domingo, 26 de julio de 2020

Las Gobas - Burgos


En el extremo suroriental del Condado Treviño y junto a la carretera que comunica las poblaciones de Laño y Albaina se encuentra el conjunto de cuevas (gobas) rupestres artificiales denominadas Las Gobas de Laño y Santorkaria (Santa Leocadia en euskera).
Se trata de una de las principales concentraciones de yacimientos rupestres altomedievales de la Península Ibérica, habiendo recibido por su abundancia el sobrenombre de la Capadocia Treviñesa o la Capadocia Alavesa. Fueron declaradas Bien de Interés Cultural como conjunto arqueológico en 1978.
Conforman el conjunto un total de 31 cuevas, de las cuales, trece de ellas se sitúan en las llamadas "Gobas de Laño", habilitándose en los farallones calizos denominados de Peña del Cerro junto al arroyo Barruntia. Sus hermanas de Santorkaria se sitúan al otro lado de la carretera.
Los orígenes de estas cuevas artificiales tienden a remontarse a los mismos albores del cristianismo hispano, entre finales del siglo IV y el siglo V, sirviendo de establecimiento más que propicio para esos primitivos eremitas y ascetas que decidían apartarse del mundo para llevar una vida de oración y contemplación, germen del actual monacato moderno.
Una vez que dichos ascetas fueron abandonando sus retiros individuales para instalarse en monasterios comunitarios, las gobas ("cuevas" en euskera) fueron reaprovechadas por pobladores de la zona para conformar un primer asentamiento poblacional estable entre los siglos VII y IX hasta que, probablemente por cuestiones de comodidad, hacia el siglo X la población acabó trasladándose al lugar de la actual localidad de Laño, quedando el primitivo poblado troglodítico para uso cementerial.
Hacia la baja Edad Media las Gobas de Laño quedarían abandonadas, pasando a funcionar como simples almacenes o refugios improvisados para el ganado, aunque según se relata en leyendas de carácter popular, en una de las Gobas, llamada concretamente "de la Doctora", vivió hasta tiempos relativamente modernos una mujer con dotes curativas.
En origen, la mayoría de cuevas-eremitorio talladas sobre la propia caliza por los primeros eremitas se conformarían como sencillísimos habitáculos de dos estancias o ambientes: el santuario y la propia celda del asceta.
Posteriormente, al convertirse en un núcleo poblacional fijo y estable, aprovechando la maleabilidad de la roca, los propios moradores fueron horadando cuevas-vivienda en función de las necesidades particulares y comunitarias, apreciándose en alguna de ellas bancos corridos, mesas o incluso camas de piedra.
Estos habitáculos rupestres podían complementarse con ampliaciones en forma de construcciones externas de madera y paja en las que, por lo general, se disponía la cocina, la cual requería mayor ventilación y salida propia de humos.
Especialmente interesante resulta una "goba" cuya estructura delata perfectamente su funcionalidad eclesial, apreciándose, todo ello tallado sobre la roca, lo que sería una nave rematada en su ábside semicircular, pudiendo distinguirse como incluso fueron reproducidos arcos fajones simulados. Además, son varias más los habitáculos que permiten intuir también su funcionalidad religiosa, con estructuras absidiales con planta de herradura tanto a los pies como hacia la cabecera adecuados para la práctica de la liturgia hispana y que han sido puestas en relación con iglesias altomedievales norteafricanas.
Por último, abundan también las Gobas destinadas a lo largo de su historia como necrópolis o cementerios, distinguiéndose tumbas de bañera, tumbas antropomorfas de diversos tamaños así como nichos para urnas tallados en las propias paredes verticales de la roca.
Además de su indiscutible valor histórico, artístico y etnográfico, el conjunto de Las Gobas de Laño constituye una visita más que recomendable por su altísimo valor paisajístico

Arteguías

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