandro VI, y de Vannozza de Cattanei, tuvo dos hermanos, Juan y Jofré, y una hermana, Lucrecia.


Casado con Catalina de Albret, hermana del rey navarro Juan III de Albret, fue obispo de Pamplona y arzobispo de Valencia. Tras la muerte de su hermano mayor Juan abandonó la carrera eclesiástica por la militar con el apoyo del rey de Francia Luis XII y de su padre el Papa Alejandro VI. Tras la muerte de éste y el nombramiento de Julio II como papa, comenzó su persecución y fue entregado al rey de Castilla para ser juzgado en España. Estuvo encarcelado en Chinchilla y en el Castillo de La Mota en Medina del Campo, lugar del que se escapó buscando refugio al amparo de su cuñado, el rey de Navarra.


Después de una vida llena de intrigas y traiciones, Cesar Borgia murió en Viana combatiendo al lado del rey navarro el 12 de marzo de 1507 a manos de las tropas del Conde de Lerín. "En las afueras de Viana, en un paisaje desolado, sin el más leve adorno de verdor, sin siquiera horizonte, porque el lugar se esconde entre los guijarros de un barranco, fue muerto Cesar Borgia en una emboscada por los soldados del conde de Lerín".


Y continúa después: "sus restos mortales fueron enterrados con gran pompa, y bajo soberbio monumento, en la iglesia parroquial de Santa María, de Viena."Pero el tiempo y los hombres terminaron por demoler el monumento, y la orden inapelable y feroz de un obispo de Calahorra de finales de siglo XVII, dispuso arrojar los restos del duque de Valentinois y de la Romaña fuera de la iglesia, a la calle, allí donde fueran pisoteados por los transeúntes y las bestias.

Roger de Flor y los Almogávares


Entre los marinos templarios, el más conocido y famoso es el célebre Roger de Flor, capitán de nave templaria, corsario, aventurero y fundador de la «compañía», integrada en gran parte por aragoneses y catalanes, a cuyo frente realizó notables proezas al servicio del emperador bizantino.


Roger de Flor era hijo de un simple halconero del emperador Federico II, que murió en 1268 en la batalla de Tagliacozzo, que puso en manos de Carlos de Anjou el reino de Sicilia; huérfano y sin medios de subsistencia en Brindisi, donde invernaban los navíos de Messina y Apulia, atrajo la atención de un hermano sargento templario, capitán de una de esas naves, que invitó al niño, que entonces era Roger de Flor, a enrolarse en su barco, tratándole como si de un hijo se tratara.
Al lado del sargento templario, Roger se convirtió en un experto marino tanto en la práctica de la navegación como en la teoría; había ingresado en el Temple como hermano sargento cuando, poco después, el Temple adquirió a los genoveses el mayor barco construido, bautizado como El Halcón; el gran maestre se lo confió al hermano Roger de Flor.


Con El Halcón se encontraba Roger de Flor en San Juan de Acre en 1291, participando en la evacuación y salvamento de los fugitivos, que pagaron muy bien esta providencial ayuda; aunque entregó al gran maestre grandes sumas de dinero, fue acusado de haber retenido una parte para sí. Parece que el maestre dio crédito a los acusadores y quiso prenderlo; Roger de Flor se dio a la fuga con el barco, que abandonó en Marsella, retirándose a Génova.


En esta ciudad, con ayuda de sus amigos, adquirió una galera, con la que se consagró al corso a costa de los angevinos de Italia y Provenza; del Temple había aprendido la disciplina y la eficacia, en las que instruía a sus marinos y soldados, a los que pagaba con toda exactitud y por adelantado, pero a los que exigía una total obediencia y absoluta entrega. Con ellos formó el primer esbozo de lo que más tarde sería la Compañía Catalana.


Tras la firma de la Paz de Caltabellota el 19 de agosto de 1302, temiendo que el Papa o el Temple lo reclamasen como prófugo o huido de religión o el rey de Francia por sus piraterías, pasó con su compañía a Italia, ofreciendo sus servicios al emperador bizantino Andrónico a cambio de la correspondiente soldada. Acogido por éste, que le otorga el título de archiduque, consigue reunir en su entorno unos seis mil hombres, con los que aniquila a los genoveses de Constantinopla; luego pasa a Asia, y combate victoriosamente contra los turcos. Sus triunfos le merecen el título de César, pero, habiendo suscitado los temores y los recelos del hijo del emperador, fue atraído a una trampa y asesinado en Adrianópolis en 1305.


En todas sus hazañas, Roger de Flor fue siempre fiel a las enseñanzas militares, a la disciplina, al rigor y a la exactitud que un día había aprendido como joven templario.

El Paso Honroso (Castilla-León)


El día primero de enero de 1434 don Suero de Quiñones, al frente de un lucido grupo de 10 caballeros se presentó ante el rey don Juan II para proclamar su amor "por una muy fermosa doncella" por la cual y para lograr su amor había hecho voto de ayunar todos los Jueves del año y colgar al cuello una argolla de hierro como símbolo de su esclavitud amorosa.


La historia registra el nombre de los valientes:


Lope de Estúñiga, Diego de Bazán, Pedro de Nava, Suero Gómez, Sancho Rabanal, Lope de Aller, Diego de Benavides, Pedro de los Ríos, Gómez de Villacorta; además del propio don Suero.


