miércoles, 25 de agosto de 2010

La Fuente de la Gallina - Alar del Rey (Palencia)


Existió una vez un señor feudal que obligaba a sus súbditos a pagar una gallina por poder beber agua de una fuente, un tributo muy caro para aquella época. Ocurrió en una ocasión que la fuente se secó. Entonces, los vecinos dejaron de beber el agua y también de pagar la gallina. El señor había perdido así un tributo importante. En su mesa faltaban las gallinas que cobraba y los ricos caldos con "sustancia" que con ellas le preparaban, no le salían como antes.



No podía conformarse con la situación y exigía el tributo de todas maneras. "No pagaremos si la fuente está seca", decían. Pero el insistía: "Yo no tengo la culpa de que se haya secado", decían como herido en su orgullo de persona superior.


Pero era inútil. Las gentes sencillas no pagaban a pesar de castigos y amenazas. El Señor pensaba que, tarde o temprano, de todos modos la fuente volvería a manar. Como muy tarde, a la llegada de las lluvias y nieves del invierno.


Pero fue pasando el invierno y también la primavera. La fuente seguía sin manar. Pasó todo el año y lo mismo. El egoísta y avaro señor se desesperaba. "Deben de haber hecho algo", pensó. Y puso vigilantes al lado de la fuente. Investigó también los alrededores por ver si habían desviado el curso del agua, pero no encontró nada.


La gente humilde bebía agua de otras fuentes y seguían usando la del Pisuerga para lavar. Y aunque no bebían de aquel buen manantial que, tradicionalmente, siempre habían usado, en el fondo se alegraban de la desesperación del señor feudal que durante años y desde antiguo, les obligaba con impuestos., injustos las más de las veces.


Pasaron los años y la fuente siguió seca, hasta que un buen día el señor feudal murió. Hubo honras fúnebres y sonaron las campanas. El tirano había desaparecido.


Y, ese mismo día, alguien apareció gritando: "La fuente mana. La Fuente de la Gallina ha vuelto a dar agua". Todos se dirigieron al lugar. La fuente había vuelto a manar. El agua salía más rica que antes. Todos iban a beber y decían: "¡milagro!". La fuente había estado esperando a que desapareciera el maldito impuesto para volver a sonreír con el leve rumor del correr del agua.

Laguna de Anna

Cuentan las gentes de la comarca que hace ya siglos, uno de los primeros condes de Cervelló, que era el señor de Anna, había organizado una cacería por los alrededores de la laguna. Al parecer, el conde se apartó de sus compañeros de caza seguido de un criado, cuando iba en persecución de la pieza. Pocos días antes había llovido y, de pronto, se encontraron ambos frente a un desprendimiento de tierras que había puesto al descubierto la entrada de una caverna que parecía artificial.

Sorprendidos por el hallazgo, el conde y su criado se olvidaron de la pieza que perseguían y se asomaron a la boca del hipogeo. Parecía cuidadosamente labrado y, sin duda, estaba destinado para un fin. Ayudándose con la luz de una antorcha, ambos penetraron en la caverna y, al poco trecho, se encontraron con un espectáculo insospechado: toda una red de canales y compuertas ingeniosamente concebidas hacía que el gran caudal de agua que llegaba desde las profundidades de la tierra, llegado a un determinado punto, comenzase a distribuirse sabiamente y sin la ayuda de nadie, organizándose solo en una infinidad de regueros perfectamente construidos que penetraban de nuevo en los agujeros de la cueva para ir a parar a las múltiples fuentes y manantiales que brotan por toda la comarca. La sabia concepción de aquella red de distribución de aguas hacía que, con la única medida del caudal que brotaba del fondo, se pusieran en funcionamiento las compuertas que actuaban a modo de válvulas, haciendo que en ningún momento faltase el agua en ninguna de las acequias y distribuyendo su curso de tal modo que, periódicamente, se viera favorecida una u otra de las fuentes.

