sábado, 14 de febrero de 2015

Lagunas de Villafáfila

La Reserva Regional de las Lagunas de Villafáfila ocupa una extensión total de treinta y dos mil hectáreas y acoge más de ciento diez clasificaciones de aves, entre ellas el diez por ciento de la población mundial de avutardas.
La impermeabilidad del suelo de este espacio natural favorece que el agua inunde grandes extensiones de terreno, formando distintos humedales de pequeño tamaño y otros más considerables y de mayor importancia como La Laguna Grande, la de Barrillos y la de las Salinas.
Este paisaje plano e inmenso constituye la segunda zona de invernada de aves de la península, después de las Marismas del Guadalquivir. Aquí pasan el invierno más de veinte mil ejemplares de ánsar común, el mayor de los gansos europeos, entre una lista infinita de aves.
Sólo el vuelo de estos ejemplares y los típicos palomares de barro, propios de Tierra de Campos rompen la monotonía de esta llanura húmeda. Doscientos de estos singulares edificios se conservan aún en pie, aunque algunos algo abandonados. Los de Villarrín y Villafáfila son de los más admirados.
En Otero de Sariegos se encuentra un observatorio desde el que, utilizando los dos telescopios allí instalados, se puede disfrutar de una excelente vista de la Laguna Salina Grande. Este es el lugar preferido por los ansares, y cuando mejor se dejan ver, es al atardecer y al amanecer. A Otero se accede por una desviación a la izquierda que sale a mitad del camino por la carretera de va de Villafáfila a Villarírn. Hoy, Otero de Sariegos, es un pequeño pueblo casi despoblado en el que sólo habitan dos matrimonios. 
Más al sur del espacio natural, se encuentra la comarca de Lamprea, denominado así por las lampreas, peces que se criaban en los viveros acondicionados del río Salado por los monjes del monasterio de Sahún. 
A trece kilómetros al oeste de Villafáfila, se encuentra el pueblo de Moreruela y, a tres kilómetros de este punto, las imponentes ruinas del Monasterio del mismo nombre. A este edificio se le ha catalogado como el primero de los construidos por la orden del Cister en la península. Este refugio de monjes tuvo el beneplácito de los monarcas de León, de Castilla y de Portugal, así como de las familias nobles de Zamora. 

(Revista Ibérica)

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