miércoles, 17 de marzo de 2010

La venganza de Don Munio


En el valle de los Redondos y en San Salvador de Cantamuda se sitúa esta leyenda medieval. Su génesis es conocida:

Junto a Peña Tremaya existió hace muchos años un castillo situado en una montaña alta y escarpada. Allí habitaba el conde D. Munio, esforzado, poderoso y valiente en las batallas. Estaba situado el castillo muy cerca de los Redondos, formado entonces por tres pequeños pueblecitos: S. Juan y Sta.María y otro ya despoblado. Toda la merindad de La Pernía se veía desde allí: Lores, Casavegas, Areños, Camasobres, San Salvador, Lebanza, El Campo, Santiago, Polentinos, Vañes, Villanueva, Carracedo (ya despoblado) y también toda la Castillería: S. Felices, Celada, Roblecedo, Herreruela, Estalaya y Verdeña.

Era la primera mitad del siglo XI, en tiempos de Sancho El Mayor de Navarra y Fernando I de Castilla. La leyenda sitúa entonces como conde de Pernía a D. Munio Gómez a quien llamaron D. Bustio, hijo de Gómez Díaz, conde de Saldaña. Su madre era Mumadona, hija del conde Fernán González. Aunque nuestro conde era ya mayor, quedó prendado de una gentil doncella, hija de Favila Fernández y Doña. Adosinda. La joven había nacido en el año 1000 y se casaron en 1020. El conde podría tener ya 60 años y ella, Elvira Favila, tenía sólo 20.

Su vida discurría en el inexpugnable castillo de donde el conde descendía a cazar, ejercitarse en las armas y participar en las luchas de entonces. Era un hombre valiente y respetado. El matrimonio no tenía hijos. En un momento dado, diversas intrigas despiertan los celos del conde, quizás por la diferencia de edad, quizá por sus largas ausencias y, absolutamente obcecado, trama venganza contra Dña. Elvira.

En una terrible noche de tormenta, echa del castillo a su mujer. Dispone para el viaje una mula coja, ciega, vieja y falsa y manda que la acompañe una criada sordomuda. Todo ello lo hace con el secreto afán de que mueran las dos despeñadas entre las rocas de la difícil bajada.

Sin embargo, no es así. La Providencia guía a las mujeres por el peligroso sendero y, encomendándose a Dios y a la Virgen, logran descender al valle y llegan a un pequeño pueblecito. Es una verdadera proeza. Pero, aún es más, al atravesar el pequeño puente a la entrada del pueblo, se produce un milagro. La criada sordomuda empieza a gritar y a cantar en agradecimiento y alabanza a Dios que las ha guiado hasta allí. Todos quedan admirados por el prodigio. El pueblo, que se llamaba San Salvador de Tremaya, cambia entonces su nombre por el de San Salvador de Cantamuda y corre la noticia del milagro por todo el valle.

Mientras tanto, el conde, dominado por los remordimientos, intenta suicidarse. Al fin se entera del milagro, pide perdón a Dios y se reconcilia a continuación con su esposa.

Finalmente, en acción de gracias por lo sucedido, construye una iglesia dedicada a la Virgen Inmaculada en una antigua Abadía situada a media legua de Lebanza, también llamada, desde entonces, Sta. María de Alabanza.

La condesa, por su parte, dedica otra iglesia a San Salvador, con triple ábside, mirando a Peña Tremaya. Se trata de la actual iglesia románica de San Salvador, verdadera joya en su estilo, que ahora es iglesia parroquial y está situada cerca del puente donde cantó la criada sordomuda. La leyenda añade que en esta iglesia está enterrada Dña. Elvira.

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