domingo, 18 de diciembre de 2016

Bosque de Aranzazu - Oñate (Guipuzcoa)

El edificio del santuario de Aránzazu es extraño. Tiene arte, diseño y volumen, pero la primera vez que el viajero descubre su presencia gris entre prados verdes y relieves rocosos resulta sencillamente extraño, un insólito monumento adaptado a un medio al que no pertenece y precisamente el contraste provoca la curiosa sensación de rara extragavancia. Es un monumento dentro de un paisaje.
Un incendio devoró totalmente el santuario original, fundado por frailes mercedarios hace ocho siglos cuando, según la leyenda, la Virgen se apareció al joven pastor Rodrigo de Balzategui mientras cuidaba su rebaño. El santo y concurrido lugar se encuentra en la zona donde los campos dejan de ser pastos ganaderos y los bosques comienzan a embellecer las laderas de las montañas con una confusión de colores enredados y formas vegetales. Por un lado tiene la montaña, cercana, serena y poderosa; y por el otro, el que mira hacia la puesta del sol, el paisaje es un abismo descomunal sombreado por siluetas confusas y opacas de barrancos, montes y cumbres hasta la indefinible línea del horizonte.
Desde el santuario hace falta caminar muy poco para entrar en el bosque de Aránzazu. Primero hay que pasar por un impresionante mirador del conjunto monumental de la basílica y su bello entorno, y desde tan lejos las formas rectangulares picoteadas de pirámides grises y esculturas "extraterrestres" no parecen pertenecer a otro lugar, y es que al final todas las cosas terminan por aprender a convivir unas con otras. Elegir un camino u otro por el bosque depende de la necesidad de cada uno por buscar despejadas cumbres de la sierra, bajar a los veneros de los barrancos donde la vegetación se aprieta para escurrirse de tanta humedad o, sencillamente, caminar cinco minutos, sentarse entre un grupo de hayas y contemplar, con la respiración en calma y la mente libre de inalcanzables deseos, los alucinantes juegos de luces que los rayos del sol crean en el musgo de las raíces de los árboles.

(Juan José Alonso)

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