lunes, 4 de agosto de 2014

Alfonso el Magnánimo en Nápóles

La voluble reina de Nápoles, Juana II, había adoptado al rey de Aragón, Alfonso V, como su heredero. Estando Alfonso en Nápoles para ayudarla y a la vez asegurarse la herencia, Juana cambió de opinión y, poniéndose del lado de sus enemigos, los lanzó contra el aragonés. Cuando se preparaba el ataque, la reina dijo a los sorprendidos soldados que no sabían bien contra quién peleaban: «Herid a los bien vestidos y bien montados.» Era cosa sabida entonces que los napolitanos no tenían apenas ropa que ponerse encima, estaban por lo general peor equipados que los aragoneses y muy pocos poseían caballos.
La consigna resultó en aquella ocasión. Los aragoneses fueron derrotados. Doscientos soldados murieron y quedaron prisioneros los principales señores aragoneses y catalanes que iban con el rey.
Pasado un tiempo, Alfonso V se apoderó de Napóles y lo incorporó a la corona de Aragón. Fue entonces cuando, por su carácter generoso y alegre, recibió el nombre de «el Magnánimo».
Se cuenta que durante la conquista de aquel reino italiano, habiendo sitiado a Gaeta, los defensores de la ciudad hicieron un día salir por sus puertas a millares de mujeres, ancianos y niños para quitárselos de encima y poder defender mejor la plaza. Cuando se iban acercando al campo aragonés, algunos caballeros aconsejaron al rey que los enviara de vuelta a la ciudad. La respuesta del Magnánimo fue típica: «Prefiero —les dijo— no conquistar Gaeta antes que faltar a las leyes de la humanidad con esta pobre gente.» Acto seguido, ordenó los recibieran y les dieran alimentos, ya que habían sido abandonados por sus propios compatriotas.

(Leyendas y anécdotas de la Historia de España – Fco. Xavier Tapia)

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