No contento con esta prisión y para verse libre de ella se proponía plantar durante treinta días sus tiendas y las de los caballeros que le ayudaban en el Puente de Órbigo, en pleno Camino de Santiago. Allí, él y sus mantenedores competirían contra los caballeros que acudiesen a la cita hasta romper 300 lanzas, treinta por caballero. Las damas que quisiesen atravesar el puente deberían dejar en prenda su guante derecho que habría de ser rescatado por sus caballeros en lid con los de Quiñones.


El día 11 de julio todo estaba listo para la fenomenal justa.


El 11 de Agosto, los defensores del paso sólo habían conseguido romper 166 lanzas de las 300 comprometidas y no aparecían más competidores.


Reunidos los jueces deciden dar por cumplido el voto y el Maestre de Armas libra a don Suero de su pesado collar. El escribano levanta acta de lo acaecido y los valerosos caballeros cruzan el puente que, desde entonces se llamará "Passo Honroso".


Ignoro como acabaron los amores de don Suero y la "fermosa doncella" pero cabe suponer que prendada de tanto valor cayese rendida en brazos del enamorado galán.

Grand Hotel de Paris (Madrid)


Producto de la reforma de ampliación de la Puerta del Sol, una nueva casa aparecía en la célebre plaza. Donde siempre estuvo el Hospital de Corte o del Buen Suceso, se alzaba ahora la misma casa que hoy conocemos entre las calles de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo.


La gran casa, con fachada a las tres vías públicas, había sido alquilada entera por una Compañía que pensaba poner en el piso bajo un Café, en el entresuelo billares y juegos permitidos y el resto de la casa destinarlo a fonda con el nombre de Grand Hotel de París.Hasta aquí todo más o menos regular, pero lo asombroso para las alturas económicas de entonces era el precio tremendo que se pagaba por alquiler, nada menos que 159.000 pts. En un tiempo en que un obrero especializado, como un tipógrafo, por ejemplo, que siempre fueron bien pagados, cobraba doce o catorce reales, este montón de duros (31.800 duros) o de reales, la moneda de entonces -la peseta todavía no existía- (636.000 reales) resultaba desorbitado, completamente fuera de las magnitudes habituales.


Esto sucedía en diciembre de 1863. Poco después nacerían el Café Imperial y el Hotel, que ha llegado a nuestros días. Hay que decir que el café ocupaba la totalidad de la superficie de los bajos de la casa, con vistas a Alcalá, Sol y la Carrera, donde ahora se ubican varios comercios de distintas especialidades

sábado, 15 de marzo de 2008

Tributo de las 100 doncellas (Castilla-León)


En la monarquía visigoda el rey era elegido por los nobles, pero siempre dentro de la familia de los primeros caudillos. Al morir el rey Silo (774-783), su esposa, Adosinda, de acuerdo con los magnates, eligió como sucesor a su sobrino Alfonso (después Alfonso II el Casto), hijo de Fruela (757-768), y fue nombrado legítimo rey de los astures. Pero Mauregato (783-789) se alió con Abderramán I, rey moro de Córdoba, para conspirar contra Alfonso y usurpó el trono poco después. Mauregato era hijo bastardo de Alfonso I el Católico probablemente con una cautiva musulmana; algunos historiadores han afirmado que el nombre de este rey significa «el hijo de la mora cautiva» (maura capta).


Evidentemente, Mauregato no tuvo conflictos con los musulmanes, más bien todo lo contrario. Las crónicas posteriores le culpan del tributo de las cien doncellas vírgenes (cincuenta fijasdalgo y cincuenta plebeyas) que, como agradecimiento a su colaboración, debía entregarle cada año, cosa que hizo durante los seis que duró su reinado. Al morir Mauregato, fue elegido rey otro hijo de Fruela, Bermudo, que era diácono.


Bermudo se negó a pagar el tributo, por lo que Abderramán juntó un poderoso ejército y vino contra él. Entretanto, Bermudo había abdicado en favor de su sobrino Alfonso II el Casto, quien ya había sido coronado en 783 cuando Mauregato lo destituyó. El ejército árabe devastó el indomable reino de Asturias y destruyó su capital, Oviedo, consiguiendo un inmenso botín, aunque su rey consiguió huir y ponerse a salvo. Durante su regreso triunfal a Córdoba, le salió al encuentro y le derrotó en la localidad de Lutos (quizás el actual caserío de Los Lobos, al suroeste de Grado). Entonces Abderramán y Alfonso firmaron una tregua según la cual se dejó de pagar el tributo de las cien doncellas.


De estas cien doncellas, correspondían cuatro a Carrión, que en este tiempo ya estaba fundada y repoblada. Fue en tiempos de su alcalde Martín Alfonso Coronel cuando sucedió el famoso milagro de los cuatro toros, que Morales relata de esta manera. Iban los moros cobrando el tributo de las cien doncellas por la vega de Carrión. Juntándose algunos toros, acometieron con tanta bravura contra el escuadrón de los moros que los desbarataron e hicieron huir, y quedaron las doncellas libres de su presidio. Alabando después a Nuestro Señor y dándole gracias por el insigne milagro, edificaron en su memoria una iglesia, llamada después Nuestra Señora de la Victoria, que es testimonio de todo esto.