El conde se dio cuenta de la enorme sabiduría de quienes, en tiempos pasados, fueron capaces de idear aquel ingenio, así como de la razón que seguramente tuvieron para esconderlo y mantenerlo secreto a los ojos de los campesinos. Así se evitarían sus envidias y cada uno de ellos atribuiría a la Providencia el caudal de agua que recibiera, sin que jamás se le ocurriera envidiar a su vecino cuando tenía más suerte que él. De este modo, juramentándose con su criado a seguir manteniendo aquel secreto, se apresuraron a tapar con piedras la boca de la cueva y a sembrar jaras frente a las piedras, de modo que pareciera que aquello no ocultaba la cárcava que realmente se encontraba detrás.

Con los años, el conde murió y el criado no supo mantener por más tiempo el secreto, pero era ya muy viejo y olvidó el lugar donde hicieron el descubrimiento.

De modo que, desde entonces, los campesinos de Anna saben que sabios antepasados organizaron para ellos la distribución de su tesoro, pero tienen conciencia de que más vale ignorar cómo lo hicieron, para evitar las envidias y los pleitos que tan a menudo tienen sus vecinos de la Huerta, que tienen que recurrir constantemente a( juicio imparcial del Tribunal de las Aguas.


(Guía de leyendas españolas de Juan G. Atienza)

lunes, 26 de julio de 2010

El Negre Lloma - Alicante


Este personaje vivió en la ciudad de Alicante, en el primer tercio del siglo pasado, concretamente desde 1914 hasta 1936. Era un simpático y llamativo vagabundo llamado John Back o John Bull y que era popularmente conocido como el “negre lloma”. Parecer ser que trabajaba en las cocinas de un buque petrolero llamado Tiflis que en 1914 se incendió en el puerto de Alicante y mientras toda la tripulación fue repatriada, él se quedó en la ciudad y se convirtió con el tiempo en un “personaje” de la vida alicantina. No se le conocía trabajo, vestía ropa que le daba la gente y comía de la caridad, se le solía ver por la explanada y cercanías, siempre con los zapatos colgados alrededor de cuello, entregado al doce far niente.

Era tanta su “actividad” que popularmente se solía decir “eres más gandul que el negre lloma” Casi siempre iba borracho y piropeaba a las mujeres, que le eludían dándole alguna hogaza de pan o morcillas. Fernando Gil Sánchez, en su libro “Alicante una ciudad en el recuerdo”, decía lo siguiente: “Le llamábamos el negre lloma sin saber porque, ni cuando le pusieron el grotesco nombre. Apareció por las calles de Alicante como un circo de un solo actor aplaudiéndose a si mismo con sus grandes manos, desgastadas y palmiblancas. Con sus zapatones gigantes, rotos y desgastados. Con su raído costal de pita, al hombro. Con su figura monumental, mas enorme por su negror. Con su sonrisa de lengua roja y dientes blanquísimos. Con su cabeza de anillado cabello, sucio y blanco de tierras. Con sus ademanes y movimientos cadenciosos como pasos de baile, como mágicos ritmos. Con sus pantalones guangos y su chaqueta siempre desabotonada y aleante. Con su botella de gasolina de la que tomaba sorbos, asombrándonos lanzando un violento chorro sobre un algodón en llamas para apagarlo después dentro de su boca”. El mismo autor, aventura que el busto del negre lloma es la silueta que, coronada de laureles aparece en el escudo del equipo de fútbol, el “Hércules”

Pero no acaba aquí la historia de este personaje, hay una segunda parte y que puede ser una de las primeras leyendas urbanas de nuestra ciudad. Apareció muerto de hambre, frió o alcoholismo a las afueras de nuestra ciudad, en una cuneta de Vistahermosa, la madrugada del 20 de Noviembre de 1936, casi al mismo tiempo que era fusilado el fundador de la Falange José Antonio Primo de Rivera en el otro lado de la ciudad. Quiso el azar que los restos de los fusilados aquel día y los de nuestro “negre lloma” se mezclaran en la fosa común.

