sábado, 15 de marzo de 2008

Tributo de las 100 doncellas (Castilla-León)


En la monarquía visigoda el rey era elegido por los nobles, pero siempre dentro de la familia de los primeros caudillos. Al morir el rey Silo (774-783), su esposa, Adosinda, de acuerdo con los magnates, eligió como sucesor a su sobrino Alfonso (después Alfonso II el Casto), hijo de Fruela (757-768), y fue nombrado legítimo rey de los astures. Pero Mauregato (783-789) se alió con Abderramán I, rey moro de Córdoba, para conspirar contra Alfonso y usurpó el trono poco después. Mauregato era hijo bastardo de Alfonso I el Católico probablemente con una cautiva musulmana; algunos historiadores han afirmado que el nombre de este rey significa «el hijo de la mora cautiva» (maura capta).


Evidentemente, Mauregato no tuvo conflictos con los musulmanes, más bien todo lo contrario. Las crónicas posteriores le culpan del tributo de las cien doncellas vírgenes (cincuenta fijasdalgo y cincuenta plebeyas) que, como agradecimiento a su colaboración, debía entregarle cada año, cosa que hizo durante los seis que duró su reinado. Al morir Mauregato, fue elegido rey otro hijo de Fruela, Bermudo, que era diácono.


Bermudo se negó a pagar el tributo, por lo que Abderramán juntó un poderoso ejército y vino contra él. Entretanto, Bermudo había abdicado en favor de su sobrino Alfonso II el Casto, quien ya había sido coronado en 783 cuando Mauregato lo destituyó. El ejército árabe devastó el indomable reino de Asturias y destruyó su capital, Oviedo, consiguiendo un inmenso botín, aunque su rey consiguió huir y ponerse a salvo. Durante su regreso triunfal a Córdoba, le salió al encuentro y le derrotó en la localidad de Lutos (quizás el actual caserío de Los Lobos, al suroeste de Grado). Entonces Abderramán y Alfonso firmaron una tregua según la cual se dejó de pagar el tributo de las cien doncellas.


De estas cien doncellas, correspondían cuatro a Carrión, que en este tiempo ya estaba fundada y repoblada. Fue en tiempos de su alcalde Martín Alfonso Coronel cuando sucedió el famoso milagro de los cuatro toros, que Morales relata de esta manera. Iban los moros cobrando el tributo de las cien doncellas por la vega de Carrión. Juntándose algunos toros, acometieron con tanta bravura contra el escuadrón de los moros que los desbarataron e hicieron huir, y quedaron las doncellas libres de su presidio. Alabando después a Nuestro Señor y dándole gracias por el insigne milagro, edificaron en su memoria una iglesia, llamada después Nuestra Señora de la Victoria, que es testimonio de todo esto.


Aunque hay autores que no dan credibilidad a este relato, hay indudables muestras de su veracidad en la fachada de la iglesia, hoy llamada de Santa María del Camino. En el arco de la puerta principal están talladas en piedra las doncellas y los toros, sin duda en recuerdo de dicho suceso, mantenido por tradición oral durante más de trescientos años (siglos IX-XII), así como cuatro capiteles en forma de cabeza de toro. Si no fuera así, no tendría explicación la causa de estas tallas y, además, resultaría ridículo y escarnecedor en un templo cristiano. Por tanto, resulta indudable que la iglesia se construyó con motivo de tan inolvidable milagro. Además, en la misma iglesia se conserva un cuadro del siglo XVII que ilustra el suceso y lleva una inscripción que lo relata, según la cual se celebraban dos procesiones y sermón conmemorándolo. El sermón, llamado de doncellas y toros, todavía tenía lugar en el siglo XVIII, pues lo cita expresamente Antonio Ponz en su Viaje de España.


En aquel lugar había una modesta ermita con una imagen muy antigua de Nuestra Señora, de madera policromada, llamada del Parral por una gran parra que había en la puerta. Cuando las doncellas iban a ser entregadas a los moros, al pasar por delante de la ermita volvieron la vista a la imagen y se encomendaron a la Virgen para que las librase de su situación, cosa que sucedió por mediación de los cuatro toros, como queda dicho.


Tanto la tradición como los historiadores dan por cierto que la construcción de la iglesia de Santa María se comenzó a principios del siglo IX, reinando Alfonso II el Casto, sobre los restos de una capilla bizantina. Al principio se llamó Santa María de la Victoria por el milagro relatado, y luego se llamó Santa María del Camino porque a su lado pasaban los peregrinos que iban a Santiago de Compostela. En años sucesivos, se estableció en la localidad la tradición de celebrar corridas de toros en la plaza de la iglesia y ofrecer los cueros a la Virgen, costumbre que se ha mantenido durante muchos siglos.

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