jueves, 23 de junio de 2016

Llover más que cuando enterraron a Zafra

Hay un refrán que dice: "Va a llover más que cuando enterraron a Zafra".
«Este refrán nació de la verídica historia que dejo relatada», escribía Eduardo Montesinos el 11 de agosto de 1897 en la revista «Nuevo Mundo». Su relato, titulado «El Conde de Zafra», cuenta que allá por los años de 1460 existía en la ciudad extremeña de Zafra un castillo feudal cuyo señor era el famoso D. Mendo Méndez de Peláez, conde de Zafra, apodado Bigotes por el inmenso bigotazo que adornaba su ceñudo semblante de pocos amigos.
Montesinos describe a Méndez de Peláez como un digno émulo de los señores de horca y cuchillo que ejercía el poder absoluto sobre sus dominios y con sanguinarios instintos que hacían que todo el mundo le odiara y le temiera.
Un caluroso mes de agosto, ocurrió que todas las fuentes y pozos de Zafra se secaron. Todas, menos la fuente del castillo que provenía de un manantial lejano, pero el conde de Zafra se negaba a dejar que las gentes de Zafra bebieran de su fuente porque el espectáculo de desesperación de los infelices que se acercaban a su castillo para apagar su sed le divertía, prosigue la narración.
Una gitana logró colarse un día y llenó una alcarraza de agua, pero fue sorprendida antes de escapar y llevada a presencia del conde como un criminal. De poco sirvió que implorara su perdón asegurando que su anciana madre moría de sed. La gitana fue castigada con siete palos, tantos como los pedazos en que se rompió la alcarraza tras ser lanzada al aire por los centinelas. Arrojada del castillo, la gitana se volvió y en tono profético dijo: «¡Siete pedazos, siete! ¡Los días de la semana! ¡Hoy es martes, te emplazo para el martes próximo! ¡Tanta agua tendrás que navegarás sobre ella! ¡Maldito seas!».
En vano persiguieron a la gitana, que logró huir. Aquella noche, D. Mendo no pudo dormir recordando su maldición y al día siguiente cayó enfermo de fiebre y murió el lunes siguiente. Su cuerpo fue colocado sobre un riquísimo catafalco y expuesto en una sala baja del castillo, pero el cielo envió tan fuertes lluvias que, según el relato, en pocas horas el castillo se inundó. El cadáver del conde, en su caja, que le servía de barco, flotando sobre el agua y siguiendo la corriente, salía de la puerta del castillo en dirección a las vertientes de la montaña, donde oscilando, subiendo y bajando, llegó al borde de un precipicio en el que el agua formaba una inmensa catarata y allí se detuvo breves instantes.
Montesinos refiere que entonces apareció entre las nubes el fantasma de la gitana, que alegrándose de que su maldición se cumpliera le dijo: «¡Ahora húndete en los abismos, albergue de todos los tiranos!».
La gitana desapareció y el cuerpo del conde se precipitó en el torrente, rebotando de piedra en piedra, hasta perderse en el fondo, finaliza el escritor de «Nuevo Mundo».

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