miércoles, 5 de noviembre de 2014

El Tuerto de Pirón

Verdad y mentira; mito, leyenda y realidad se mezclan en la historia de Fernando Delgado Sanz, el más conocido de los hijos que ha dado Santo Domingo de Pirón, por ese nombre hoy apenas conocido, pero que durante años tuvo en jaque a Guardia Civil y jueces y sembró el miedo entre viajeros y vecinos de ambas vertientes de la sierra de Guadarrama. Era el temido "El Tuerto de Pirón", el sobrenombre que adoptó este bandolero que años después de su muerte ha servido de inspiración a libros y grabados.
La memoria de los más veteranos y la transmisión oral sobre las hazañas de este personaje mantienen viva la imagen de "El Tuerto de Pirón". Nacido el 30 de mayo de 1846 en el seno de una familia humilde, Fernando dio muestras de su habilidad y audacia, cualidades que le acompañaron el resto de su vida y le ayudaron a cometer sus fechorías y escaparse de la justicia.
Escurridizo,"'El Tuerto" campaba a sus anchas por las tierras junto al río Pirón. Un espíritu libre, como afirman algunos, que le impulsó a adentrarse en la sierra de Guadarrama, entregando su vida al asalto de carruajes y diligencias que cruzaban el puerto y el desvalijo de iglesias, junto a sus secuaces. El servicio militar en Madrid y el regreso al pueblo en 1866, donde encontró que su novia se había casado, marcaron el devenir de Fernando Delgado, que se introdujo entonces en el mundo de la delincuencia, formando una banda, armada con navajas, que extendió el terror por un centenar de pueblos de las dos vertientes de la sierra.
Aunque el temor que infundía le permitía frecuentar bares y tabernas sin ser delatado, cayó preso de la justicia en más de una ocasión, la primera vez en diciembre de 1881, cuando fue recluido en la cárcel de Segovia de la calle Juan Bravo (hoy sede de la Biblioteca pública), de donde escapó el 31 de enero de 1882 tras limar los grillos y huir por el tejado.
La libertad le duró poco y meses después, mientras estaba en una posada en Miraflores de la Sierra, de nuevo fue apresado y conducido a la prisión de Colmenar Viejo. Desde allí, otra vez al penal de Segovia, donde vuelve a escapar, pero las huellas dejadas en la nieve de aquella noche de invierno de 1883 permitieron a la Benemérita cazar de nuevo al bandido, acusado de múltiples delitos y condenado en 1888 por la Audiencia de Madrid a cadena perpetua.
La vitalidad que siempre le caracterizaron poco a poco se fueron agotando. La claustrofobia y la amargura, acabaron en 1914 con la vida de Fernando Delgado, pero no con el mito y la leyenda.
Hoy, conocido por sus fechorías y argucias, aunque también por algún detalle más humano como el dinero que entregó a un niño que, temeroso, cruzaba el puerto,  es uno de los personajes más conocidos de Santo Domingo de Pirón, donde todos han oído alguna vez alguna historia sobre este mito, uno de los bandoleros más conocidos del siglo XIX.
(El Norte de Castilla)

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