Acabada la guerra, los mandos falangistas viajaron a Alicante a exhumar los restos de su líder, para darle sepultura digna Y aquí empieza la leyenda, pues aunque las crónicas del momento dicen que los restos de José Antonio fueron perfectamente identificados, por lo bajini (no eran tiempos de hablar ciertas cosas en alta voz) se decía que los restos que cinco mil falangistas llevaron a hombros hasta Madrid, no eran otro que los del pobre cocinero del petrolero Tiflis, así que nuestro negre lloma después de su azarosa y vagabunda vida reposa en el fabuloso del Valle de los Caídos. Leyenda, realidad... Verdad, mentira...

domingo, 25 de julio de 2010

La Era de Escorca


En Escorca, por el camino de Lluc, ábrese una sima en la que de noche se escuchan cantos infernales, trote de caballos, motos de mujer y repique de cascabeles.

En otro tiempo había en este mismo lugar una era. Cuando llegaba el mes de agosto reuníanse allí los trilladores y trabajaban entre gritos, cantos y risas.

Un domingo, por la tarde, en la era se trillaba, sin respetar el día del Señor. Mientras los caballos daban vueltas y más vueltas, haciendo sonar sus cascabeles, los payeses cantaban y decían a las mujeres bromas soeces. Éstas gritaban y reían, armando entre todos un guirigay espantoso.

De pronto se oyó por el camino de Lluc el vibrante sonido de una campanilla. Era un sacerdote que llevaba a un enfermo el Santo Viático. Los payeses continuaron su algazara, sin hacer caso de la divina presencia.

El sacerdote, horrorizado por tal profanación, se detuvo un momento sin atreverse a pasar por delante de aquella gente tan irrespetuosa. De repente se oyó un gran estrépito; la tierra se abrió y sepultó en su seno a cuantos en la era había.

Desde entonces siguen trillando sin parar los payeses, cantando; riendo y gritando eternamente, como en aquella tarde del domingo.

martes, 6 de julio de 2010

La Laguna de Curavacas (Vidrieros)


La leyenda palentina cuenta la historia de dos amantes que huyen. Un moro que, prófugo de las luchas de Reconquista, quiere volver a su tierra. Ella es una cristiana que le sigue ciegamente, ella ha renunciado a su casa y a su familia, y está dispuesta a renunciar también a su religión

Los dos amantes han emprendido un largo camino. Se dirigen hacia costa y deben atravesar las escarpadas cumbres del norte palentino pasar cerca del Curavacas ven el hermoso lago. La quietud de sus aguas y su transparencia cristalina les sorprenden. El azul del cielo y las cumbres cortadas del Curavacas se reflejan en la superficie. El paisaje es ensoñador y se detienen a descansar un instante.

La doncella no puede por menos que inclinarse sobre las aguas para contemplar su belleza, ve reflejado su rostro y el del musulmán que la sigue. Entonces, de repente, una nube blanca parece salir del centro del pozo y se coloca sobre la superficie. Las aguas empiezan a oscurecerse y agitarse, el lago parece rugir embravecido. Todo ha sido repente Paralizados por la sorpresa no son capaces de alejarse. Una colosal serpiente surge entonces de lo más profundo y amenaza con tragarlos; a la vez que un ruido como de oleaje de mar enfurecido rodea toda la escena,

EI agua empieza a crecer y los va rodeando. Parece formarse un barro cenagoso. La joven, inmóvil hasta entonces, resbala y las aguas la arrastran hacia dentro. De lo mas profundo aparece la monstruosa serpiente saltando con furia.

El ruido se hace ensordecedor a la vez que el moro intenta desesperadamente salvarla. En Vidrieros y en todo el valle de Pineda se oyen sus gritos. Pero sus esfuerzos son vanos. Las aguas engullen el cuerpo mientras la serpiente se sumerge en el abismo. Todo ha sucedido rápidamente. Pasado el episodio, lentamente cambia la escena y vuelve la quietud anterior.

El moro llora postrado a la orilla del lago y durante horas repasa su vida, El trágico suceso le hace comprender que todo ha sido un castigo a la fe de la doncella que estaba dispuesta a renunciar a sus creencias cristianas por seguirle, Inicia, entonces, un largo camino: el del arrepentimiento por sus pecados y el de la meditación interior sobre la fe cristiana que había empezado a conocer de boca de su amante.

Poco tiempo después es bautizado y decide dedicar el resto de su vida a la penitencia, por lo que se retira a una cueva para vivir como anacoreta. No mucho después, muere sin dejar de pensar en el trágico fin de su compañera que reposa en el fondo del pozo.

