Entre los marinos templarios, el más conocido y famoso es el célebre Roger de Flor, capitán de nave templaria, corsario, aventurero y fundador de la «compañía», integrada en gran parte por aragoneses y catalanes, a cuyo frente realizó notables proezas al servicio del emperador bizantino.
Roger de Flor era hijo de un simple halconero del emperador Federico II, que murió en 1268 en la batalla de Tagliacozzo, que puso en manos de Carlos de Anjou el reino de Sicilia; huérfano y sin medios de subsistencia en Brindisi, donde invernaban los navíos de Messina y Apulia, atrajo la atención de un hermano sargento templario, capitán de una de esas naves, que invitó al niño, que entonces era Roger de Flor, a enrolarse en su barco, tratándole como si de un hijo se tratara.
Al lado del sargento templario, Roger se convirtió en un experto marino tanto en la práctica de la navegación como en la teoría; había ingresado en el Temple como hermano sargento cuando, poco después, el Temple adquirió a los genoveses el mayor barco construido, bautizado como El Halcón; el gran maestre se lo confió al hermano Roger de Flor.
Al lado del sargento templario, Roger se convirtió en un experto marino tanto en la práctica de la navegación como en la teoría; había ingresado en el Temple como hermano sargento cuando, poco después, el Temple adquirió a los genoveses el mayor barco construido, bautizado como El Halcón; el gran maestre se lo confió al hermano Roger de Flor.
Con El Halcón se encontraba Roger de Flor en San Juan de Acre en 1291, participando en la evacuación y salvamento de los fugitivos, que pagaron muy bien esta providencial ayuda; aunque entregó al gran maestre grandes sumas de dinero, fue acusado de haber retenido una parte para sí. Parece que el maestre dio crédito a los acusadores y quiso prenderlo; Roger de Flor se dio a la fuga con el barco, que abandonó en Marsella, retirándose a Génova.
En esta ciudad, con ayuda de sus amigos, adquirió una galera, con la que se consagró al corso a costa de los angevinos de Italia y Provenza; del Temple había aprendido la disciplina y la eficacia, en las que instruía a sus marinos y soldados, a los que pagaba con toda exactitud y por adelantado, pero a los que exigía una total obediencia y absoluta entrega. Con ellos formó el primer esbozo de lo que más tarde sería la Compañía Catalana.
Tras la firma de la Paz de Caltabellota el 19 de agosto de 1302, temiendo que el Papa o el Temple lo reclamasen como prófugo o huido de religión o el rey de Francia por sus piraterías, pasó con su compañía a Italia, ofreciendo sus servicios al emperador bizantino Andrónico a cambio de la correspondiente soldada. Acogido por éste, que le otorga el título de archiduque, consigue reunir en su entorno unos seis mil hombres, con los que aniquila a los genoveses de Constantinopla; luego pasa a Asia, y combate victoriosamente contra los turcos. Sus triunfos le merecen el título de César, pero, habiendo suscitado los temores y los recelos del hijo del emperador, fue atraído a una trampa y asesinado en Adrianópolis en 1305.
En todas sus hazañas, Roger de Flor fue siempre fiel a las enseñanzas militares, a la disciplina, al rigor y a la exactitud que un día había aprendido como joven templario.
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