Aunque hay autores que no dan credibilidad a este relato, hay indudables muestras de su veracidad en la fachada de la iglesia, hoy llamada de Santa María del Camino. En el arco de la puerta principal están talladas en piedra las doncellas y los toros, sin duda en recuerdo de dicho suceso, mantenido por tradición oral durante más de trescientos años (siglos IX-XII), así como cuatro capiteles en forma de cabeza de toro. Si no fuera así, no tendría explicación la causa de estas tallas y, además, resultaría ridículo y escarnecedor en un templo cristiano. Por tanto, resulta indudable que la iglesia se construyó con motivo de tan inolvidable milagro. Además, en la misma iglesia se conserva un cuadro del siglo XVII que ilustra el suceso y lleva una inscripción que lo relata, según la cual se celebraban dos procesiones y sermón conmemorándolo. El sermón, llamado de doncellas y toros, todavía tenía lugar en el siglo XVIII, pues lo cita expresamente Antonio Ponz en su Viaje de España.


En aquel lugar había una modesta ermita con una imagen muy antigua de Nuestra Señora, de madera policromada, llamada del Parral por una gran parra que había en la puerta. Cuando las doncellas iban a ser entregadas a los moros, al pasar por delante de la ermita volvieron la vista a la imagen y se encomendaron a la Virgen para que las librase de su situación, cosa que sucedió por mediación de los cuatro toros, como queda dicho.


Tanto la tradición como los historiadores dan por cierto que la construcción de la iglesia de Santa María se comenzó a principios del siglo IX, reinando Alfonso II el Casto, sobre los restos de una capilla bizantina. Al principio se llamó Santa María de la Victoria por el milagro relatado, y luego se llamó Santa María del Camino porque a su lado pasaban los peregrinos que iban a Santiago de Compostela. En años sucesivos, se estableció en la localidad la tradición de celebrar corridas de toros en la plaza de la iglesia y ofrecer los cueros a la Virgen, costumbre que se ha mantenido durante muchos siglos.

Tubal (Primer rey de España)


Túbal, Hijo de Jafet y y de su hermana y esposa la Sibila Eritrea, hijos a su vez de Noé, el del Arca. Atravesando el Mediterráneo en caprichosas naves llegó al delta del Ebro e impulsado por las corrientes avanzó hacia el interior, remontando fácilmente el río gracias a la ayuda divina hasta alcanzar un valle que les admiró por su belleza, lo benévolo del su clima y la abundancia de animales y pastos. Otras tribus que iban en la expedición se marcharon a dominar los montes de la periferia, pero los Berones, se quedaron dominando este valle y fundaron la ciudad de Varea (Logroño) y de este modo surgiría en este formidable enclave la región llamada hoy La Rioja.


Otros dicen que se estableció en Tafalla (Navarra) donde reinó durante 155 años.Con él llegó a nuestras tierras el idioma euskera, uno de los que surgieron de la torre de Babel. Tubal enseñó a los españoles el cultivo de la tierra, encantos de la música, la geometría y otras muchas cosas más. Fundó Setúbal, población portuguesa hoy. Los enseñó a dividir el año en meses y días conforme al movimiento del sol: en una palabra les enseñó toda la civilización, de que se olvidaron andando el tiempo.


La leyenda nos da cuenta así mismo de que el propio Noé vino a visitar a su nieto Tubal y a su prole y fundó el pueblo, hoy ciudad, de Santander. También fundó el propio Noé una población en Asturias que se llamó Noevia y hoy es Navia y otra en Galicia, Noega que corresponde a la actual Noya. Después, tranquilizado acerca de las aptitudes de su nieto para el gobierno, regresó a Oriente.


Tubal fue el fundador de la dinastía de los Tubalitas que reinó en Iberia hasta ser derrocada por Gerión el Africano. A ella pertenecieron míticos fundadores de ciudades como Brigo, que fundó Nertobriga (Ricla, en Aragón), lo que hoy es Talavera de la Reina y Obriga (Oliva de Mérida en Extremadura. Otro fue Tago que fundó Tarifa en el año 1333 a.c.Sucedióle Ibero, su hijo, de quien se dice tomó el nombre de Iberia nuestra península.

viernes, 14 de marzo de 2008

Los Dragos gemelos (Canarias)


Muchos Dragos pregonan el vigor y longitud de la especie, pero ningunos tan atractivos, como los de las Breñas. Arrimados uno al otro, en fraterna unión, como si se juntaran para preservarse de un mismo peligro y vivir en coyunda recuerdos de siglos. Como a tantos árboles seculares, a "Los Gemelos" la fantasía les consagró una leyenda.

Si vais a las Breñas y os parais a contemplarlos, no faltará una campesina que os cuente la desventura de dos hermanos, hechizados por la misma doncella, el fin de sus vidas atormentadas de celos, y cómo expió su culpa la cortejada moza, plantando "los dragos, brotes del Barranco de las Angustias", que cada día regaba con su cántaro, ya que sentía el mismo amor y compasión por ambos. Al calor de la tierra y del recuerdo, crecieron estos dragos que, según la conseja, guardan en sus troncos sangre de los dos hermanos, hechizados por la misma doncella.

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La voz del pueblo cuenta que en tiempos anteriores a la Conquista de la isla, en el ya lejano año de 1492, una bonita y joven mujer de cautivadora y dulce mirada, engendró en dos hermanos gemelos de Breña Alta -por esos tiempos cantón de Tedote- los más profundos sentimientos de amor, que a ella halagaba y fomentaba, pero llegó el día que había que dirimir en batalla y duelo cual de los dos sería quien poseyera a la joven doncella.

