miércoles, 20 de febrero de 2013

El montón de trigo y el montón de tierra

Aquella tierra parecía estar bendita por Dios. Era una de las más  ricas y jugosas de la comarca: en la otoñada, el arado levantaba los surcos oscuros, llenos de calor y vida, que parecían desprender una aureola de confianza y promesa. Y en Ia prmavera, una inmensa caricia de verdor llenaba de alegría Ios campos. Mas la gloria venía sobre todo en el tiempo de la cosecha. Los panes dorados se agitaban por el viento cálido de la siesta y parecían gritar "¡Venid a cogernos! ¡Venid, que ahora es el dulce tiempo, de la cosecha". Y venían los segadores, y con sus hoces de plata segaban las espigas y formaban enormes gavillas, y después los carros, arrastrados por lentos bueyes, los llevaban a las eras, en donde tenía lugar la trilla alegre y bulliciosa. Por este tiempo, una tarde se encontraba el dueño de esas tierras, un rico y poderoso labrador de las cercanías de Segovia, aventando él mismo el trigo.
Por el camino llegaron dos pobres. Sus vestiduras eran iunos harapos en los que difícilmente se podían reconocer restos de un traje. Sus caras estaban demacradas por el hambre, y los labios resecosd por la sed. Habían caminado bajo un sol abrasador y apenas podían sostenerse. Se detuvieron cerca de la era y, juzgando por la cantidad y aspecto del trigo amontonado que debía de haber gente acomodada que los pudiese socorrer, allá se fueron.. Preguntaron a los sirvientes por el dueño, y se lo indicaron. Acercáronse hasta donde estaba el rico labrador, que tomaba en su mano el trigo y se entretenía en dejarlo caer como acariciándolo. A su lado estaban la medida y el rasero con que se  preparaba para medir el trigo, regocijándose ya por adelantado de la riqueza obtenida. Llegaron los mendigos y le dijeron: "Señor hemos andado día y noche sin encontrar más que tierra árida donde nada crecía. Estamos hambrientos, pues ni aun raíces hemos podido comer. Dadnos algo, y os lo pagaremos con nuestras oraciones y con nuestro trabajo". Mas el orgulloso dueño les contestó, (con una mueca de desprecio: "No tengo nada para daros. Marchaos de aquí". "¿Nada? - preguntó con ira el más joven de los rnendigos -  ¿ Nada y teneis delante de vos ese montón de trigo?" "No es trigo sinó tierra" contestó con burla el labrador. Y entonces el pobre exclamó: "Ojalá permita Dios que tierra se os vuelva!".
Iba a golpearle, indignado, el labrador, cuando vio, espantado, como l el montón de trigo cambiaba de color lentamente, y el dorado brillante y gozoso iba apagando su resplandor, el amarillo se iba volviendo pardo. Lo mismo sucedía con el de paja. Y así, los dos montones, creciendo enormemente en su volumen, se hicieron de tierra, quedando convertidos en unos cerretes tan áridos, que nada crece en ellos, ni aun las hierbas más humildes y silvestres. Y los demás montones de trigo y paja se convirtieron también en tierra y piedra; y piedra se hicieron hasta la medida y el rasero que estaban junto al avariento. Y se dice que aún se ven en el umbral de una casa de Torredondo.
Tal es el origen del montón de trigo y el montón de paja que aún ofrecen en su forma el recuerdo del fruto primitivo y del portento que los transformó.

(según Leyendas de España de Vicente García de Diego)

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