Nacido en 1868 en el día de San Eloy, razón por la cual en la inclusa donde fue recluido le impusieron ese nombre, se incorporó al cuerpo de carabineros y luego al ejército. Fue destinado al Regimiento de Infantería María Cristina número 63, en la localidad de Puerto Príncipe, Camagüey, en Cuba, adonde llegó en noviembre de 1895.
En septiembre del año siguiente, una partida de unos tres mil insurrectos cercó la pequeña población de Cascorro. La situación del destacamento español era tan difícil que se hacía necesario volar un bohío desde el cual les causaban graves daños. Eloy Gonzalo se presentó voluntario para prender fuego a la posición de los insurrectos cubanos, atado con una cuerda, de modo que, si caía muerto, su cuerpo pudiera ser recuperado. Armado con su fusil y una lata de petróleo, se deslizó hacia las posiciones insurrectas, como señaló con posterioridad un romance de ciego:
Mi capitán, necesito
una lata de petróleo,
una caja de cerillas
y despedirme de todos.
Que me aten con una cuerda
y me arrastren hacia el fuerte;
no quiero que mi cadáver
los insurrectos se lleven.
Eloy Gonzalo regresó indemne a su posición y meses después falleció a causa de las fiebres en la ciudad cubana de Matanzas, pero la leyenda de su heroísmo ya había adquirido vida propia.
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