La lucha fue dura y cruel. Los jóvenes hermanos y gemelos se batían con valentía. En las venas les ardía la sangre y les cegaba la mente y el destino y la fatalidad quiso que no hubiera vencedor, los dos murieron en la lucha por el amor a una mujer. Ella, al enterarse de la triste desventura, se consideró causante de ello y juró que jamás sería de nadie, sino del recuerdo de los dos hermanos.

Apenada y desconsolada quiso que el recuerdo de los dos hermanos fuera superior a su propia existencia humana. Se trasladó por las agrestes laderas de la Cumbre recubiertas de hojas, árboles y arbustos de la mítica y húmeda laurisilva, al poniente de la isla, en busca de dos gajos de dragos para luego, cariñosamente, sembrarlos paralelos y próximos en el mismo lugar donde los dos hermanos había regado su sangre de amor.

Se cumplieron los deseos de inmortalidad. Con el tiempo y lentamente los dragos - uno por cada hermano - fueron creciendo entrelazando fuertemente sus ramas. Hoy no se sabe cual es uno y cual es el otro, permanecen altaneros y abrazados en la larga longevidad de esta especie de árbol, como si quisieran ser símbolo de un destino común por amor a una mujer

La mariposa (Asturias)

En una aldea asturiana, vivió, hace mucho tiempo, un rico labrador, viudo desde hacía años, que tenía dos hijas, pero para quien sólo contaba una, Inés, que nunca se atrevió a contradecir a su padre en nada, y se casó con el novio que éste le había designado.

No pasó lo mismo con Clara, su otra hija, que a la hora de contraer matrimonio, eligió con el corazón, y provocó tanta ira en su padre, que la desheredó y le prohibió acercarse a la casa donde había nacido.

Clara y su esposo vivían pasando mucha necesidad, y aunque Inés deseaba ayudar a su hermana, el temor a su padre le impedía hacer nada.

Cuando el labrador murió, Inés intentó de nuevo favorecer a Clara de alguna manera, pero ésta vez, fue su marido quien le prohibió hacerlo. Se desesperaba viendo la pobreza de su hermana, pero no veía modo de remediarlo.

El día que se celebraba la misa por el alma de su difunto padre, rogó Inés con toda su alma para que Dios le permitiera encontrar el modo de favorecer a Clara, y en eso estaba cuando de pronto sintió un gran peso sobre su cabeza. Levantó la mano y una mariposa se elevó en el aire. No pudo creer que fuera el pequeño insecto el que provocaba aquella sensación hasta que el fenómeno se repitió varias veces.

Al acabar la misa, le contó a su marido lo que le había pasado, pero éste no le hizo el menor caso, creyendo que habrían sido alucinaciones. Sin embargo, a los pocos pasos, fue el marido quien levantaba la mano hacia su cabeza por el gran peso que sentía sobre ella y quien veía elevarse una mariposa ante sus ojos.

La mariposa estaba constantemente presionando la cabeza de uno u otro de los esposos, hasta que Inés insistió tanto en que era una señal que se les enviaba para que ayudaran a Clara, que su marido accedió a repartir la cuantiosa herencia de su suegro, con sus cuñados.

Así se hizo, y ya restablecidos cariñosamente los lazos entre las dos familias, vieron una mariposa revolotear alegremente ante ellos y luego volar muy alto, muy alto.

Hasta el Cielo.

José María "El Tempranillo" (Andalucía)


José María Pelagio Hinojosa Cobacho, más conocido por el apodo de “El Tempranillo”, nació el 21 de junio de 1805 en Jauja, aldea cercana a Lucena (Córdoba), en el seno de una familia de jornaleros que, como todos los trabajadores por cuenta ajena, padecía las penurias socioeconómicas de una Andalucía cada vez más deprimida. Siendo aún muy joven, formó una partida de bandoleros que se dedicaron al asalto de galeras y diligencias y a la imposición de un tributo de peaje a los viajeros que se aventuraban a entrar con sus carruajes en lo que él consideraba sus dominios. Una fama romántica de ladrón que roba a los ricos para entregarlos a los pobres se va extendiendo por toca Andalucía.

Contrajo matrimonio con María Gerónima Francés en Torre Alhaquime (Cádiz). De este matrimonio nacería un hijo, de nombre José María, el 6 de enero de 1832 en un cortijo cercano a Grazalema, muriendo su madre en el parto. El Tempranillo acudió en solitario para acompañar a su esposa y fue delatado y cercado en el cortijo. El alboroto y tiroteo provocaron a su mujer tal impresión que el parto se adelanta con el desenlace citado. El Tempranillo, lejos de rendirse, monta el cadáver de su esposa sobre el caballo, se ata el bebé a su faja y sale a galope del cortijo entre los disparos saliendo ileso del trance y entregando su hijo a la familia de la madre.

Ante la situación de bandolerismo que estaba azotando la zona sur de España, el capitán general de Andalucía, don Vicente Quesada, se desespera y ofrece una fuerte recompensa por entregarlo vivo o muerto. La situación se hace insostenible y las presiones de los ricos hacendados andaluces hacia las autoridades locales provocan la intervención del propio rey Fernando VII que, inmerso en problemas de Estado internos para él más preocupantes, opta por conceder el indultos a todos los forajidos que opten por deponer las armas. Para “el Tempranillo”, el indulto se produjo finalmente en Corcoya, aldea de Badolatosa (Sevilla), extensivo a todos los miembros de su partida, a excepción de “Veneno”.

