León V de Lusignán era rey de Armenia desde que fue coronado en Sis en 1374.
Al año siguiente fue hecho prisionero por los mamelucos, llevado a El Cairo y encerrado en prisión. Se le ofreció la libertad si abjuraba del cristianismo y se hacía mahometano. León se negó. Su esposa murió en el cautiverio.
Envió mensajeros a las diversas cortes europeas pidiendo auxilio y rescate para obtener su libertad. Entre los que le contestaron figuran Juan I de Castilla y Pedro IV de Aragón y III de Cataluña. Una vez lograda su liberación, el monarca armenio se trasladó a Europa y visitó al Papa Clemente VII, del que sólo obtuvo buenas palabras, y al rey de Aragón, que le consoló como pudo pero no le socorrió con dinero. Por fin, Juan I de Castilla, en un arranque de generosidad, le otorgó el señorío de Madrid, Andújar y Villareal con sus rentas, amén de 150.000 maravedíes de renta.
Y ya tenemos a León V señor de Madrid independiente. Se instaló en el Alcázar y durante tres días hubo fiestas en la nueva capital de Armenia para celebrar a su nuevo señor. De todos modos, aunque prometió confirmarles los privilegios de que gozaban, se desentendió de los madrileños hasta el punto que el 12 de octubre de 1383, pocos meses después de su llegada, el rey de Castilla tuvo que prometer a los pobladores de Madrid que aunque lo hecho hecho estaba, a la muerte de León V volvería la villa a ser castellana y prometía no enajenarla nunca más. Siete días después, León recibía el homenaje de sus nuevos vasallos consolados por la promesa del rey castellano.
Así fue como Madrid se convirtió durante unos años en capital de Armenia y no por conquista traicionera sino por donación de un rey castellano.
León V se cansó pronto. No duró mucho su estancia en la nueva capital de Armenia. Se fue a Navarra y luego a Francia y murió en París en 1393, aunque ya antes, en 1391, las cortes Castellanas y el rey Enrique III habían revocado la donación, devolviendo a los madrileños la nacionalidad castellana.
Sin embargo, conservaron la pensión de 150.000 maravedíes concedida al efímero rey.
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