viernes, 3 de mayo de 2013

La Isla de Cádiz

Según refirió el andalusí al-Zuhri en el siglo XII a. J.C., la ciudad de Cádiz contaba entre sus riquezas con una «casa de los atunes», cuya particularidad residía en que alojaba un talismán que en el mes de mayo los atraía hacia su interior. Los peces penetraban en ella por una puerta conectada con un brazo del río y quedaban allí atrapados. Luego, los habitantes de la urbe se limitaban a recogerlos.

Un mal día, la esposa del rey, presa de la avaricia, le dijo a su marido: — Si construyeras una abertura en el ángulo de aquel monte, entrarían dos brazos al río desde el mar. Así, el caudal de agua de nuestra casa de los atunes aumentaría y se meterían en ella más peces y más atunes.

No lo haré  — respondió él —, pues debo evitar que nuestra ciudad quede aislada.

Ella entonces lo abandonó por unos días, los suficientes para que sintiera su ausencia y transigiera con su ambición. El monarca mandó a los técnicos y operarios que abrieran una segunda entrada. Cuando las furiosas aguas del océano se encontraron con el río llamado Guadalete, crecieron hasta casi cubrir el puente que comunicaba la ciudad con la tierra firme. Cádiz quedó aislada y medio sumergida. Por esta razón, en adelante tuvo por todo territorio una pequeña isla.


("Ciudades y Leyendas" de Manuel Lucena Giraldo)

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