lunes, 4 de mayo de 2015

El Conde Fernán González

Durante el reinado de Ordoño I de Oviedo, y como consecuencia de la necesidad de reforzar las fronteras orientales frente a los musulmanes, nace el Condado de Castilla en el extremo este del Reino Astur. El primer conde de Castilla será Rodrigo (año 850) y desde entonces Castilla, un pequeño y difuso territorio situado en el norte de lo que hoy es la actual provincia de Burgos cobrará entidad propia, al principio como condado dependiente de Oviedo o León, más tarde como condado independiente aunque con reconocimiento (teórico) de la autoridad de León y por último como reino (a partir del reinado de Sancho Garcés III de Navarra)
Uno de aquellos legendarios condes castellanos altomedievales fue Fernán González, uno de los grandes personajes ligados al sentimiento patriótico castellano.
Si comparamos con objetividad a Fernán González con el mismísimo Cid Campeador, cuyas hazañas legendarias se han perpetuado en la memoria colectiva del pueblo, observamos que figura del Conde tiene aún mayor carácter castellano y fue más decisiva en la historia de Castilla que la del Campeador.
Y es que en el extenso periodo de tiempo que Fernán González gobernó Castilla, logró la independencia, de facto, del Condado, estableciendo el carácter hereditario de su gobierno y afirmando las bases para que, décadas más tarde, se constituyera en reino.
Fernán González nació probablemente en el castillo de Lara (Lara de los Infantes) en la Sierra de la Demanda burgalesa en una fecha indeterminada de los inicios del siglo X.
Fue hijo de Muniadona y Gonzalo Fernández, a su vez conde de Burgos y de Castilla, supuesto descendiente de Nuño Rasura, uno de los dos jueces de Castilla, y de Rodrigo, el primero de los condes de Castilla.
En el año 931, Fernán González aparece como Conde de Burgos, Castilla, Asturias de Santillana, Lara, Lantarón, Cerezo y Álava y es persona respetada e influyente en la corte de Ramiro II de León, puesto que en los enfrentamientos que se suceden durante la cuarta década del siglo X con los ejércitos cordobeses, Ramiro y Fernán González aparecen siempre combatiendo juntos.
El acontecimiento decisivo para su encumbramiento debió ser el apoyo que, de nuevo, las tropas del buen Conde prestaron al rey Ramiro en la famosa batalla de Simancas, que tuvo lugar en el año 939 y en el que un inmenso ejército musulmán intentó acabar definitivamente con los levantiscos reinos cristianos del norte, reuniendo un ejército formidable para la época.
La victoria cristiana en Simancas y días más tarde en un lugar impreciso de Guadalajara o Soria (jornada del barranco) fue tan rotunda que hasta el propio Califa Abderramán III estuvo cerca de perder la vida.
Este acontecimiento permitió a Fernán González extender inmediatamente su acción repobladora hasta la Cordillera Central (Sepúlveda y Riaza fueron repobladas en el año 940)
Poco después Fernán González se casa con Sancha, hermana del rey de Navarra García Sánchez lo que refuerza su poder y le permite acentuar su política autonomista.

Para bajar los humos al Conde, Ramiro II nombra a Assur Fernández conde de Monzón (con dominio sobre los territorios comprendidos entre el Cea y el Pisuerga, recién conquistados a los árabes) tapando la expansión de Fernán González por Tierra de Campos lo que provoca que éste se rebele y se enfrente al rey leonés.
Fernán González es encarcelado (944-945) en León y Assur Fernández es nombrado durante este periodo conde de Castilla.
Tras ese año en la cárcel, llega la reconciliación entre Ramiro y Fernán, posiblemente porque el empuje del califa cordobés exige aunar esfuerzos para combatirlo. De esta manera, Fernán González recupera el título de Conde Castilla y emparenta con el propio rey tras la boda entre su hija Urraca con el hijo de Ramiro, y heredero del trono de León, el futuro Ordoño III.

Los últimos años de vida del Fernán González están marcados por los desórdenes dinásticos de León, iniciados por los problemas sucesorios tras la muerte de Ramiro II y las luchas entre sus hijos Ordoño III y Sancho I, Durante estos años el conde castellano toma partido por uno o por otro bando en función de los enredados avatares políticos y de su propia conveniencia.
Fernán González muere en el año 970 en Burgos, dejando unas tierras autónomas, fortalecidas y acostumbradas a la vida de frontera y al combate. Tal fortaleza hará que unos pocos años después, cuando Almanzor toma las riendas del Califato y someta a los reinos cristianos a los más duros de los azotes guerreros, Castilla, aun sufriéndolos también, se vea menos afectada y entre en el siglo XI con buenas perspectivas para convertirse en un gran reino.

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