viernes, 16 de diciembre de 2016

Laguna de Vacaras - Granada

Así llaman a un pequeño y profundo lago que entre las alturas abruptas de Sierra Nevada ofrece al sol el límpido espejo de sus aguas. Muy cerca de él se alza el ingente pico de la Veleta. Y en torno al lago y al monte, la imaginación popular ha tejido sus leyendas.
En cierta ocasión, un pastor condujo su rebaño por los riscos y fragosidades hasta las elevadas orillas de la laguna de Vacaras, cuando he aquí que vio a dos hombres que se acercaban hacia donde él estaba. Iban extrañamente ataviados, y uno de ellos llevaba en las manos un libro abierto, mientras el otro sostenía una hermosa red de pescador. Detuviéronse a corta distancia del pastor, y el primero de ellos, inclinando su vista sobre las páginas del libro, leyó unos momentos y dijo a su acompañante: «Echa la red». Hundióse la red en las aguas del lago, y al momento la sintieron cargada. Tiraron con vigor hacia la superficie, y sacaron un caballo negro. Y el del libro, con desdeñoso semblante, exclamó: «No, no es éste; echemos de nuevo la red». Y la echaron, y a los pocos instantes vieron salir un caballo variegado. «Tampoco, tampoco es éste -dijo con impaciencia el lector-; probemos una vez más. Echa la red.» Un caballo blanco apareció sobre la capa tranquila de la aguas. «Basta: éste es», murmuró el del libro. Nada respondió su compañero. Y ambos, subiendo sobre la blanca montura nacida del lago, partieron en silencio. El pastor contemplaba la asombrosa escena. Y los vio marchar, y nunca volvió a saber más de ellos.
No falta leyenda que asegure que el lago tranquilo y apacible saldrá un día del monte e, irrumpiendo feroz e inclemente, anegará la ciudad. Y Granada y su vega desaparecerán bajo el turbión. Esto es tan cierto, que una noche un pastor que estaba sentado junto al lago, oyó una voz que interrogaba, amenazadora: «¿Quieres que rompa el dique? Dime que sí, e inundaré a Granada». Y otra voz, grave y piadosa, respondía: «Todavía no, todavía no».
Otra vez fue un fraile el que, estando sentado a la orilla del lago, viose sorprendido por la ingrata presencia del diablo, que merodeaba por aquellos lugares, en busca de almas a quienes tentar.
El viajero que abandone las inmediaciones de la laguna de Vacaras y prosiga su ascensión hacia el pico de la Veleta, podrá ver en la cima de esta magnífica altura unos ruinosos y pétreos restos, que son probablemente las reliquias de una antigua torre que daría nombre al pico. La leyenda opina de otro modo respecto del origen de estas ruinas que coronan el monte:
Hubo en lejanos tiempos, en Granada, un moro tan sabio como viejo, que agrupaba junto a sí a numerosos servidores y discípulos. Un buen día tomó a sus hombres y subió al picacho. Y habitaron en los edificios que remataban la cima. Siete años pasaron, y los solitarios moradores de la cumbre vivían felices. Y en aquellos siete años, ni lluvias ni tormentas oscurecieron la límpida diafanidad del cielo suspendido sobre el pico, ni la clara transparencia del horizonte. Al cumplirse los siete años y un día, el viejo árabe miró hacia el mar lejano, y de él parecía levantarse, tenue y perezosa, una nubécula casi del tamaño de la mano de un hombre. Se elevaba sutil, como un jirón de gasa. El viejo sabio la contempló, y llamando a los suyos, les dijo: «La tempestad se aproxima. Marchemos, pues, de aquí, hijos míos». Todos le obedecieron, bajando presurosos por las escarpadas laderas. Y en la cima se desencadenó la furia incontrastable de la tempestad, y los maravillosos edificios sucumbieron al furor ciego de los elementos.


(Leyendas de España - Vicente García de Diego)

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