sábado, 16 de agosto de 2014

Calle de la Abada - Madrid

Esta calle se encuentra entre la plaza del Carmen y la Gran Vía de Madrid.
Una abada es un rinoceronte hembra. Palabra ya aceptada por la Real Academia, su origen es portugués. Y con portugueses, de una u otra forma, están relacionadas las diversas tradiciones que pretenden explicar el origen del nombre de esta calle.
En la época de Felipe II la zona era prácticamente descampa­do, perteneciente al antiquísimo Monasterio de San Martín. En sus eras, más o menos donde hoy está la calle, había un corralón en el que se expuso a la curiosidad de los madrileños una abada. Pero, ¿de dónde salió el anima­lito? Según unos, fue un regalo del goberna­dor portugués de Java al Rey Felipe II, recién ceñida por éste la corona de Portugal. El problema es que, con la distancia que hay de las Islas de la Sonda hasta España, o bien la abada tenía una resistencia tre­menda o el barco que la trajo era una maravilla de velocidad y nave­gación.
Más verosímil puede ser la segunda tradición, que dice que unos saltimban­quis portugueses trajeron el bicho como atrac­ción. Pero un día mató a un mozo de los cercanos hornos de la Mata, que quiso hacer una gracia a costa del rinoceronte y se encontró hecho trizas por él (o ella). Además, se escapó, y acabó con otras veinte personas antes de poder ser capturado en las eras de Vicálvaro. El fin de la abada tiene otra versión, y es que, sabiendo determinados magnates madrile­ños que el cuerno del rinoceronte presuntamente potenciaba la libido, alguno de ellos hizo envenenar al animal y le substrajo el preciado apéndice.
Durante mu­cho tiempo, tras este suceso, se vendie­ron, no sólo en Madrid, sino en toda España y parte de Europa, los polvos mágicos y también miles de anillos hechos del cuerno, que, por lo tanto, debió de ser excepcionalmente aprove­chado.
Quizá lo más verosímil sea que el prior de San Martín, máxi­ma autoridad en la zona, harto de los escándalos que formaría el pueblo al ver la extraña atracción, expulsase de sus terrenos a los titiriteros, y eso sí, si es que alguna vez trajeron una abada a Madrid en el siglo XVI.

(Madrid-Sus viejas calles)

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