Corría el siglo XIII, durante la reconquista de Valencia por Jaime I, cuando las tropas aragonesas libraron una dura batalla, en la que finalmente consiguieron la victoria.
El ejercito moro, se preparaba para atacar el castillo de Chio, una de las fortalezas, conquistada por los cristianos en la batalla.Se produjo una alarma de ataque enemigo, y las tropas cristianas, enteradas de la maniobra, decidieron celebrar una misa, en la que comulgarían los seis capitanes, en representación de todas las tropas.Mientras se celebraba la eucaristía, se produjo el ataque enemigo y el sacerdote celebrante, que era Mosén Mateo Martínez y natural de Daroca, hubo de suspender la celebración y decidió introducir las seis Formas en los Corporales y esconderlos en lugar seguro.
Una vez que los cristianos obtuvieron la victoria en la localidad valenciana de Luchente, el sacerdote volvió al lugar, para recuperar las formas y notó con estupor, que las seis hostias habían sangrado quedando grabadas en la blanca tela que las envolvía.
Cuando el ejercito sarraceno, volvió a atacar, el sacerdote enarboló los Corporales como bandera, y persiguió a los moros hasta el lugar donde se edificó el convento de Corpus Christi.Posteriormente surgió un disputa entre los mandos de los ejércitos cristianos, para decidir en qué lugar serían guardados los Corporales.Al no llegar a ningún acuerdo, se optó por introducir las reliquias en una pequeña arca de plata, y depositarlas en los lomos de una mula que nunca hubiera estado por esas tierras.La mula siguió su camino hasta Daroca, haciendo oídos sordos a las viandas que le eran ofrecidas en las diferentes localidades por las que pasaba, hasta que el día 7 de marzo del año 1239, el animal cayó muerto en la ciudad, como se encarga de recordar la lápida existente en la Iglesia de la Trinidad de Daroca.
Como se puede observar, al igual que en otras leyendas, se entremezcla la historia con la tradición, siendo difícil delimitar dónde comienza una y dónde termina la otra.
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