José María y varios de sus hombres pasan a engrosar las filas de la partida de a caballo de Andalucía que el general Quesada había organizado con la finalidad de perseguir y poner en manos de la Justicia a los bandoleros que habían rehusado acogerse al beneficio del indulto real y continuaban con sus fechorías sembrando el pánico por campos y dehesas.

Muy pocos meses va durar esta nueva misión. En septiembre de 1833, José María “el Tempranillo” hallaría la muerte mientras perseguía a José María “el Barberillo”, bandido natural de Estepa. Ocurrió el hecho en el cortijo de Buenavista, en las inmediaciones de la sierra de Camorra. “El Barberillo”, oculto tras una ventana, disparó a traición su arma contra “El Tempranillo”, que cayó herido de muerte al suelo. Los hombres de la partida condujeron a su comandante hasta el Parador de San Antonio, en la cercana población de Alameda (Málaga).

Un día más tarde de caer herido, el 23 de septiembre de 1833, José María “el Tempranillo”, el “Rey de Sierra Morena”, moría rodeado de sus hombres, cuando sólo contaba veintiocho años de edad. Su testamento demuestra que en su larga carrera delictiva nunca amasó fortuna para su lucro personal.

Los Judíos en Ribadavia (Galicia)


El establecimiento de los judíos en Ribadavia hay que datarlo a comienzos del siglo XI, según las fuentes documentales consultadas, atraídos por su estratégica situación y el establecimiento en la localidad de la sede del Reino de Galícia, en 1063, siendo rey Don García, por herencia de su padre Fernando eI Magno.

La comunidad judía de Ribadavia alcanzó una densidad de población realmente considerable, que destaca el cronista Froissart, cifrándola en 1500 habitantes en 1386, la mitad de la población de la Villa; ésta fue agrupándose en una zona que ocupó buena parte del actual casco histórico, por la llamada Porta Nova, situándose la Sinagoga en la Plaza de la Magdalena, en el mismo corazón del barrio.

Esta colectividad persistió en Ribadavia durante siglos, aún a partir del decreto de expulsión, contribuyendo de forma decisiva a la sólida pujanza económica experimentada en toda la comarca, que alcanzó su punto culminante a lo largo de los siglos XV y XVI, siempre tomando como base la comercialización del vino, aunque su papel fue más bien de propietarios que no de cultivadores directos.

En la actualidad la judería de Ribadavia se conserva en buen estado, aún con los inevitables añadidos incorporados a través del tiempo, constituyendo testimonio físico vivo de la importante herencia judía, tan arraigada entre nosotros, física y culturalmente, y que se manifiesta en la actualidad en acontecimientos festivos y culturales como la
"Festa da Istoria" o el "Festival de música Sefardí", por citar algunos de los de mayor relevancia.

El Lago de Sanabria (Zamora)



Cuenta la tradición popular sanabresa que el lugar que hoy está ocupado por el lago fue, hace mucho tiempo, un valle en cuyo lecho se asentaba un pueblo de campesinos prósperos, llamado Valverde de Lucerna. A este lugar llegó una noche oscura, un peregrino hambriento y cansado, que comenzó a llamar a todas las puertas del pueblo en demanda de un poco de pan y un rincón junto al fuego para dormir.

Temerosos de poner en peligro sus bienes o de sentir sus hogares contaminados por la pobreza de aquel peregrino pedigüeño -la leyenda no especifica los motivos- los campesinos de Valverde no respondieron a la llamada y sólo una pobre familia de panaderos, que cocían en las afueras del pueblo el pan amasado que les traían los ricos, le permitieron la entrada en su hogar y se apresuraron a meter en el horno un pedazo de masa para darle de comer.

De pronto, aquella masa comenzó a crecer hasta el punto de que los panaderos sospecharon un prodigio. Al mirar al peregrino, éste les sonrió y les confesó que, efectivamente, no era ningún mendigo, sino Jesucristo en persona, que había llegado a Valverde para probar la compasión de sus ricos habitantes. Pero le había entristecido su egoísmo y había decidido castigarlo, para ejemplo de cuantos en el mundo tuvieran aquel pecado. Tomando entonces su bastón peregrino, lo hincó en el suelo al tiempo que recitaba:

Aquí nazca un gargallón.
Aquí clavaré mi espada:
quí clavo mi bordón:
nazca aquí un gargallón de agua.

Advirtió entonces a los miembros de la familia compasiva que se pusieran a salvo, que serían los únicos que habrían de salvarse del desastre que se avecinaba. Y cuando los panaderos se encontraron lejos con todo cuanto les pertenecía, vieron cómo surgía del fondo de la tierra un terrible torbellino de agua y cómo engrosó milagrosamente el agua de los ríos, hasta convertir el valle en un lago que dejó hundido bajo sus aguas el pueblo entero de Valverde de Lucerna. y dicen aún los habitantes del entorno sanabrés - descendientes legendarios de la única familia de justos que logró salvarse- que en la noche de san Juan, cuando todo está en silencio, puede escucharse emergiendo del fondo de las aguas el tañido de las campanas de la iglesia del pueblo hundido, que recuerdan con aquel sonido el pecado que lo hizo desaparecer.

martes, 4 de marzo de 2008

Las Anjanas (Cantabria)


Las Anjanas son seres menudos, hermosos, delicados y bondadosos que hacen frente al descomunal, horrible, feroz y malvado Ojáncanu. Si sólo existiera el Ojáncanu, azote de Cantabria, el símbolo y compendio de todos los males que le afligen... la vida del montañés sería insufrible... Pero... afortunadamente existen las Anjanas...