Dicese que, desde entonces, en las más crudas noches de invierno se oye bramar al misterioso lago, a la vez que sus aguas se oscurecen, se agitan y el horrible abismo escupe las entrañas de los desgraciados allí ahogados. También se dice que está comunicado con el mar y que cuando hay allí tormenta, la horrible serpiente del fondo aparece nuevamente, como si desease capturar otra víctima y arrastrarla con ella a las profundidades marinas donde vive.

Ni en los Cardaños ni en Vidrieros hay nadie que desconozca esta leyenda. Porque todos saben del temible influjo del pozo Curavacas.

Laurenlino Ruesga Herreros : "Las Leyendas del lago Curavacas" en Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses n" 68

El nombre de Alicante


Esta leyenda, que explica el nombre de Alicante (o sea, de por qué Alicante se llama "Alicante" y no de otra forma) nos viene dado en forma de historia de amor..si, esa clase de amores imposibles en los que normalmente los dos suelen morir por no poder reflejar su amor...y en este caso Cántara y Aly, amantes desgraciados donde los haya, tuvieron el tardío consuelo de ver fundidos sus nombres para dar denominación al lugar que fue testigo de su amor imposible.
Cántara era una musulmana hija del Califa de la ciudad (la actual Alicante), y además de su posición social, tenía a su favor su belleza sobrehumana, por lo que no fue extraño que dos jóvenes musulmanes se enamoraran locamente de ella. El Califa decidió que uno de ellos será un buen marido para su hija, pero...¿cual de ellos?

El Califa, ante el gran dilema que tenía, tomó una decisión salomónica; los pretendientes deberían llevar a cabo una tarea concreta, y Alá decidiría. Por tanto, Almanzor (el otro pretendiente) y Aly se pusieron manos a la obra. Almanzor decidió ir a las Indias a traer raras especias a su amada, mientras Aly se comprometió ante el Califa a cavar una acequia y poder traer agua a Alicante desde Tibi.

Dicen las crónicas que mientras Almanzor iba rápidamente con sus barcos a las Indias a traer especias, Aly no se tomó tan en serio su trabajo..se dedicó más a escribir poesías a su amada e ir hablando excelencias y diciendo que la amaba por todo el mundo...Cántara se enamoró de él locamente, sin esperar siquiera ver finalizada su tarea y la de Almanzor...la elección ya estaba hecha...

Pero un dia llegó Almanzor con sus barcos cargados de especias, y el Califa, que era hombre de palabra, le concedió la mano de su hija. Aly, desesperado, se tiró al vacío por un barranco (se dice que sobre ese lugar se construyó algunos siglos después el Pantano de Tibi). Cántara, desesperada tambíen, decidió seguir los pasos de su amor, y se tiró al mar desde el risco de San Julián, que desde estonces vino a llamarse "el salt de la reina mora" (el salto de la reina mora)

Dicen que el Califa murió de tristeza, y que, sorprendentemente, su efigie apareció grabada en el monte Benacantil.

Cuenta la leyenda que la corte, impresionada por los hechos, decidió llamar a la ciudad "Alicántara", de donde viene el nombre actual "Alicante".

La campana Honorata - Barcelona


A finales del siglo XIV se fabricó en Barcelona, pagada por sus ciudadanos, una campana para la Catedral. Se la llamó Honorata. El 28 de noviembre de 1393 tocó las horas por primera vez.

Honorata sufrió los efectos de los bombardeos durante el sitio de 1714 quedando gravemente dañada. Felipe V la mandó destruir en 1716 en castigo por haber tocado a rebato o somatén en todos los levantamientos de la ciudad.

La nueva Honorata se fundió cuidadosamente a mediados del siglo XIX. Pesaba tanto que fueron precisas treinta parejas de bueyes, con cuya ayuda lograron hacerla ascender hasta el nivel de los ventanales altos del campanario, sin conseguir que llegara al sitio a que estaba destinada. Por fin, alguien aconsejó que mojaran las cuerdas ya que el cáñamo humedecido se encoge. Así lo hicieron y la campana quedó colocada en su puesto.

Honorata marca hoy en dia los cuartos, mientras que la Eulàlia marca las horas.