Para la gente buena se fundó el Café Iruña en 1888. No era de extrañar que sus clientes salieran alegres e iluminados, porque fue el primer establecimiento con luz eléctrica de la ciudad. La luz sigue siendo protagonista en una Pamplona cada vez más vibrante. Desde el día de su inauguración ha sido un espacio de referencia. Punto de encuentro en la vieja Iruña y testigo privilegiado del paso de los años.
Es uno de los cafés que uno no debe perderse en el rincón más emblemático de la capital navarra. Conserva todo su encanto tradicional, dentro del local parece haberse detenido el tiempo. Cruzar la puerta del Café Iruña es descubrir un bello rincón, el salón de estar de Pamplona testigo de los principales acontecimientos de la ciudad desde 1888.
Lámparas de época, grandes espejos, policromados escudos, sillas Thonet… dan vida a un enclave singular de éxito desde el mismo día de su inauguración. “Se abrió al público en vísperas de San Fermín llenándose hasta los porches”, se puede leer en las crónicas de la época.
El Café Iruña es un punto de encuentro de todos los pamploneses y de todos los visitantes que quieren conocer de cerca y vivir en primera persona las experiencias del célebre escritor Ernest Hemingway. Comenzó a escribir libros como ‘Fiesta’, ‘Adiós a las armas’, ‘Por quién doblan las campanas’, ‘París era una fiesta’ o ‘El viejo y el mar’ mientras disfrutaba de las mejores compañías en su Café favorito.
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