La Anjana es una hermosísima ninfa de medio metro de estatura, ojos rasgados, pupilas negras o azules y brillantes como luceros, y mirada serena y amorosa. Tiene unas largas trenzas de color azabache u oro adornadas con lacitos y cintas de seda multicolores... y se ciñe a la cabeza una hermosa corona de flores silvestres.Su piel es blanquísima y siempre lleva una cruz encarnada... su voz es de ruiseñor y tiene unas alas prácticamente imperceptibles, casi transparentes, que la hacen parecer una mariposa...


Normalmente viste una blanca túnica larga de lana fina con pintas relucientes como estrellas y una larga capa azul con pespuntes rojos y dorados... En invierno... la capa es negra... Lleve una vara verde de mimbre o de espino con una estrella en la punta que brilla cada día de la semana con una luz distinta y una botellita con un brebaje milagroso para reanimar a los enfermos.Vive en grutas recónditas que son verdaderos palacios de suelo de oro y paredes de plata escondidas en fuentes y manantiales.


Vive cuatro siglos y puede transformarse en lo que desee y hacerse invisible.La principal ocupación de La Anjana es premiar a la gente que hace el bien, que es generosa... Bendice las aguas, los árboles y el ganado... ayuda a los pobres, a los que sufren, a los que se extravían en el bosque...

La Gran Vía de Madrid


Cuando hoy deambulamos por esta céntrica calle madrileña siguiendo su sinuoso trazado, cuando nos paramos frente a sus escaparates o repasamos las carteleras de sus cines y teatros, al abrirnos paso casi a codazos para cruzar la calzada cuando el semáforo se pone verde podemos pensar que siempre ha sido así. De tal modo la Gran Vía se ha imbricado en el tejido urbano y social de Madrid.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Hace menos de un siglo aquella zona era un conglomerado de calles estrechas e insalubres. Baste decir que allí se encontraba el Callejón del Perro de tan solo 2,30 m. de ancho que gozaba del dudoso privilegio de ser la calle más estrecha de Madrid.

El tercer proyecto, que sería el definitivo, fué aprobado el 27 de Agosto de 1904. Dentro de una semana hará cien años. Hubo dos proyectos anteriores (de 1862 y 1886) que sólo tenían en común con el que se aprobó su terminación en la plaza que entonces se llamaba de San Marcial y hoy es (ampliada y modificada) la Plaza de España.

Lo de definitivo es una manera de hablar porque sobre la marcha sufrió otros cambios como la rectificación en varios metros de su trazado para no llevarse por delante la Iglesia de Caballero de Gracia. O la supresión del bulevar previsto entre la Red de San Luis y Callao y la ampliación en 10 m. de anchura del tramo que va de Callao a la Plaza de España.

El proyecto que finalmente vería la luz fué llevado a cabo por los arquitectos municipales Salaberry y Octavio y antes de su aprobación sufrió durante años alegaciones y protestas. No sólo de los afectados por las expropiaciones sino también por los herederos de quienes planearon anteriores proyectos y que consideraban que se habían copiado sus ideas.

Para lo amantes de las cifras diré que el total de los tres tramos tiene una longitud de 1316 m.
Para su realización se expropiaron 315 casas y 4 solares. Se vieron afectadas, total o parcialmente, 48 viejas calles y plazas. Los comerciantes y vecinos desplazados fueron varios miles.

Del coste social y económico de la operación podemos hacernos una idea.

Todavía tuvieron que pasar cinco años largos hasta que el 13 de Noviembre de 1909 se adjudicaron las obras al financiero francés Martin Albert Silber por algo menos de 29 millones de pesetas de las de entonces. Hoy, con ese dinero no se compra ni el más modesto apartamento.
Finalmente el 4 de Abril de 1910, el Rey Alfonso XIII inauguró las obras mediante un golpe simbólico dado con una piqueta de plata en la llamada Casa del Cura que cerraba el paso desde la calle de Alcalá. Ese cura no era otro que el Párroco de San José.

El pueblo de Madrid, siempre propenso a la guasa improvisó enseguida la siguiente cuarteta:

"La casa del Señor Cura
nunca la vi como ahora,
profanada por la impura
piqueta demoledora."


Notas tomadas del libro "El Madrid de la Gran Vía" de Ramón Hidalgo Monteagudo,Rosalía Ramos Guarido y Fidel Revilla González

