lunes, 30 de abril de 2018

Caleta de Famara - Lanzarote

Y entonces... llegó el surf. A este pueblíto pesquero, humilde, dejado de la mano de Dios y de la de César Manrique un día llegaron los domadores de olas para darle un empujón. Y lo hicieron muy bien, conservando las calles sin asfaltar, repoblando casas y balcones y coloreando los locales con las exóticas tonalidades de las playas, los bañadores y el estilo surfero. Algo que no desentona cuando se descubre el puertecito y su coqueta ermita que atrae las miradas con los verdes y azules de su puerta. Un claro ejemplo de que, en las Canarias, cuando ven algo de madera, rápido corren a pintarlo.

(Traveler)

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