La muchacha se sintió tan humillada por la actitud de aquel falso enamorado que huyó a lo más escondido de la sierra y desde entonces se dedicó a vivir en soledad, alimentándose de lo que cazaba con ayuda de una ballesta y salteando a los viajeros y caminantes de un modo peculiar, pues los llevaba a su guarida, les invitaba a un opíparo banquete, se entregaba a ellos amorosamente y, por fin, los mataba.
El romancero cuenta cómo fue descubierta la Serrana por un viajero o pastor que logró escapar de su mortífera hospitalidad. Los romances, con distintas versiones, narran, en la voz del superviviente, lo que despertó sus sospechas una vez que estuvo dentro de la cueva de la Serrana:
"...Diome yesca y pedernal para que lumbre encendiera,
y al resplandor de la llama vi un montón de calaveras.
-¿Cuyos son aquestos huesos?¿Cuyas estas calaveras?
-Hombres fueron que he matado por esos montes y sierras.
Tú alégrate, caminante,buena noche nos espera.
De perdices y conejos sirvióme muy rica cena,
de pan blanco y de buen vino y de su cara risueña.
Si buena cena me dio poco pude comer de ella;
si buena cena me dio,muy mejor cama me diera..."
El caso es que el caminante o pastor, con sus canciones, acaba consiguiendo adormecer a la Serrana, escapar de su cueva, salvarse de su persecución y denunciar el caso.
Las versiones sobre el fin de la Serrana son contradictorias: unas quieren que fuese perseguida como una alimaña y salvajemente aniquilada; otras que se la condujese a Plasencia, donde sería ajusticiada tras un proceso; y hasta hay quien asegura que el rey la indultó y perdonó sus crímenes.
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