Anita Delgado - Maharajaní de Kapartula



La historia que os voy a contar es absolutamente cierta. La reciente boda del heredero de la corona con una señorita periodista me ha traído a la memoria otra boda, ocurrida hace casi un siglo, entre un monarca reinante y una bailarina de segunda fila que, de no ser por ese casamiento, no habría pasado a la historia del cuplé.
Anita Delgado nació en Málaga el 8 de Febrero de 1890 hija de un matrimonio que regentaba un modesto cafetín. Agobiados por su precaria situación económica, la familia decide emigrar a Madrid. Allí Anita y su hermana continúan con su afición al cante y al baile y el imperativo económico lleva a las niñas a trabajar como teloneras del Central-Kursaal, una de las muchas salas de café-concierto de aquel entonces.
A los dieciséis años Anita ya había sido solicitada por Ricardo Baroja y por Romero de Torres para posar como modelos de sus lienzos, a lo que ella se negó, mientras que su hermana Victoria si acepto.
En el Central-Kursaal, Anita estaba ajena a la mirada atenta de un notable espectador: el Maharajá de Kapartula, príncipe indio que había acudido a Madrid con motivo de la boda de Alfonso XIII. Tras varias tentativas fallidas del Maharajá por conocer a Anita , este tuvo que salir precipitadamente de España, tras el atentado contra los Reyes de España en la calle Mayor.
Desde París, el Maharajá solicita la mano de Anita. Aun cuando esta no quería aceptar, es convencida por Valle-Inclan y Romero de Torres. Marcha a París para posteriormente viajar a la India donde se caso el 28 de Enero de 1908, cuando contaba tan solo dieciocho años. El fastuoso enlace se celebro en un altozano lindero al palacio de Kapartula. Anita llegó montada en un elefante, aromada de mirra, con un vestido de seda.

A partir de entonces, Anita se convirtió en una de las mujeres mas envidiadas del mundo. Escribió un libro: "Impresiones de mis viajes a las Indias", durante sus recorridos por Europa. Habiendo tenido un hijo, se esfuerzó en enseñarle a hablar español, a pesar de que ella misma empezaba a olvidarlo.
En 1914 estalla la I Guerra Mundial y el Maharajá de Kapartula figura entre los príncipes que ofrecen a Inglaterra sus servicios. Anita recorrerá toda Europa haciendo importantes donativos a los hospitales franco-británicos, a los que visita con frecuencia. Las relaciones con el Maharajá comenzaron a deteriorarse provocando el divorcio y la expulsión, junto con su hijo, de la India.
No obstante, seguía siendo una mujer importante y en París asistía regularmente a los famosos bailes del Ritz, donde era asediada amorosamente por el Nizan de Hyderabad. Huyendo de él vuelve a su Málaga natal. Sigue visitando las capitales europeas, París, Londres y se asienta definitivamente en Madrid, donde muere a principio de los años sesenta.
Teo F. Atienza.

Quien fué a Sevilla (Galicia)


La conocida expresión:
"Quien fué a Sevilla, perdió su silla."

Parece aludir a un hecho histórico ocurrido en el siglo XV del que fueron protagonistas dos miembros de la distinguida familia de los Fonseca cuyo palacio en Santiago de Compostela fué después Universidad cantada en tunas inolvidables y es hoy la biblioteca de la ciudad.

Siendo Alonso de Fonseca I arzobispo de Sevilla, su sobrino del mismo nombre, conocido en la historia como Alonso de Fonseca II, fué nombrado a su vez arzobispo de Santiago de Compostela, y allá se marchó. Pero el joven se encontró con una región llena de revueltas, y estaban muchos contra su cargo de arzobispo. Como no se pudo hacer con la situación consultó con su tío el de Sevilla. Ambos decidieron, entonces, intercambiarse temporalmente sus diócesis, de modo que Alonso I viajó a Santiago, mientras el II iba a Sevilla.

Una vez pacificado el problema santiagués, Fonseca I decide retornar a Sevilla, pero el sobrino, ambicioso, se negó a abandonar por las buenas el arzobispado sevillano, hasta que intervino el propio rey Enrique de Trastámara e incluso el papa, ya que el sobrino alegaba que el pacto habia sido permanente. A su vuelta a Santiago, el chico armó tal revuelo, que fué encarcelado 5 años.

Sin embargo, pasado el tiempo, el sobrino llegaría a ocupar más altos cargos eclesiásticos, cediendo el arzobispado a su hijo (sic): así eran entonces los asuntos de la Iglesia.

La forma original de la frase fué:

“Quien se fué de Sevilla, perdió su silla”.
Jaime Losada

El gigante enamorado (Aragón)


El Gigante Silbán era famoso en la comarca por sus constantes robos de ganado. Nadie podía trepar a su guarida, situada a gran altura en una pared vertical de roca caliza. Tan sólo su agilidad, y sus enormes piernas, le permitían subir rápidamente utilizando unas estacas de madera clavadas a modo de escalas, pero tan separadas unas de otras que no servían para las personas de tamaño normal. Las que desde abajo parecían estacas, no eran otra cosa que auténticos y enteros troncos de enebro, algunos arrancados con raíz y todo.


Silbán era aún más odiado por otra razón además de los robos: raptaba doncellas, y nunca más se sabía de las desafortunadas. Hasta que en una ocasión, el azar o el destino hizo que se encariñara con Marieta la Pastora, una de las secuestradas. Esta fue la causa que salvó a la muchacha del ígnoto fin al que el monstruo sometió a todas las que la precedieron. Superados los primeros momentos de desesperación y los segundos de profunda tristeza, que pasó Marieta a la entrada de la gruta, mirando el precipicio a sus pies, calibrando incluso la distancia que la separaba de la libertad, si conseguía descolgarse de uno a otro peldaño arbóreo, o de la muerte, si no era capaz, la sagaz aldeana pergeñó su plan. Contaría para ello con lo único que tenía en aquel momento: encantos y paciencia, las dos, virtudes y armas de mujer.


