lunes, 26 de diciembre de 2016

Fageda d'en Jordá - Gerona

En este lugar había un humedal plagado de aves acuáticas, juncos y reflejos de colores cuando salieron las entrañas de media montaña por la boca del volcán del Crossant, cubriendo con los materiales proyectados una superficie de 20 kilómetros cuadrados y formando un cono volcánico de 160 metros de altura en forma de herradura. La tremenda lengua de fuego y lava se precipitó rápidamente sobre las tranquilas marismas de la zona. El contacto fue brutal y el agua comenzó a hervir y enfriarse tan rápidamente que cada borbotón de agua gasificada no llegó a explotar, petrificándose al instante y creando un nuevo paisaje de pequeñas colinas negras y desoladas, llamadas tossol.
Con el tiempo, y unas condiciones climáticas favorables, sobre la vieja colada de lava se desarrolló un curioso hayedo, extraño porque se encuentra tan sólo a 550 metros de altitud y no es cosa habitual encontrar hayas en estas alturas. Un hayedo sobre la colada de un volcán. Piedras negras, porosas, piedras de lava y basalto convertidas en hayas. Burbujas petrificadas de unas marismas que hirvieron al ser aplastadas por la lengua destructora de escorias ardiendo, fuego y magma candente, y explotaron gaseosamente formando un paisaje granular de montículos sembrados de árboles solitarios que inspira a pintores y poetas para la creación de sus obras. La Fageda d'en Jordá puede que sea uno de los hayedos más visitados de nuestro país por la facilidad de acceso y por el entorno volcánico donde se encuentra. Entrar en el bosque de hayas no requiere escalar vertiginosas laderas resbaladizas ni adentrarse en desconocidos valles de montaña por cochambrosas pistas forestales; sencillamente, hay que bajarse del coche y caminar entre los melancólicos árboles de tronco blanquecino y poco a poco coger el hilo a los tonos de las luces que corretean entre las negras colinas de lava. El sendero principal que recorre el interior del hayedo, señalizado con unas estacas de madera marcadas con el color azul, rodea un enorme tossols con sus piedras de lava empotradas entre la hojarasca del suelo, creando un curioso y original contraste, particular de este bosque, entre el típico musgo del sotobosque de los hayedos y las negras rocas volcánicas que se enfriaron hace mucho tiempo para servir de base a los seres vegetales de la fageda.

(Juan José Alonso)

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