miércoles, 1 de mayo de 2013

El último celtíbero

En el mismo consulado, un crimen atroz fue cometido en la Hispania Citerior por un campesino del pueblo termestino. Al pretor de la provincia, Lucio Pisón, desprevenido a causa de la paz, le salió de improviso al camino, y de un solo golpe lo hirió de muerte; huyendo a uña de caballo. Una vez que alcanzó unos barrancos boscosos abandonó su cabalgadura y metiéndose por lugares quebrados e impracticables eludió a sus perseguidores. Pero su ocultamiento no duró mucho, pues fue cogido su caballo y llevado por las aldeas próximas, y se averiguó a quien pertenecía.

Cuando fue descubierto y puesto en el tormento para que denunciara a sus cómplices, a grandes voces y en su lengua patria, gritaba que lo interrogaban en vano, que sus compañeros podían venir y quedarse mirando, que nunca sería bastante la fuerza del dolor para sacarle la verdad.

Cuando al día siguiente lo llevaban de nuevo al interrogatorio, con tal fuerza se libró de sus guardianes y se golpeó la cabeza con una piedra que quedó exánime al instante.

Desde luego se cree que Pisón fue muerto por emboscada de los termestinos, porque en la recogida de los caudales sustraídos al tesoro público ponía más dureza que la que unos ellos toleraban.

(La traducción del historiador latino Tácito es de J.L: Moralejo, en la ed. De Gredos)

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