Comenzó por engatusar al gigante, que disfrutaba en la boca de la cueva, a la solana, mientras ella le peinaba los larguísimos cabellos otrora enmarañados por la vida silvestre. Tanto se confío Silbán que, cuando dormía una mañana en su regazo, no se enteró de que Marieta se había apartado, dejando la cabeza del gigante apoyada encima de su delantal y éste en la roca donde había estado sentada. Bajo el mandil, la pastora había acumulado una buena cantidad de lana, y el Gigante siguió dormido en la mullida almohada.


De la misma lana de las ovejas robadas por el Gigante, Marieta había entrelazado hebras hasta conseguir una larga soga, por la que pudo descolgarse de la cueva, para correr después sin detenerse hasta su pueblo, Salinas de Sin, aunque a sus espaldas escuchaba la voz de Silván, con tonos tristes y desengañados más que airados, que la llamaba: "¡Marieta, Marieta, torna a oscar la mandileta!". Después de eso, Silbán quedó hundido, abatido, roto, como cualquier caballero humano desamorado. Cuentan que durante mucho tiempo se oyó en la noche un lamento rimado en la antigua lengua, que el viento arrastraba hasta los hogares de Tella, de Salinas, de L'Anfortunada...


-"Marieta, Marieta, torna con yo,que no te faré treballary te'n daré toz os diyasleche y chullas pa zenar"


(-"Marieta, Marieta, vuelve conmigo, que no te haré trabajar y te daré siempre leche y carne como cena")


Dicen también que otras voces, joviales y alegres, acompañadas de música de gaitas, comenzaron a sonar en los montes y en las parideras donde se recogían los ganados. Era la respuesta de los jóvenes pastores y repatanes, dichosos por haber sido el Gigante burlado:


-"Mincha-las-te tú, carnuz,que yo me'n boi ta o lugaraunque no prebe la pizcay tienga que treballar."


(-"Cometelas tú, carnuz, carroña humana, que yo me voy a mi casa, aunque no pruebe la carne y tenga que trabajar")


Pasados algunos días, celebrado el regreso de Marieta con dances y matacía, los ancianos y los mayorales de las aldeas decidieron reunirse. Era necesario librarse del Gigante Silbán. Si una cría había logrado engañarle, era posible la empresa que hasta ahora solo habían imaginado. Tras muchas horas de discusión en torno a la hoguera, llegaron a prevalecer dos posturas. La que defendía Galíndez, apoyada por los más jóvenes, consistía en llegarse hasta el pie de la cueva y prender una inmensa xera que carbonizara los troncos, para dificultar al gigante su descenso y acribillarle en ese momento con hondas y tirachinas.


El mayoral Fertús Lo Biello, sin embargo, el más anciano de todo el valle, era de la opinión de que si la sagacidad había vencido una vez, sólo en ella había de pensarse para una segunda y definitiva victoria. Apenas fue apoyada esta su postura, entre otras cosas por la fama de bruxón que habíanle dado al viejo en los últimos tiempos.


Ese mismo amanecer, regados los garganchones con abundante vino, los más jóvenes, armados de gayatas, hondas y tirachinas, se aproximaron a la Espluca de Lo Silbán. Sólo tres osaron llegarse hasta la misma base de la cueva, y apunto de encender el chisquero, oyeron despavoridos un ruido como de tormenta: descomunales pedruscos rodaban pared abajo, arrojados por el Gigante que rugía fuera de sí. Huyeron todos los valientes. Y dejaron hacer a Lo Biello.


Conocedor de cuantas virtudes encierran yerbas y yerbajos, frutos y flores, preparó un ungüento macerando en noche de luna llena los más ponzoñosos berenos. Acercóse una mañana a la cabaña de La Marieta, con intención de preguntarle por los gustos de Lo Silbán. Y ella, con la que nadie había contado para una venganza justa, no dudó en ofrecer a Lo Biello no sólo atinada información, sino toda la ayuda que estuvo en su mano. Era la leche el manjar del Gigante, y Marieta casi secó las ubres de las ovejas y cabras de su casa. Con la leche en un pozal, y el espíritu del bereno disimulado dentro, anciano y niña llevaron entre los dos el bebedizo hasta el mismo pie de la cueva. Alejáronse y ocultáronse como sólo una zagala puede hacerlo, y desde el escondrijo cantó Marieta con queda voz:


"Torna con yo Lo Silbán que no pas deixaré-te'n marchar"


(-"Vuelve conmigo, Silbán, que no dejaré que te marches")


O la oyó Silbán, o la olió, el caso es que descendió raudo de su cueva. Llegó abajo, como un perro cazador, husmeando a derecha y a izquierda. Casi tropezó con el brebaje. Sin pensarlo, engulló su contenido sin respirar ni una vez. Y tan sólo dos o tres estertores volvieron a salir de sus pulmones. Los justos para regresar trepando a duras penas hasta su agujero y dejar que la negrura de la boca lo tragara para nunca más salir.


Puede que el Gigante Silbán muriera a causa del bereno, puede que no, pero desapareció de la comarca. Años después algunos consiguieron llegar hasta arriba, y se atrevieron a entrar. No encontraron nada. Pero todos aseguran que la cueva tiene infinitos recovecos en su interior, y algunos llegan a afirmar, cuando pocos los oyen, que se trata de la misma entrada a los infiernos, a donde Silbán, el Gigante despechado que se enamoró de una pastora, ha vuelto para llorar eternamente sus penas.


Chema Gutiérrez Lera (texto y dibujos)